EL EVANGELIO EN MARCHA
Esperanza en las tinieblas
Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)
Estoy agotado de tanto esperar a que me rescates pero he puesto mi esperanza en tu palabra. Salmo 119:81 (NTV)
El fuego del sufrimiento hace brillar el oro de la esperanza. Una de las obras maestras del arte es el cuadro del pintor y escultor inglés George Frederic Watts (1817-1904) que se exhibe en la galería de arte de Londres, y cuyo título son dos palabras: La esperanza. Es una joven muy bella sentada sobre el globo terráqueo; en sus manos tiene un laúd cuyas cuerdas están rotas, menos una. Sus ojos están vendados, pero sus delicados dedos se posan sobre la única cuerda que no está rota; ella inclina graciosamente su cabeza sobre el laúd, como si estuviese presta a captar la nota que ha de emitir la cuerda.
En la concepción del artista, la esperanza es aquello que el ser humano nuca debe perder. Pues bien, en la estrofa del canto del Salmo 119 que estamos considerando en nuestra meditación de hoy, el salmista –posiblemente el rey David- muestra que está rodeado de enemigos; él ha confiado su aflicción a Dios, y para ello, utiliza imágenes muy expresivas: “Estoy agotado de tanto esperar a que me rescates pero he puesto mi esperanza en tu palabra” (v.81); el salmista ha estado deprimido y dice: “Estoy arrugado como un odre viejo pero no me olvidé de obedecer tus decretos” (v.85).
En efecto, en medio de aquella oscuridad, un rayo de luz penetra iluminándolo todo; es la esperanza, y precisamente, esa esperanza es la Palabra de Dios: “He puesto mi esperanza en tu palabra (…) pero no me olvidé de tus decretos (…) todos tus mandatos son confiables (…) pero me negué a abandonar tus mandamientos”, el salmista parece decirnos: ¡No importa el tamaño del problema, sino el tamaño del Dios en el cual he creído! ¡Dios es quien la Palabra dice que es; Dios puede hacer lo que la Palabra de Dios dice que puede hacer! ¡Yo soy quien la Palabra de Dios dice que soy: Un hijo de Dios!, por lo tanto, confiando en su Palabra: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13).
Aunque los problemas estén allí, y a veces, mis emociones me traicionen, no me dejaré dominar de ellas, sino que haré, lleno de fe, esperanza y amor, ¡que la Palabra de Dios siga viva y activa en mí! Todavía espero escuchar el precioso sonido de la última cuerda: La voluntad de Dios. Pase lo que pase: “… entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2b).
La esperanza es un rayo de luz en medio de las tinieblas; es una continua expectación de que lo mejor está en el horizonte, y la Biblia llama a esta virtud “la bendita esperanza”; no se nos ha prometido a los cristianos nacidos de nuevo que viviremos en un lecho de rosas, y debemos echar bien fuera de nosotros, por inútil, la duda que nos lleva a la desesperación, al temor y a la depresión; como le escuché decir al admirado hermano Adrian Rogers en medio del sufrimiento de su enfermedad, que finalmente lo condujo a la muerte: “El pesar mira hacia atrás, la preocupación mira alrededor, pero la esperanza mira hacia arriba”.
El proceso natural del cristiano nacido de nuevo y su vida normal en el camino hacia lo eterno, no es ir de placer en placer, de prosperidad en prosperidad -puesto que son temporales y que el mundo nos promete-, sino de esperanza en esperanza; ciertamente “la fe, la esperanza y amor vivirán para siempre con nosotros”, pero la mayor de estas virtudes es el amor (1 Corintios 13: 13). En cuanto a Dios, Él es amor (1 Juan 4:16), y en medio de nuestras luchas aquí, nunca volteará su rostro, si le buscamos, porque un rayo de luz nos iluminará para siempre: la esperanza. Así, concluye el salmista: “En tu amor inagotable, perdona mi vida; entonces podré continuar obedeciendo tus leyes” (v.88).
ORACIÓN: SEÑOR, creó en ti cuando el sol brilla, pero también creo en ti en medio de las tinieblas de la vida, porque sé que enviarás un rayo de esperanza. Ayúdame a perseverar en medio de la prueba, y con ello ser la esperanza contagiosa de los otros. En el nombre de JESÚS. Amén.
PERLA DE HOY: El fuego del sufrimiento hace brillar el oro de la esperanza.