La única fotografía de Jesús

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EL EVANGELIO EN MARCHA

 (LUCAS 22:7-20)

 

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia

 carpinteroINTRODUCCIÓN: Después que pasan los años, una de las cosas que nos da gusto hacer es mirar los álbumes de la familia. Al ver las fotos de tantos años nos damos cuenta cómo éramos y cómo hemos cambiado. Las fotos nos evocan recuerdos memorables, y acontecimientos que formaron parte de nuestra vida en el pasado. Y en algunos casos las fotos parecieran casi repetirse en parecidos con los seres que amamos, sobre todo cuando pasamos de una generación a otra.  Así, pues, las fotos son nuestros mejores testigos que la vida  fue así, pero sobre todo, nos dicen cómo somos ahora. ¿Se imagina cómo fue el bebé Jesús? ¿Se lo imagina adolescente, joven o adulto? Qué lindo sería tener un álbum de nuestro Señor Jesucristo. ¿Cómo se imagina usted que fue el rostro de Jesús? ¿Cuál será la mejor fotografía que podemos conservar de él? A través de la historia los artistas han tratado de plasmar en sus pinturas una imagen de un Cristo con pelo largo, con una barba bien poblada, y en algunos casos con ojos verdes,  y con una figura como si fuera un artista de Hollywood. Pero la verdad es que ninguna imagen ha logrado revelarnos cómo fue realmente Jesús. Y esto tuvo que ser así, porque si tuviéramos una foto del Señor se haría más una idolatría que una adoración, porque el Señor dijo que “Dios es espíritu” y que los que le “adoran en espíritu y en verdad, es necesario que le adoren”. Sin embargo, sí tenemos una “fotografía” de Jesús, y creo que es la mejor que él mismo ha dejado. Después que él comió la pascua, estableció lo que hoy conocemos como la última cena. Fue esa noche, mientras comía,  que pronunció las palabras con las que él mismo pidió que le recordáramos: “Haced esto en memoria de mi”. Entonces, ¿Cuál es esa “fotografía” que nos recuerda su vida y su obra? Bueno, esta que nos ha dejado en su palabra: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”. Y así dijo cuando se refirió al vino: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama… haced esto en memoria de mí” (Lc. 22:19, 20). He aquí su mejor “fotografía”. Veamos por qué.

  1. LA CENA DEL SEÑOR NOS REVELA A JESÚS COMO EL CUMPLIMIENTO DEL CORDERO DE LA PASCUA

 

  1. El cordero de la liberación v. 7. La cena de la Pascua era muy familiar para el pueblo de Israel. Sería como la cena de “Acción de Gracias” o la cena de Navidad hoy día. Pero a diferencia de nosotros, ellos recordaban la noche cuando Dios envió el ángel destructor a Egipto que mató a todos los hijos varones primogénitos. Eso se conoció como la última de diez las plagas enviadas por Dios para que el faraón dejara en libertad a su pueblo. ¿Qué fue lo que pasó esa noche? Bueno, cada hogar judío tenía que sacrificar un cordero y luego untar con sangre las puertas  de sus casas ( Éx. 12: 7,13) como señal para que el ángel destructor viera y pasara a la siguiente casa. La sangre en el dintel era la señal que protegía al hogar de la muerte. La sangre del cordero inmolado se convirtió en la salvación y liberación para Israel, y  terror, dolor y llanto  para Egipto. Jesús conocía muy bien aquella fiesta, llamada también  “los panes sin levadura” v. 7. Desde muy pequeño celebra esa pascua con sus padres. Y cada vez que Jesús comía aquella cena, él sabía que ese cordero de la pascua representaba su propia vida. Él fue el “corderito” que tuvo María para liberar al mundo de sus pecados. ¿No es maravilloso esto?

 

  1. Un cordero sin mancha (1 Pe. 1:19). En la fiesta de la pascua habían tres cosas que formaban parte del recordatorio: el pan sin levadura, las yerbas amargas y el cordero de la pascua. ¿Por qué un pan sin levadura? La levadura era el símbolo del pecado. Sus componentes químicos hacen que la masa se fermente. Se considera también como un agente de corrupción. Así, pues, Jesús también llega ser el pan, pero sin levadura, sin pecado para que su sacrificio sea perfecto. Él no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca. En todo caso, por “nosotros lo hizo pecado”. Las hierbas amargas recordaban los 430 años de esclavitud. Jesús había venido para poner a los hombres en libertad. En cuanto al cordero, tenía que ser de un año, sin manchas, sin defectos. Aquella noche el cordero era comido y el resto del cuerpo se pasaba por el fuego hasta convertir todo en cenizas. Jesús ha sido ese cordero de la pascua. Él fue santo, sin mancha, inocente, y todo su ser fue entregado por nosotros. Bien puede decirse que la ira de Dios consumió a su Hijo en el altar del sacrificio por todos nuestros pecados. Se dice que Jesús fue crucificado a la misma hora del sacrifico pascual. Qué gran cumplimiento de esa figura antigua.  Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Esa es la fotografía que debemos mirar.

