Viviendo bajo la gracia

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Viviendo bajo la gracia

(ROMANOS 6:15-23)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor

 

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INTRODUCCIÓN: Una de las más importantes bienaventuranzas que dijo Jesús no fue registrada por ninguno de sus discípulos sino por el apóstol Pablo. Por revelación del Espíritu supo que Jesús había dicho: “Mas bienaventurado es dar que recibir”. Eso es la esencia de la  gracia. La ley condenatoria habla de lo que usted tendría que hacer para salvarse, la gracia salvadora habla de lo que usted ha recibido para salvarse. Alguien ha puesto el siguiente ejemplo que nos ayudará a entender el gran mensaje de vivir bajo la gracia del Señor, bajo este nuevo estado. Cuando una persona trabaja ocho horas al día y recibe un pago justo por su tiempo, eso se llama salario. Cuando una persona compite con otra y recibe un trofeo por su desempeño, eso es un premio. Cuando una persona recibe un reconocimiento apropiado por sus muchos años de servicio y sus altos logros, entregándosele una placa, eso es un reconocimiento. Pero cuando una persona no es capaz de ganarse un salario, ni de ganar un premio, y ni merece reconocimiento allí vemos un cuadro del favor no merecido de Dios. Eso significa gracia. Esto es lo que estamos tratando de decir cuando hablamos de la gracia de Dios. Qué es lo que Pablo nos quiere decir de vivir bajo la gracia.

 

  1. VIVIR BAJO LA GRACIA ES SOMETERNOS A UN NUEVO DUEÑO

 

  1. Libres para no seguir pecando v. 15. En el mensaje anterior hicimos una larga exposición respecto a qué pasó con nuestros pecados cuando nuestro Señor murió por nosotros. Pablo ahora aborda el tema de vivir en la libertad de la esclavitud del pecado y para ello se enfoca en el cambio de dueño al que ahora nos sometemos. Hay una verdad que fue confirmada por la división de  las clases sociales a través de los tiempos. Y es que “todo hombre es el siervo del amo a cuyos mandamientos se rinde”.   En la época de la esclavitud esto era lo normal. Un esclavo había perdido la identidad, su nombre y su familia. Ahora él sería el esclavo del señor tal. En el caso espiritual, este principio se da en las llamadas  disposiciones pecaminosas del corazón cuyo resultado final era conducirnos hasta la  muerte. Pero ahora una vez que estamos libres de él en el sentido que no se enseñorea más de nosotros, entramos en  la nueva obediencia espiritual implantada por la regeneración cuyo propósito principal será el de agradar a nuestro nuevo amo. Eso responde a la pregunta de Pablo.

 

  1. Esclavos de la justicia v. 16, 18. Una cosa es ser esclavo del pecado y otra muy distinta es ser esclavo de la justicia divina. Lo que hacíamos en la anterior esclavitud complacía a la carne, aunque después teníamos una conciencia acusadora. La obediencia a ese amo mantenía feliz a la carne pero no al espíritu. El pecado como amo del hombre es cruel pues ofrece muchos goces temporales y al final trae destrucción.

 

  1. Obedientes a la doctrina que hemos tomado v. 17. Pablo es un hombre agradecido. Aquí lo hace cuando piensa en los hermanos de Roma porque si bien es cierto que hubo el tiempo de la esclavitud, donde ellos obedecían al pecado con todas sus demandas y ofrecimientos, ahora él reconoce que cuando ellos recibieron a Cristo también recibieron la doctrina en la que ahora caminan. Hemos dicho que Pablo no había ido a Roma, por lo tanto él no fue el fundador de la iglesia. Pero quien haya sido su fundador había dejado su huella en la vida de los creyentes, tanto que Pablo reconoce con gratitud a esos hombres que se invirtieron en ellos y que con una especial obediencia han seguido la doctrina.

 

  1. VIVIR BAJO LA GRACIA ES PONERSE EL VESTIDO DE LA SANTIDAD

 

  1. Libres para la santificación v. 22. Pablo hace un especial énfasis en este capítulo acerca de la esclavitud y la libertad. Él destaca que antes de conocer a Cristo éramos esclavos del pecado y su final era la muerte. En esa esclavitud en la que vivíamos hace referencia al estilo de vida que produce el pecado, signada por una extrema debilidad de la carne (v. 19). Es un hecho notorio que nadie tendrá orgullo de esa vida de pecado sino que más bien sentirá vergüenza de las cosas que practicaba. Pablo le recuerda al creyente que en esa época de esclavitud sus miembros estaban al servicio de dos cosas terribles: la inmundicia y la iniquidad. Ya nosotros sabemos cuáles son los frutos de esa vida. Pero ahora Pablo, sabiendo que no estamos bajo la ley sino bajo la gracia, que ya no somos esclavos del pecado sino de la justicia, y que una vez hechos libres del pecado somos siervos de Dios, nos dice que el fruto inmediato que ahora tenemos es la santificación. Esta santificación contrasta diametralmente con  la vida pecaminosa que realmente no brinda ningún beneficio (21), pero la salvación de la que ahora disfrutamos es para una vida santa y limpia (v. 22).

