EL EVANGELIO EN MARCHA
El camino por recorrer
(DEUTERONOMIO 8:1-10)
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor
INTRODUCCIÓN: La vida cristiana se concibe como un “largo viaje”, interrumpido solamente por algunas paradas que llegan a ser necesarias, con el propósito de mejorar el camino hasta que lleguemos al hogar eterno, nuestro puerto final. Los héroes de la fe de Hebreos 11 dan testimonio de ese largo camino. Al patriarca Abraham se le dijo que saliera de su “tierra y su parentela” y emprendió un largo camino que lo condujo a la tierra prometida antes de ser conquistada. De él se dice que “siendo llamado obedeció”, y recorrió el camino sin saber a dónde iba, pero lo hizo por fe, como serán todos los viajes de un legítimo creyente. De ese largo camino no regresó jamás, pues murió en la tierra donde llegó. Allí quedó Isaac, después Jacob y luego las doce tribus que formarían a Israel, después de cuatrocientos años de esclavitud en Egipto. Posterior a esto Dios llamó a Moisés para que continuara el camino de la promesa. Fue él quien sacó de la tierra de la esclavitud a Israel y comenzó el camino de cuarenta años hacia la tierra que “fluye leche y miel”. Pero antes de seguir el viaje, y en virtud de la negativa divina de acompañarles por el pecado de la idolatría de Israel, hace una oración que debe ser nuestra cuando estamos también por recorrer lo que será un nuevo camino: “Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de este lugar”. Estamos consientes, al igual que Israel en la conquista de la tierra prometida, lo que significa un nuevo desafío frente a lo que está por delante. Estamos claros que hay gigantes que derrotar, peligros que enfrentar, tentaciones que vencer y una gran ciudad por alcanzar. Pero la misma promesa que se le dio a Josué antes de seguir, se la da también a la iglesia de hoy: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Jos. 1:9). Propongo que nos enfoquemos hoy en el camino por recorrer, usando los mismos principios que Dios le dio a Moisés para que entraran en la tierra prometida según Deuteronomio 8:1-10. Hablemos de los cuatro recordatorios que Dios nos deja para todo el camino por recorrer.
- EN EL CAMINO POR RECORRER DIOS NOS RECUERDA LAS LECCIONES DEL CAMINO RECORRIDO
- Aflicciones y pruebas v. 3b. Israel duró cuatrocientos y más años en Egipto, viviendo como un pueblo esclavo. Eso hizo de ellos una nación sumisa y dependiente. Como quiera que haya sido su condición de esclavos, se acostumbraron a un estilo de vida propio de un país pagano, pero también a tener un sustento seguro que fue anhelado por ellos cuando estando en el desierto se quejaron contra Moisés y contra Dios, diciendo: “Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, de los melones, los puerros, las cebollas y los ajos” (Nm. 11:5). Por supuesto que en el desierto no tenían esas exquisiteces. Israel fue llevado al desierto, el lugar de la prueba. El asunto es que si Dios va a formar a un pueblo santo, celoso de buenas obras, tiene que pasarlo por el desierto para que allí deje su vida vieja y aprenda a depender de Dios y recordar que no solo de pan vivirá el hombre v. 3. Debemos recordar que las pruebas tienen el propósito de prepararnos para mejores tiempos. Israel tuvo que comer la comida del cielo antes de comer la comida de su nueva tierra. En el camino recorrido nos damos cuenta que las pruebas sirvieron para ser mejores siervos. En esto si debemos recordar el pasado.
- Un corazón examinado v. 3c. La expresión “para saber lo que había en tu corazón” nos hace pensar cuan interesado está Dios en conocer cuáles son las verdaderas intensiones de nuestro servicio a él y a su obra. Por supuesto que Dios conoce anticipadamente que es lo que hay en nuestros corazones. Lo que se pone de manifiesto acá es que él quiso probar la obediencia o desobediencia de ellos en un momento tan importante de su historia. Fueron llevados al desierto donde no tenían otra alternativa, o confiaban en Dios o murmuraban contra Dios. Esto es muy significativo. Todos nosotros hemos sido llevados algún desierto, así como nuestro Señor también lo fue. Y es allí donde Dios obra para examinar el camino en que hemos andado. Si él permitió alguna aflicción en el pasado, su único fin fue examinar lo que había en nuestros corazones. Necesitamos pensar detenidamente en la importancia que tiene esta acción divina. El camino por recorrer demanda de un corazón examinado, probado. No podemos servir al Señor con un corazón dividido. David pedía a Dios que examinara su corazón (Sal. 139:23, 24) y su hijo Salomón nos dice que sobre toda guarda, guardemos el corazón (Pr. 4:23).
