John Blankerbaker, el hombre que creó la primera computadora personal de la historia

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TECNOLOGIA

John Blankerbaker, el hombre que creó la primera computadora personal de la historia

 

PAG 22FUENTE: BBC POR BILL WILSON

Cuando se escriba la historia definitiva de la computación, incluirá nombres que nos son tan familiares como Olivetti, Apple e IBM. A todas esas compañías se les reconocerán las innovaciones desarrolladas en las décadas de 1960 y 1970.

¿Pero estará entre esos nombres el de John Blankenbaker? Y más allá, ¿recordarán las nuevas generaciones su rompedor invento, la computadora Kenbak-1? Salió a la venta en 1971 y el Computer History Museum y la American Computer Museum lo consideran el primer “ordenador personal comercialmente disponible”.

Se empezó a vender cinco años antes que el Apple 1, la primera computadora de Apple Computer Company, diseñada y ensamblada por el pionero de la informática Steve Wozniak.

De hecho, el cofundador de Apple, Wozniak, fue miembro del panel de expertos que le otorgó al Kenbak-1 ese estatus en 1987.

“PEQUEÑA Y ASEQUIBLE”

Blankenbaker, entonces ingeniero informático y consultor, armó la máquina en su casa de Brentwood, en California, EE.UU, en 1970. “Tenía poco dinero y decidí que era hora de construir una pequeña computadora que se la pudiera permitir todo el mundo”, le dice a la BBC.

“No utilicé ningún microprocesador e hice todo el trabajo en mi garaje”.

Eran los inicios de la computación de oficina e incluso los dispositivos más pequeños costaban miles de dólares. Así que el objetivo de Blankenbaker era crear una computadora simple que pudiera salir no más de US$500.

Y cuando la logró, a diferencia de los ordenadores para jugar que en aquel entonces se vendían como un kit o un conjunto de elementos, la vendió como una sola pieza.

Quería una máquina educativa, que satisficiera a los usuarios con programas simples y que enseñara tantos conceptos de programación como fuera posible. “Pensé en el Kenbak como en una introducción asequible al estudio de la programación informática”, recuerda.

Mostró su prototipo por primera vez en una convención de maestros en el sur de California. Y cuando salió a la venta buscó a sus clientes entre las escuelas. Sin embargo, hoy considera aquel enfoque un error. “Debíamos habernos dirigido a la gente que la querría para ocio”, dice. “Tardan demasiado en aprobar los presupuestos de las escuelas”, reflexiona.

“Mi error fue de marketing, pero la máquina fue un éxito a su limitada manera”. Al final, por los costos que implicaba fabricarla, la computadora terminó vendiéndose por US$750 (el equivalente a US$4.400 en 2015).

Pero podría considerarse una inversión, ya que un prototipo del Kenbak-1 alcanzó los US$31.000 en una subasta de la casa Bonhams de Nueva York la semana pasada. Para cuando la empresa Kenbak cerró sus puertas en 1973, había producido 50 computadoras.

Y Blankenbaker recuerda que además de los de EE.UU., también tuvieron compradores de Francia, España, Italia, México y Canadá.

CHAPUZAS E INSPIRACIONES

Blankenbaker, hoy de 85 años y retirado en Chadds Ford, Pensilvania, le nació el interés por las computadoras en la década de 1940, en su primer año como estudiante de física. “Estaba en la Universidad del Estado de Oregón, en 1949, cuando leí sobre eniac“, recuerda.

Se refiere al Electronic Numerical Integrator And Computer (Integrador Numérico Electrónico y Computador), la primera computadora electrónica para propósitos generales. Fue presentada en 1946. “Esto me inspiró para diseñar un dispositivo de computación”, dice. “Fue una chapuza, pero me suscitó el interés por los ordenadores”, reconoce.

Después de su experiencia con el Kenbak-1, el ingeniero trabajó para los fabricantes de computadoras Symbolics –hoy desaparecido– y Quotron, antes de retirarse en 1985. Dice que no hizo mucho dinero con la aventura y que uno de sus errores fue subestimar el nivel de desarrollo que alcanzaría la alta tecnología. “En 1970 no tenía la visión de lo que el futuro nos iba a traer”, reconoce. “Siempre pensé que el desarrollo técnico del momento era el máximo al que se podía aspirar”.