El ultraconservador Perry emerge como favorito entre los republicanos

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EE. UU. ELECCIONES 2012

A la espera de la decisión final de Sarah Palin, la carrera del Partido Republicano por la candidatura a la presidencia se ha convertido en un duelo entre Rick Perry y Mitt Romney, con el Tea Party como el juez principal que decidirá cuál de los aspirantes posee las credenciales adecuadas para portar la antorcha conservadora en unas elecciones que hoy se presentan más abiertas que nunca. Dado que la batalla se libra actualmente en el campo de la extrema derecha, Perry, gobernador de Tejas, parte con ventaja.

Perry, un conservador sin concesiones tanto en lo moral como en lo económico, se ha situado como el favorito entre los republicanos en una encuesta, esta misma semana, de The Washington Post y la cadena ABC, con un 27% de respaldo, cinco puntos por encima de Romney y muy lejos de la tercera en lista, la congresista Michele Bachmann. Ellos tres fueron las principales estrellas del debate celebrado la noche del miércoles en California entre los ocho candidatos de la oposición.

Aunque queden aún cinco meses hasta el comienzo de las primarias y más de un año hasta las elecciones de noviembre, el Partido Republicano se siente súbitamente urgido por mostrarle al país el rostro de un candidato presidencial creíble ante el desmoronamiento de la figura de Barack Obama.

Hace pocos meses, el presidente era muy difícil de batir y nadie parecía estar dispuesto en la oposición a quemarse en una batalla que se antojaba perdida de antemano. Hoy las cosas han cambiado. El presidente apenas supera el 40% de popularidad y, con una economía sin perspectivas de mejora, su reelección se ve perfectamente evitable. Es, precisamente, la falta de candidatos sólidos en las filas republicanas lo que todavía sigue haciendo más factible una nueva victoria de Obama, y ese es, por tanto, el mayor desafío que todavía tiene pendiente la oposición.

No es un desafío que se pueda resolver en el debate del miércoles ni de forma inmediata. El Partido Republicano está librando una guerra ideológica interna de la que todavía es difícil predecir en qué condiciones va a salir. El pulso mantenido este verano sobre la elevación del techo de deuda dañó la imagen de la oposición aún más que la de Obama.

El presidente aparece ante la opinión pública como un líder dubitativo e inseguro, pero los republicanos son vistos como extremistas e inflexibles. Las mismas encuestas que recogen la caída de Obama, certifican también que la popularidad del partido rival apenas supera el 20%, un verdadero récord de desprestigio.

En esas condiciones, surge Perry como un hombre relativamente conocido y que reúne unas ciertas condiciones de viabilidad como candidato y aceptabilidad del Tea Party. Bachmann es mucho más querida por el Tea Party, pero resulta inimaginable como una seria aspirante a la Casa Blanca. Romney es presidenciable, por biografía y credibilidad, pero resulta demasiado tibio para el paladar del Tea Party. Y es un paladar muy exigente. George W. Bush, por raro que parezca, sería inaceptable en el actual panorama republicano, no por incompetente sino por moderado.

Perry ha cortejado al Tea Party desde hace tiempo y no ha tenido escrúpulos en criticar las traiciones de Bush al verdadero conservadurismo, una de ellas fue el plan de rescate a los bancos en 2008, para demostrar que comulga plenamente con los principios impuestos por la extrema derecha.

Pero Perry es un político que no ha sido probado en el exigente campo de la política nacional y no se ha sometido aún a la despiadada investigación que comporta una carrera presidencial. Ya se le han descubierto, por ejemplo, ciertos devaneos izquierdistas en su juventud que le llevaron a colaborar con la candidatura presidencial de Al Gore. Sus posibilidades de progresar son tantas como las de hundirse.

Ante cualquier eventualidad, ahí queda todavía en la reserva Sarah Palin, que el pasado fin de semana en Iowa juntó tres veces más gente que Romney. No ha iniciado gestiones para ser candidato ni parece que lo hará hasta que los contendientes actuales se desgasten en un par de debates más. (Fuente: A. CAÑO, EL PAIS)

 

 

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