- EN EL CAMINO POR RECORRER DIOS NOS RECUERDA LA PROVISIÓN QUE TUVO EN EL PASADO
- La comida que no conocías v. 3. Los caminos que el Señor nos ha permitido andar han estado llenos de su providencia y de su gracia con los que nos ha guardado y cuidado hasta hoy. Un ejemplo de eso fue la forma milagrosa cómo sostuvo a su pueblo por cuarenta años en el duro desierto. Es cierto que él mismo sometió a su pueblo a hambre, pero eso era un medio correctivo. El texto nos dice que les sostuvo con el maná del cielo. Esto es muy alentador. Dios no mandó caravanas de Egipto llenas de la comida que ellos tanto amaban. Les mandó el maná, la comida que tenía los nutrientes básicos para sostenerlos en tan duras condiciones. Mis hermanos, cuando tenemos que recordar el camino recorrido, una sola cosa queda clara: Dios ha sido fiel en sostenernos. Sus despensas celestiales jamás se agotan. Su provisión es fresca cada mañana como son sus misericordias. La provisión divina del pasado es garantía de la provisión en el futuro. El Dios que sostuvo en el desierto con mayor razón sostendrá en la tierra que “fluye leche y miel”. Y en esto tenemos el recordatorio divino que el sustento que más necesita nuestra vida no es tanto el material sino el espiritual. De allí que “no solo de pan vivirá el hombre”.
- El vestido que nunca se envejeció v. 4. Si bien es cierto que los israelitas llevaron varias mudas de ropa y de calzado al salir de Egipto, las cuales harían por algún trueque, pues ellos poseían cueros de lana y otros utensilios, lo cierto es que al final esa ropa y calzado se acabaría. Una de las cosas que sabe un hijo de Dios es que su capacidad para sostener y cuidar a sus hijos en todas las circunstancias. Es por eso que el texto dice que “tu vestido nunca se envejeció… ni el pie se te ha hinchado…”. Ningún sastre ha hecho un vestido como Dios, ningún zapatero ha hecho un calzado como Dios. De esta manera tenemos que el que creó el vasto universo, también tiene la forma cómo sostenerlo. Note esto. Si Israel era una nación que podía llegar a unos dos millones de personas, el que Dios haya vestido y calzado a todos forma parte de la promesa que más adelante escribiera el apóstol, cuando dijo: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que haga falta”. El creyente sabe que su Dios es todopoderoso para cuidar de él en su desierto o en la tierra prometida. Jesús después diría que no nos preocupáramos por el vestido y que en lugar de eso buscáramos el reino de Dios y su justicia. Si Dios lo hizo en el pasado ¿no podrá hacerlo hoy?
III. DIOS NOS RECUERDA EL LUGAR DE SU PALABRA PARA TODO ÉXITO
- Hay que guardar la palabra v. 6. Todos sabemos la diferencia entre leer y guardar la palabra. Usted podrá leer siempre, pero si no la guarda, ella no cambiará nada en su vida. El salmista (y si fue David con mayor razón), nos ha dejado una poderosa razón por la que debemos guardar su palabra: “En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti” (Sal. 119:9).
- Cuidarás de ponerla por obra v. 1. Esto requiere de especial dedicación del cristiano. Somos muy dados a cuidar con prontitud nuestros intereses. Pero, ¿qué tanto lo hacemos con la palabra? A Israel se le instruyó sobre la necesidad de practicar la palabra de Dios como garantía de su más rotundo éxito espiritual y material. Los resultados no podían ser mejores: “…para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres”.
- DIOS NOS RECUERDA LAS BONDADES DE LA TIERRA QUE NOS ESPERA
- Tierra de abundancia para consumir vv. 8-10. Amados hermanos, las promesas de Dios siempre tienen esta característica. Dios jamás ha hablado en términos de escasez. Si la tierra prometida es sinónimo del cielo que nos espera, entonces la abundancia de los productos que se cosecharán acá son una gráfica descripción que lo que le espera al pueblo de Dios siempre será lo mejor. Esta es la visión que debemos tener como hijos de Dios. Vea, pues, como Moisés les ordena a Israel que miren adelante, a Canaán: la tierra de la abundancia. El camino por recorrer es una invitación para ver la gran siembra y cosecha en la tierra que Dios nos da ahora. Y lo bueno de esa promesa es que Dios ha dicho que “no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella…”. Me gusta pensar en la iglesia del evangelio como la Canaán de nuestros tiempos, regada por el Espíritu con sus dones y su gracia para dar frutos como se describen acá. Es gratificante pensar que Dios nos invita a dejar nuestro “desierto” para introducirnos en nuestro “Canaán”. La iglesia nació para vivir en esa tierra de abundancia. Ha sido plantada en tierra fértil. Tiene los recursos de la palabra y el Espíritu. Salgamos hoy a conquistarla. Amén.
CONCLUSIÓN: Mis amados hermanos un camino por recorrer está delante de todos nosotros. El camino recorrido ha quedado atrás. Hablando en términos eclesiásticos podemos decir que la iglesia del Señor ha salido del mundo (Egipto), luego entró al desierto (las pruebas) y ahora ha sido invitada a entrar a Canaán (el lugar de la abundancia). Pero antes de entrar allí el Señor nos ha dejado un recordatorio que es la clave para que el camino por recorrer esté lleno de victoria. El Señor nos recuerda las lecciones en el camino recorrido, nos recuerda la provisión con la que nos sostuvo hasta acá vista en el maná y en el vestido no envejecido, nos recuerda el lugar que ocupará la palabra de Dios y finalmente nos recuerda las bondades de la tierra por conquistar. La promesa es que Dios nos introduce “en la buena tierra”. Ya el Señor entró en ella, sigamos sus pisadas. La orden que se nos da es esta: “ahora, pues, levántate y pasa este Jordán…”
Si usted quiere comunicarse con el pastor Julio, llámelo al (571) 251- 6590 o escríbale a pastorjulioruiz55@gmail.com