¿Qué pasó con los demás?

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EL EVANGELIO EN MARCHA

¿Qué pasó con los demás?

LUCAS 17: 11-19

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor

 

INTRODUCCIÓN: ¿Por qué cree usted que no regresaron los otros nueve leprosos para darle las gracias a Jesús? Bueno, imaginémonos la escena y pensemos en algunas de estas excusas   baratas.  A lo mejor uno de ellos se acordó que había dejado a sus hijos muy pequeños cuando le comenzó la lepra y estaba ansioso por verlos. Otro se acordó que por su enfermedad había perdido su empleo y era hora de recuperarlo. Un tercero añoraba el día para ver a sus amigos de la infancia y no quería perder más tiempo para saber de ellos. Otro  habría tenido una novia y ahora regresa para ver si todavía está allí y mostrarse que ahora está limpio para ella. El quinto de ellos reaccionaría, diciendo, que antes de esa enfermedad había comenzado a estudiar, por lo tanto era hora de regresar a clases. Es posible que el sexto fuera un deportista antes de vivir en esa condición, y como ahora está sano, quiere regresar para hablar con el manager para que lo acepte en su equipo. A lo mejor el séptimo era un hombre de negocios y no veía la hora de regresar allí. Es posible que el octavo hombre era un religioso, a lo mejor un levita, y que al verse ahora limpio corre pronto para hablar con el sacerdote para recuperar su trabajo como ministro de Dios. Y finalmente, el noveno hombre pudo ser un pescador y al verse limpio regresa a sus barcas para hacer su antiguo oficio. Bueno, la verdad es que no sabemos por qué no regresaron los nueve. Así que la pregunta de Jesús era necesaria, pues solo uno de ellos regresó para dar las gracias. Amados, esta historia se repite siempre. La humanidad busca el “favor” divino pero una vez encuentra cómo satisfacer su condición, no regresan para darle las gracias a Dios. Y el creyente no escapa a esta verdad. No somos tan agradecidos. La presente historia es única en la Biblia. Está llena del más asombroso de los resultados. Esta historia habla de un pecado que no es tan escandaloso como otros que se llama la ingratitud. Ser sanado de lepra, considerada como la peor enfermedad que haya existido y no regresar al dador de la sanidad, nos revela ese lado tan incomprensible del ser humano. Consideremos las distintas lecciones que nos revela esta asombrosa historia.

 

  1. CÓMO EL DOLOR UNE A LOS HOMBRES CUANDO SUFREN LA MISMA MISERIA

 

  1. Todos igual en el dolor v. 12. La primera observación que hacemos de esta historia es que los sufrimientos de la vida nos ponen a todos en un mismo nivel de igualdad. No importa la posición de la cual se goce, las tragedias de la vida nos unen y nos hacen ver cuán poca cosa somos cuando pasamos por el valle del dolor y la miseria. ¿Quiénes conformaban aquel miserable grupo que salió al encuentro de Jesús? Pues al parecer eran nueve judíos y un samaritano. No se sabe nada de esos diez leprosos. No hay registros de su trasfondo social. No sabemos quiénes eran antes de ser tocados por semejante enfermedad. Pero están unidos en su dolor. Ahora mire la escena. Las noticias acerca de Jesús ya eran notorias, de allí que cuando él pasa entre Galilea y Samaria fue la oportunidad de sus vidas para venir a su encuentro. A estos hombres que habían sido excluidos de la congregación, la sociedad y la familia, tenían que permanecer lejos de alguien, anunciando que eran leprosos. De allí que el Dr. Lucas nos registra ese detalle tan significativo. Parece una paradoja que sea el dolor que une muchas veces a los hombres, mientras tanto hay una gran indiferencia. Como quiera que sea aquí vemos que en el dolor Jesucristo sigue siendo la única esperanza.

 

  1. Todos igual en el clamor v. 13. Estos diez hombres habían oído hablar de Jesús. Alguien tuvo que contarles lo que él había hecho con otros enfermos. A estas alturas ellos tenían que saber acerca de la sanidad de otros leprosos (5:12-16), y cómo ahora estarían  integrados a la sociedad por el toque de  Jesús. Así que  esta es la hora para ellos. No podían pasar este momento. Por cuanto Jesús se dirige a Jerusalén donde iba a ser crucificado, nunca más pasaría por allí. La desesperación de la lepra les lleva a unirse en un solo coro de clamor. ¿Por qué la miseria reúne a las personas y las confunde en un solo clamor? Porque el dolor humano, que no conoce barreras, lleva a niveles de desesperación y busca en oración audible y hasta desesperada por al Señor de la misericordia. Observe los nombres que usan los leprosos para dirigirse al Señor: “Jesús, Maestro”. Nadie salvaría como lo haría Jesús, de allí su nombre. Pero nadie enseñaría como lo hizo Jesús. Sin embargo ellos vieron algo más allá de estos nombres cuando dijeron a una sola voz: “Ten misericordia de nosotros”. No había egoísmo en esta petición. La misericordia de  Dios no se hace esperar. Pero, ¿corresponde el hombre a esa misericordia?

 

  1. ¿POR QUÉ NO ES SUFICIENTE SER SANADO DEL CUERPO?

