Contando los días con sabiduría

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Contando los días con sabiduría

(SALMO 90)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor

pag-20INTRODUCCIÓN: La llegada de un fin de año nos lleva a la obligada pregunta: ¿Qué uso le hemos dado a la vida que Dios nos dio? ¿Qué hicimos este año que honró o deshonró al Señor? ¿Cuál será el balance final de nuestras vidas al término de este lustro pasado? ¿Como llegamos al final de este año? Se nos ha dicho que el tiempo es el mejor juez que evalúa nuestras decisiones y nuestras acciones. Esto lo decimos porque hay muchas personas que desperdician su preciosa vida en situaciones pueriles del diario vivir. Es una falta de sabiduría, de prudencia y de justicia no darle a la vida el uso que Dios espera que hagamos de ella. El presente salmo es todo un desafío que nos presenta en una manera contrastada lo temporal y lo  eterno. Es un salmo que le pertenece a Moisés, el mismo autor de los primeros cinco libros de la Biblia. Moisés conoció muy bien  las edades  traducidas en días y años.  Él  hace alusión a los días que pasamos en la tierra bajo una visión fugaz, pero también a lo que significan  los días bajo la visión divina. Sobre el paso de los días y los años, John Haggai  ha dicho: “El ayer es un cheque cobrado; el mañana es un pagaré. Hoy es efectivo en manos para usarlo; inviértelo”.  Moisés vivió 120 años. Su vida tuvo tres etapas. Los primeros 40 años los vivió en Egipto donde se educó con los mejores estudios de la época; eso le hizo ser poderoso en sabiduría y en palabras (Hch. 7:22). Después pasó 40 años el desierto, pastoreando las ovejas de su suegro Jetro; eso lo hizo dócil y manso. Y sus últimos 40 años los dedicó a pastorear a una nación de unos dos millones de personas. De modo, pues, que cuando él dijo: “Ensénanos a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría…”  tenía autoridad para hacer esta petición. Cuando contamos  nuestros días, según la contabilidad de Moisés, encontramos una gran aprendizaje. Consideremos cuáles son.

 

  1. CUANDO CONTAMOS LOS DÍAS CON SABÍDURIA APRENDEMOS QUE NUESTRO DIOS NUNCA CAMBIA

 

  1. Antes de todo él es Dios (v. 2, 4). Cuando más avanzamos en nuestra edad, más descubrimos la eternidad de Dios. Mientras el hombre descubre más galaxias, no solo se da cuenta cuán grande es Dios, sino también cuán eterno es  Él. ¿Desde cuándo existe Dios? Bueno el texto nos da una idea, al decirnos: Antes que naciesen los montes Y formases la tierra y el mundo…”.  Este texto confirma que no hubo un tiempo cuando Dios no haya existido ni tampoco habrá un tiempo cuando Dios no existirá.  El hombre es hijo del tiempo; Dios se mueve en la eternidad. Él es tan eterno que la eternidad no alcanzará para conocerle. Es por eso que el salmista dice que: “Mil años delante de tus ojos son como el día de ayer que pasó…” v. 4.  ¿Cuántos años tiene el universo? Bueno, lo primero que decimos es que no es tan viejo como lo hace ver la ciencia. Los millones o miles de millones que le ponen a ciertos descubrimientos, no es sino el capricho de ideas y postulados, pero que no tienen asidero cierto. Pero aún si el universo fuera tan viejo, para el Señor son pocos días. Recordemos que él es el YO SOY. La verdad es que cada año que pasa nos vamos adentrando a esa eternidad. Dios es el etero “yo soy”. En eso conciste su eternidad.

 

  1. El Dios de cada generación v. 1. Dios ha tenido cuidado de su creación “de generación a generación”. Mateo y Lucas nos hablan de esas generaciones comenzando de Adán hasta el mismo Cristo. Los expertos en otros estudios (distinto a las suposiciones científicas) ubican la edad de la tierra en unos 6.000 años. Durante todo ese tiempo las personas obedientes que les tocó vivir las distintas generaciones, supieron del cuidado de Dios. El pueblo de Israel que duró unos 40 años  en el desierto supo que Dios fue su refugio durante ese largo peregrinar, aunque ellos se  revelaron una y otra vez con Dios. Cada año que cierra su siclo nos conduce a una mirada al pasado para recordarnos cómo fue la protección de nuestro Dios en las diferentes estaciones del año. Él fue nuestro refugio cuando las cosas estuvieron más difíciles y lo ha sido cuando todo parece normal. Él fue nuestro refugio cuando no tuve un trabajo, cuando un familiar se murió, cuando una enfermedad se hizo presente y  cuando vi sufrir a mis amados que viven en otras partes. No hay una generación que se haya sentido huérfana de Dios.

 

II.CUANDO CONTAMOS LOS DÍAS CON SABIDURÍA APRENDEMOS CUÁN BREVE LLEGA A SER LA VIDA

  1. Los años entre 70 y 80 no más v. 10. El plan original de Dios era que los hombres fueran eternos. Recordemos que el hombre fue hecho a imagen y semejanza divina; esto planteaba que el hombre fuera inmortal. Pero el resultado del pecado ha sido la muerte física y la espiritual. Génesis 3 nos muestra en detalle que la muerte fue la consecuencia directa del pecado contra Dios. Pero aún después de la caída el hombre mantuvo destellos del plan original divino, por cuanto las personas alcanzaron a vivir cerca de un milenio (Génesis capitulo 5). Después del diluvio y la llegada de los patriarcas, los hombres alcanzaron a vivir 120 años. Pero después de esto, los “años de nuestra edad” son 70 u 80 años. Así que la vida simplemente es breve con todo. ¿Qué decir de los niños que mueren en edad temprana? De modo, pues, que al lado de la eternidad, nuestra existencia es apenas un granito de arena en la inmensidad del mar.

