¡Convierte tus problemas en perlas!

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EL EVANGELIO EN MARCHA

¡Convierte tus problemas en perlas!

Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)

PAG 17 PERLASUstedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien. Él me puso en este cargo para que yo pudiera salvar la vida de muchas personas. Génesis 50: 20 (NTV).

 

Gary Smalley en su libro “Amémonos siempre”, me ayudó a interpretar la parábola moderna sobre la perla. En efecto, me llevó a descubrir que el origen de una perla es la clave para entender la parábola. Todas las perlas se encuentran en ostras. Aunque hoy en día se cultivan, el valor de una perla natural, es superior. ¿Cómo se forma? en el fondo del mar las ostras nacen y crecen tranquilas, pero a veces se forman verdaderas tormentas de arenas a su alrededor, el molusco se abre para respirar y comer, pero la tormenta introduce, por accidente, un granito de arena en su organismo.

Esta es una experiencia muy dolorosa para la ostra, porque le irrita todo el organismo, pero, como defensa a su dolor, la ostra emite una sustancia llamada nácar. En el nácar hay cristales que cubren el grano de arena, y allí viene el valioso resultado: ¡Surge la perla!, y esta es la enseñanza: que algo bello, precioso y muy valioso, surge del dolor y del sufrimiento inicial.

Desde luego, en la Sagrada Escritura encontramos muchas ilustraciones sobre este punto de encontrar la perla en el problema, por ejemplo, la historia de José y sus hermanos es una de mis favoritas. Entre los famosos convertidores de males en perlas, ninguno como José. De hecho, José es poseedor de un carácter sin igual por lo cual es prototipo de JESÚS en el Antiguo Testamento. José sabía que Dios tenía un plan para su vida, desde que tuvo un sueño de lo que Dios haría con él. José injustamente es humillado, vendido, tentado, encarcelado y olvidado.

Sobre José los problemas vienen unos tras otros, a pesar de ser un hombre que hacía el bien. Pero nadie ni nada desvía a José del camino de honrar a Dios en medio de tantas pruebas, así  la Palabra de Dios afirma: “El Señor estaba con José”. De esta manera, la historia sobre la vida y sufrimientos de José, tiene un final feliz. José es exaltado a un cargo administrativo en Egipto pero el poder no le hizo perder la cabeza, y perdona ampliamente a todos aquellos que le habían hecho mal. ¡José convirtió sus problemas en perlas!

Ciertamente nuestros problemas personales, muy a menudo, no son causados por alguna persona de nuestro entorno, ni por catástrofes naturales, ni aún por el temible Satanás, la raíz de todos nuestros problemas yace en nosotros mismos, en nuestra actitud frente a la vida, en cabos sueltos que nunca atamos, en paréntesis que nunca cerramos, pidiendo perdón o perdonando.

A muchos los guía la ira por un carácter sin domar y un resentimiento sin freno; todo esto nos hace más daño a nosotros mismos que a los demás, porque hace mucho tiempo, quizás, nos hicieron daño, pero ellos continúan sus vidas felices, mientras nosotros somos torturados por el verdugo rencor.

Ahora bien, Esas emociones negativas, esas “pasiones combaten” dentro de nosotros, y llegamos a ser sus esclavos, en vez de sus dueños: “¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? Pues de los malos deseos que siempre están luchando en su interior.” (Santiago 4:1 DHH).

Ahora bien, perdónenme que recurra a una experiencia personal, pero será mejor que lo diga aquí. Cuando yo tenía nueve años, mi mundo era el campo en el cual nací, mis padres, mis hermanitos, mi abuelita y mis tíos. Amaba mi campo, pero, mis padres no pudiendo hacer frente a una situación de mi salud, con todo el dolor que les causaba mi separación, me entregaron a un familiar que vivía en la ciudad capital de mi país – por cierto, muy cerca del Hospital de Niños- ¿cómo me separaron de mi núcleo familia?: me engañaron llevándome de paseo; me despedí de mi madre, pero me aferré a ella, porque algo me decía que en aquella tarde nos separaríamos; un primo me entusiasmó a salir y fuimos de paseo, cuando regresamos, mi madre no estaba allí. Puedo recordar, a  sesenta y un años de aquella experiencia, que las doce horas que en ese entonces se hacía a la gran ciudad, no bastaron para impedir ni agotar mis lágrimas.

Les confirmo que no fue fácil desde aquel día enfrentar mi infancia y adolescencia entre extraños. Por aquel tiempo, entonces, hice una resolución, no dejaría que esa experiencia me dañara; una vez que nací de nuevo por el poder del Evangelio, Dios puso amor y comprensión hacia todos aquellos envueltos en una situación. ¡No sería quien soy, si el Señor no me hubiera permitido pasar por aquella prueba! Con la ayuda del Señor, cualquier circunstancia de la vida por la que estés pasando: ¡Convierte tus problemas en perlas!

PERLA DE HOY: Si Dios es lo único que tienes en el camino de la vida, vas con buena compañía.