 

 

III.  VIVIR BAJO LA  GRACIA ES  INICIAR EL CAMINO A LA ETERNIDAD

 

  1. Libres de la muerte eterna v. 23. Este es uno de los grandes textos de este libro. Hay una verdad universal en su contenido. Hay una connotación eterna entre la paga y el regalo. Vamos a verlo de esta manera. El hombre fue puesto en el huerto del Edén para vivir para siempre. Dios lo creo para su comunión y para ser eternos como lo son los ángeles. ¿Se ha dado cuenta que los ángeles nunca mueren? ¿No nos dice la palabra que seremos como ángeles? Entonces el propósito de la creación del hombre tuvo que ver con la eternidad. No fue el plan de Dios que el hombre muriera, lamentablemente esto fue la obra del pecado. El pecado ha traído una muerte física. Esto es lo que vemos y oímos todos los días. Pero también hay una sentencia bíblica y esto tiene que ver con la muerte eterna. La Biblia dice que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después el juicio (He. 9:27). El contenido de este texto nos plantea dos eternidades como destino final del hombre. Observe que ese destino no fue establecido por Dios sino por el pecado. Dios creo a sus ángeles para vivir con él eternamente, pero pecaron  y ahora tienen muerte eterna. Dios creo al hombre para su eternidad, pero pecó y ahora morirá eternamente si no se arrepiente.

 

  1. Tener como fruto vida la eternidad v. 22. Pablo ha hecho mención a los grandes frutos que vienen después que somos libres del pecado: la santidad y la vida eterna. Lo primero es la antesala de lo otro. Ya sabemos que sin santidad nadie verá al Señor. Pablo cambia del fruto de la carne al fruto del Espíritu. Mientras uno trae muerte el otro trae vida. Ahora somos herederos de una vida, pero no cualquier vida; no la que nos ofrece el mundo que es banal y pasajera. La nueva vida en Cristo es también vida eterna. ¿Cuándo comenzó esa vida?  Pues al momento mismo del nuevo nacimiento (Jn. 3:16).

 

  1. El regalo de Dios es vida eterna v. 23. Vea usted el gran contraste entre lo que hace el pecado y lo que hace el Señor. La “paga del pecado” o el “salario del pecado” no es de vida sino de muerte. Llama la atención que la palabra griega es opsōnia  para este tipo de “paga”, originalmente se aplicó para  el salario de un soldado. Esto indica que no era mucho. Y esto es lo que hace el pecado. Por lo general promete grandes satisfacciones pero termina pagando muy mal. ¿Cuál es la diferencia con la “paga divina”? Bueno lo que este texto afirma es que Dios nunca paga como si nosotros le debiéramos algo, en todo caso lo que siempre él ha hecho es dar. Desde que tenemos conocimiento nuestro Dios se ha revelado como el dador, sobre todo el dador de la vida. De allí que este texto contrasta con el resultado del pecado y la dádiva de Dios. La vida eterna es un don, un regalo, que no se gana por esfuerzo propio. Ninguno merece la salvación, por esto hablamos de estar bajo la gracia. Efesios 2:8, 9 es el corazón final del propósito eterno. Nadie podía salvarse por sí mismo. Fue necesario que el Cordero de Dios muriera para hacer realidad el regalo de Dios de la vida eterna.

 

CONCLUSIÓN: Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Por suerte, llegó a una cabaña vieja, desmoronada sin ventanas, sin techo. El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde acomodarse para protegerse del calor y el sol del desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía.  Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la cubría, y pudo leer que decía: “Usted necesita primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar”. El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua… ¡llena de agua!  De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y podría tomar toda el agua que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada.  ¿Qué debiera hacer?  ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca… o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje?  ¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables escritas no sé cuánto tiempo atrás? Al final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear, y la bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos y entonces de pronto surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia… Agua fresca, cristalina.  Llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase: “Créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla nuevamente” (Ilustraciones bíblicas Sígueme net). En esto consiste la gracia.

 

Si usted quiere comunicarse con el pastor Julio, llámelo al (571) 251- 6590 o escríbale a pastorjulioruiz55@gmail.com