 

  1. LA CENA DEL SEÑOR NOS REVELA A JESÚS COMO EL PAN SIN LEVADURA QUE DESCENDIÓ DEL CIELO

 

  1. El pan como sostén de la vida v. 19. El pan en sí mismo nos recuerda que es lo que sostiene la vida. Todos los días el cuerpo demanda su pan para sostenerse. Nada es más terrible que pasar días y noches sin comer nada. Así que el solo hecho de tener el pan en la mesa ya eso es de por sí una poderosa razón para la satisfacción y la gratitud. De manera, pues, que ver a Jesús dando gracias en ese momento por el pan que han de comer, es algo simplemente hermoso y elocuente.

 

  1. “Ese es mi cuerpo que por vosotros es dado” v. 19b. Cuando Jesús tomó el pan y lo dio a sus discípulos, estaba dejando un símbolo sumamente apropiado del auténtico sufrimiento. Pues bien, cuando Jesús dijo “este es mi cuerpo que por vosotros es dado” estaba confirmando que su cuerpo sufriente, como Dios encarnado, se constituiría en el alimento espiritual para nuestras almas, pero que era necesario que participemos él, de allí la celebración de la cena del Señor alimento espiritual. Después de aquella cena, Jesús fue al Getsemaní donde oró intensamente; después de eso sería arrestado y su cuerpo fue entregado por todos nosotros. Su cuerpo fue entregado.

 

III. LA CENA DEL SEÑOR NOS REVELA A JESÚS COMO EL DADOR DE UN NUEVO PACTO

 

  1. La copa del nuevo pacto v. 20. Tanto Lucas como Pablo utilizan las mismas palabras que pronunció Jesús: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre”, mientras que Mateo dice: “Esta es mi sangre del pacto”. Ambas declaraciones coinciden en señalar que Jesús estaba haciendo referencia a Éxodo 24:8: “Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros” ¿Cuál era aquel pacto? Que Dios perdonaba los pecados de su pueblo llegando a ser su redentor a través de la  sangre. Jesucristo completó las exigencias el antiguo pacto o Antiguo Testamento. Ahora, con su sangre da inicio  al Nuevo Testamento quedando establecido que su sacrificio se hizo  una vez y para siempre, por lo cual también nuestros pecados serían perdonados una vez y para siempre. En el antiguo pacto cada familia  traía toros, cabritos y otros animales para hacer la expiación por sus pecados, pero esto era necesario hacerlo continuamente por los pecados no eran borrados. Note como Jesús  cambió  la frase que aparece en Éxodo 24:8 de “la sangre del pacto” por “mi sangre del pacto” (Mt. 26:28). Es su sangre derramada la que hace posible el perdón  de pecado.

 

  1. La copa de la comunión (1 Cor.10:16). ¿Por qué Jesús usó vino y no agua para representar su sangre? Porque esta figura era muy familiar para el judío. El vino era símbolo de alegría y comunión. La sangre de Cristo simbolizada en el vino nuevo es la más hermosa fotografía que nos dejara el Señor antes de morir. La sangre usada para la remisión de los pecados antes de Jesús solo fue una sombra, pero cuando él murió, lo que fue una sombra, ahora es la realidad. Su sangre nos perdona y ella ha logrado nuestra comunión.

 

  1. LA CENA DEL SEÑOR NOS REVELA EL TRIUNFO DE SU SACRIFICIO HASTA QUE ÉL VENGA

 

  1. La cena del Señor anuncia su muerte (1 Cor. 11:26a). La Biblia no nos dice cuando habrá que tomar la cena del Señor. Lo que Pablo nos dice “todas las veces que la bebieres”. De allí que cada iglesia adopta el tiempo y el día cuando eso debe ocurrir. Pero lo que si queda claro es que el acto de participar de este solemne acto tiene implícito el mensaje de la cruz. La muerte de Jesús es el mensaje supremo y central del evangelio, por eso en la cena del Señor lo anunciamos.

 

  1. La cena del Señor anuncia su segunda venida (1 Cor. 11:26b). El mensaje de la cruz sería incompleto si no anunciamos “que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas,y después a los doce” (1 Cor. 15:3-5). La razón por la que Cristo volverá otra vez, es porque él ha resucitado dentro de los muertos. Así, pues, cada vez que nos acercamos para tomar la cena del Señor, estamos anunciando que él volverá. Jesús mismo profetizó su segunda venida cuando instituyó esta ordenanza. Lucas nos registra estas palabras: Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios” (Lc. 22:16). Cada vez que tomamos la cena del Señor, decimos: “Sí, ven, Señor Jesús”. ¿Le está esperando?

 

CONCLUSIÓN: Cuando Jesús dijo “haced esto en memoria de mí”, nos estaba diciendo: Autorizo que se hable de esta historia. No les dejo otro recuerdo, ni otra foto mía, sino ésta. Cristo crucificado es el cimiento de todas nuestras esperanzas. Jesús murió y ofreció su sangre para perdonarnos de nuestros pecados. Ese es el mensaje de la cena del Señor. Regocijemos en su segunda venida, pero no olvidemos que el mensaje central del evangelio descansa en el Cristo crucificado. El pan en la cena del Señor nos recuerda que su cuerpo fue partido y el vino nos recuerda que su sangre fue derramada. Esa es la fotografía que nos ha dejado. Conmemoremos, pues, esta comunión de la Cena del Señor, en memoria de él. Que nadie le robe esa gloria.

 

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