 

  1. Miremos la obediencia parcial v. 14a. Jesús usó muchos métodos para sanar a las personas. ¿Por qué no respondió en ese momento el clamor de todos ellos? ¿Por qué no les dio la orden directa de sanidad como los hizo en otros casos? Porque Jesús prueba los corazones. El busca en cada “paciente” fe para ser sanado y para ser salvado. Hasta esta parte podemos ver que los diez hombres salieron a ver al sacerdote. No sabemos que pudieran estar pensando. Si alguno de ellos fue como Naamán el leproso que se quejó contra Eliseo (2 Re. 5) a lo mejor dijo: “¿Por qué Jesús no nos sanó de una vez?”. Nadie sabrá lo que había en los pensamientos de esos hombres, pero una cosa si dominó aquella búsqueda: Jesús les dijo que fueran, y si él lo dijo entonces había que obedecerle. Así que ellos fueron, y ¡sorpresa! Mientras iban quedaron limpios como la piel de un niño. Imagínese la escena. Véalos saltar de gozo. Véalos abrazarse. Véalos correr a los sacerdotes para que les dieran el visto bueno de su sanidad. Véalos ir de un lado para otro, pero menos para Jesús. Así es el hombre. La ingratitud jamás  reconoce al Dador.

 

  1. Sanados pero no salvados v. 14b. Esta historia es sorprendente. La manera cómo termina todo parece algo de película. Los diez hombres fueron limpiados. Observe cómo Lucas le pone su sello de médico al decirnos: “Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados”. Hubo un milagro colectivo. Jesús les sanó en la distancia. Después de mucho tiempo ahora esos cuerpos no hedían. Las ropas andrajosas fueron cambiadas por ropas limpias y lavadas, propia de un cuerpo nuevo. Jesús trajo sanidad a esos cuerpos casi podridos. Y es que así es la obra del Señor. Nada como su poder para sanar al enfermo y al despreciado. Estos hombres clamaron por misericordia y les fue dada, y en abundancia. Pero, ¿qué paso con ellos? La historia nos hablará después de nueve hombres limpiados, pero no salvados. ¿Puede pensar en las implicaciones de esta condición? Los nueve leprosos siguieron a Jesús mientras lograron resolver su problema. Esto no ha cambiado nada. Tenemos multitudes que vienen a Cristo para resolver sus problemas. Pero una vez hecho eso no regresan. Esa experiencia la vivió José cuando estuvo en la cárcel e interpretó el sueño al coopero, pero este se olvidó de él (Gn. 40:9-15). ¡Seamos agradecidos!

 

III. SOLO LOS HOMBRES AGRADECIDOS REGRESAN AL DADOR DEL REGALO

 

  1. Regresando a quien hizo el milagro v. 15ª. Cuando el samaritano se dio cuenta que había sido limpiado dejó de correr al sacerdote. Este hombre, como el resto de los judíos, sabía de ese rito. Los sacerdotes conocían muy bien las estipulaciones de la ley sobre el tratamiento de la lepra (Lv. 13). Sólo ellos podían declarar limpio e integrar a la sociedad al que era inmundo por la lepra. Pero este hombre regresa primero a Cristo. Al final, fue él y no el sacerdote el que le había limpiado. ¿Y cómo no agradecer a la persona que hizo posible que renaciera la alegría, la esperanza y la integración a la vida que esta enfermedad le había negado? ¿Cómo no regresar a Jesús el único que tuvo misericordia de él? ¿Cuáles son los beneficios de reconocer siempre la fuente de nuestra gratitud? ¿Cómo no agradecer al que hizo el milagro?

 

 

  1. LA QUEJA DIVINA ANTE LOS HOMBRES MAL AGRADECIDOS

 

  1. “¿No son diez los que fueron limpiados?” V. 17. Las matemáticas del Señor son exactas. Él vio a diez hombres que salieron a su encuentro para ser sanados, pero ahora solo uno ha venido con gratitud. Los otros nueve que fueron sanados se  habían saciado de las bendiciones de Dios, pero al final estaban tan perdidos como el resto de la nación de Israel (v. 17). En esta historia de ingratitud se cumple lo que Juan dijo en su libro: “A los suyos vino, y los suyos no le recibieron…” (Jn. 1:12).  Aquel fue otro símbolo del rechazo de Israel. Note cómo el v. 18 es muy parecido a lo que Jesús expresó en el 7:9, cuando Jesús se maravilló por la fe expresada por el centurión romano, declarando que ni aún en Israel había hallado tanta fe. Y esa fe no sigue siendo tan común en nuestro tiempo. Los nueve leprosos limpios representan a esa humanidad fría e indiferente, que buscan su propio bien. ¿Qué es lo que mueve al buscar a Jesús? ¿Se quejará también el Señor de cada creyente por su falta gratitud y hasta indiferencia?

 

  1. Y los nueve, ¿dónde están?” v. 17b. Jesús no tolera la indiferencia. Los hombres están bien equivocados si piensen que él pasa por alto esa actitud de indolencia con la que muchos actúan frente a sus bondades y misericordias. Vea cómo Dios le ha rodeado de “favores y misericordias”. Pregúntese ahora mismo: ¿Puedo venir ante él y postrarme en gratitud regresando a él parte de lo que me ha dado?

 

CONCLUSIÓN: La presente historia envuelta en este escenario de ingratitud debe ser cambiada por las palabras del salmista, quien al ver cómo Dios le había rodeado de tantas bendiciones, dijo: Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila” (Sal. 103:1-3). ¿Con cuál de los diez leprosos limpiados se identifica usted?

Si usted quiere comunicarse con el pastor Julio, llámelo al (571) 251- 6590 o escríbale a pastorjulioruiz55@gmail.com