 

III. CUANDO CONTAMOS LOS DÍAS CON SABIDURÍA APRENDEMOS COMO TRABAJA DIOS EN NUESTRAS VIDAS

 

  1. El quebrantamiento nos vuelve hacia Dios v. 3. Moisés vivió suficiente para conocer del poder de Dios, pero también de la rebelión de Israel. En ese largo “pastorado” del desierto vio las veces que Israel fue sometido a quebrantamiento por sus propias faltas. Los años pasados en tan inhóspita condición mostraron al líder de Israel los instrumentos que Dios usó para atraerlos a él. Todo eso para decirnos que las aflicciones de los santos suelen provenir del amor de Dios, pero también que los reproches por sus pecados deben considerarse procedentes del desagrado de Dios. Dios usó durante esos años medios correctivos muy drásticos, entre los que incluyó aún la muerte de los culpables. Así que en este salmo no es raro ver expresiones, tales como: Arrebatar, consumidos, turbados, declinar a causa de tu ira, indignación, vuélvete, aplácate… (vv. 7-13). Todo esto nos muestra la disciplina correctiva de Dios. A lo mejor durante este año que culmina hemos sentido algún quebrantamiento de parte de Dios. Si así es el caso, tenga la seguridad que Dios usó todo eso porque le ama. El quebrantamiento divino es un aliciente. Él nos ama tanto que no nos dejará sin disciplina “para que participemos de su santidad” (He. 12:10).

                                                                                       

IV.CUANDO CONTAMOS LOS DÍAS CON SABIDURÍA APRENDEMOS DE  LAS BENDICIONES QUE AÚN NO TENEMOS

 

  1. Debemos ser audaces en reclamarlas vv. 13, 14. Moisés sabía que Dios estaba airado con su pueblo. La provocación que ellos hicieron contra él deseando regresar otra vez a Egipto, fue muy notaria en el largo caminar por el desierto. Eso significó que muchas de las bendiciones que Dios tenía reservada para ellos fueron retenidas. La ira con la que Dios actuó cerró las bendiciones. Pero ahora hay un reclamo; un nuevo anhelo para que aquellas bendiciones regresen a ser parte de sus hijos. Lo primero que pide es que Dios se vuelva y se aplaque. En esa misma oración que reclama esas bendiciones, Moisés, quien vio el mal que le vino a Israel, ahora dice: Alégranos conforme a los días que nos afligiste y los años en que vimos el mal” v. 15. Esta es la oración de un creyente. Cuantas veces al año llegamos a ver algún mal que golpeó nuestra vida  o el de la familia. Pero ahora al revisar nuestras cuentas y al ver el déficit de esas bendiciones, le decimos también al Señor: ¡Alégranos! Esa alma afligida que llevó la carga de algún dolor, de alguna pena, de alguna aflicción insoportable,  ahora le dice a Señor ¡Alégranos! Sí, alégranos conforme a los días de nuestras tristezas. El final de un año nos invita a reclamar las bendiciones que nos fueron esquivas, pero que siempre nos pertenecieron.

 

  1. Debemos ser constantes en esperarlas vv. 16, 17. “Aparezca” es una manera de decir: que se haga realidad tu obra en nosotros. Ninguna otra cosa deseamos con mayor fuerza que la obra de Dios sea hecha en nosotros. A veces nuestra confianza solo está puesta en la obra de los hombres, pero todos sabemos que esa obra es pasajera como los torrentes de aguas, como el pensamiento, como el sueño. Sin embargo la obra de Dios permanece para siempre y su obra es perfecta y completa en nosotros. Esa bendición debe ser esperada. Dios no ha terminado su obra desde el momento que la comenzó según Filipenses 1:6. Pero la otra cosa que deseamos en estas bendiciones es que manifieste su “gloria sobre tus hijos”.  La gloria de Dios es el asunto que más bien le hace al creyente. El apóstol Pablo pidió ser “transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu (2 Cor. 3:18). Cuando la gloria de Dios la vivimos continuamente, el resultado será que Dios confirmará “la obra de nuestras manos” v.17. ¿Cuántos quisiéramos vivir bajo la gloria de Dios? No hay bendición mayor que esta.

 

CONCLUSIÓN: Este salmo nos habla 17 veces del tiempo, incluyendo generaciones, siglos, años y  días.  Tomando en cuenta que la vida, según la perspectiva de Moisés  se mueve dentro de lo “temporal y eterno”, dentro de la brevedad y lo permanente, la conclusión a la que él llega  pareciera concentrarse en el versículo 12. Es la gran oración que le pide a Dios que le ayude a organizar su vida conforme a las exigencias de Su voluntad, que es el principio de la sabiduría. El año que concluye ahora nos conduce a una evaluación de nuestras matemáticas. Por cuanto es tan fácil perder el tiempo en necedades, en actividades improductivas o simplemente “matarlo”, mientras se esperan otras cosas, la presente oración es la que más debiera hacerse. “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”. Necesitamos un corazón sabio para vivir, un corazón sabio para amar a Dios, al prójimo, y sobre todo, un corazón sabio para no pecar contra Dios. La vida que se prepara para entrar en la eternidad es aquella que ha aprendido a “contar los días”. ¿Cómo vivimos este año? ¿Cuál será nuestra evaluación cuando vemos el tiempo transcurrido? ¿Cuál es su resolución cuanto comenzamos este nuevo año?

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