CUIDATE DE LO QUE HABLAS

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Sembrando Futuro

Por: Pastor Juan Arispe

 

CUIDATE DE LO QUE HABLAS

 

pag 17Santiago 3:2,8,9 “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”. 8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. 9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios”.

La Biblia habla de la lengua en el libro de Santiago, señalando que no puede ser domada, pero sí se puede refrenar.

¿Has analizado, cuando hablas, que dicen las palabras que salen de tu boca acerca de ti? Mateo 12.34 “De la abundancia del corazón habla la boca”. Es imposible que tratemos de ocultar lo que hay dentro de nosotros, cuando hablamos, con algunas personas, aun cuando no queramos expresaremos nuestros sentimientos y emociones acerca de la persona en cuestión.

La Biblia habla que “lo que contamina el hombre no es lo que come, sino lo que sale de su boca”. Es por ello, que debemos tener sumo cuidado, cuando hablamos, porque de allí pueden salir palabras ofensivas, descalificadoras, desafiantes, las cuales van a quedar grabadas en el corazón de la otra persona.

Alguien puede olvidar más fácil una agresión física que una agresión verbal, pues esta última queda grabada en el corazón. Es importante cuando hables con tu pareja o con tus hijos, pienses bien antes de decir algo. Dios es quien nos dio la facultad de poder hablar pero Él quiere que aprendamos a utilizar esa facultad de una manera que lo glorifique y sean de bendición a los demás.

Cuando leemos estos versículos, Santiago nos exhorta a que maduremos mas espiritualmente y en la palabra, así aprenderemos a refrenar nuestra lengua y por ende ser de bendición para aquellos que nos rodean y nos aprecian.

Santiago 1:19 “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. Vemos en este versículo, las recomendaciones que nos da el Señor acerca de las pautas de la comunicación, y no caer en palabrería que puedan herir o no ser constructivas.

Lo primero que nos dice es: Pronto para oír, no te distraigas, estar pendiente de lo que nos van a decir, enfocarnos en oír al interlocutor y de esa manera poder hablar y no molestarnos. Pero ¿cómo podemos hacer de esto una constante en nuestro diario vivir?. En su libro Santiago nos ofrece tres pasos en los versículos 21-25: En primer lugar, dejar de “lado cualquier inmundicia y malicia” que haya en nuestra vida y en nuestra conversación; después, “recibir con mansedumbre la palabra implantada”; es decir con humildad, tener un corazón enseñable y que quiera ser transformado y finalmente, “ser hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”.

Una lengua controlada no se produce de forma espontánea. Es un proceso el cual consiste en reemplazar lo aprendido anteriormente y reemplazar todo con las instrucciones de la Palabra de Dios. Encontramos en muchas personas, que solamente se convierten en expertos oidores, pero pésimos hacedores de lo que escuchan. Hay mucha gente que asiste a conferencias, retiros, sobre cómo mejorar las relaciones intrafamiliares y pareciera que lo que oyen les entra por un oído y les sale por el otro, no hay retención y si no hay retención por supuesto no habrá cambio.

Muchas veces pensamos que los chismes, las mentiras, la ira contra las personas que están con nosotros, cuando ridiculizamos a otros, nos quejamos y criticamos, y utilizamos palabras que destruyen en vez de edificar; no es algo que desagrada al Señor y por ende nos seguimos viendo como cristianos maduros que amamos y adoramos al Señor.

Santiago 1:26 “Si alguien se cree religioso pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada”. Continúa diciendo las escrituras en el libro de Santiago que la lengua es “un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal” (v. 8). Si no se controla, puede ser tan destructiva como una chispa que enciende un gran bosque (v. 5). Santiago dice que la lengua no puede ser domada, en otras palabras, hacerla libre de culpa y mansa. En cambio, nos dice que la refrenemos. Si nuestras palabras son controladas y dirigidas por el Espíritu Santo, se ajustarán a la descripción de la sabiduría de Dios en el versículo 17: Es “primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía”.

 

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