EL EVANGELIO EN MARCHA
Cuando la piedad es asunto de burla
“Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.” – Job 2:9
Es un momento de gran conflicto interior cuando la piedad es probada con adversidades repentinas, pero quizá no lo es tanto como cuando padece la burla de los que nos son más cercanos o queridos. Tal es el caso de Job con su esposa.
Tenemos en claro que detrás de la historia de este varón piadoso se encuentra Satanás y sus estratagemas infernales para deshonrar a Dios a través de la eventual defección de Job. Y no solamente es eso lo que sabemos, sino que también tenemos conocimiento del hecho de que es Dios mismo quien soberana y providencialmente inició toda la historia de Job para hacer resplandecer aún más la grandeza de su Ser, “Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?” (Job 1:8 RV60).
Pero aunque los designios divinos están ya determinados de antemano en los lugares celestiales, es aquí abajo donde se mezclan los ingredientes que dan forma final a lo que Dios ya había determinado. Cada uno de ellos juega un rol esencial y algunos no son tan evidentes como otros.
Job tuvo que soportar la burla de su piedad como parte del plan de Dios para su existencia. No exactamente la burla sobre su piedad sino sobre la constancia de su piedad, y esto por medio de su propia esposa. ¿Acaso Dios es todavía digno de ser servido, honrado y temido de tu parte? ¿Es que aún vale la pena seguir orando por lo mismo? ¿Es necesario hacer frente a tantas tentaciones y no satisfacerlas viendo que estás padeciendo todo esto? ¿Vale la pena? ¿Todavía quieres retener tu integridad? ¿Qué sentido tiene tu constancia en esta espiritualidad?
Estas son algunas de las preguntas que a menudo y normalmente son formuladas por el mismísimo infierno a los oídos del hijo de Dios. Todas y cada una de ellas, no importando quien las haga encuentran su versión oficial en la pregunta de la mujer de Job: “¿Aún retienes tu integridad?” Pero no es solamente una pregunta la que se hace; también hay una sugerencia: “Maldice a Dios y muérete”, es decir, que tu último aliento sea una blasfemia a Dios y que dejes este mundo con una nota que lo desprestigie y quede como testimonio de que no vale la pena ser piadoso.
Pero para quienes han sido regenerados, retener la integridad no es un asunto de discusión, porque no es el resultado de la fortaleza de temperamento sino el fruto de la vida del Hijo de Dios que los ha transformado por su gracia. Son ellos únicamente quienes, al igual que Job en medio de las dudas más sombrías pueden confesar: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15). Bendito sea el Señor que no sólo a Job ha dejado como ejemplo, sino a su propio Hijo quien “se sentó a la diestra del trono de Dios (habiendo sufrido) tal contradicción de pecadores contra sí mismo” (He. 12:2-3) (Por: pastor Ricardo Daglio)