EL EVANGELIO EN MARCHA
Gemidos antes de la gloria
(ROMANOS 8:18-27)
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor
INTRODUCCIÓN: El presente texto nos revela una realidad terrenal y otra celestial. Por supuesto que son dos estados contrastados. El primero tiene que ver con los sufrimientos del tiempo presente. Esto significa que las aflicciones forman parte de nuestra realidad cotidiana. Sufrimos por las enfermedades que nos aquejan, nuestro cuerpo es testigo de ellas y sus efectos. Sufrimos de soledades, decepciones o de incomprensión. El mundo sufre de violencias, guerras, racismo, escasez e incertidumbre por los eventos económicos, políticos, sociales y hasta religiosos. Esa es, como decía el predicador de Eclesiastés, nuestra parte en este mundo. Pero otro lado, este texto está lleno de la más esperanzadora promesa. Hablar de la “gloria venidera” es hablar de un tiempo ausente de todos los males que vivimos acá. Los dos hombres que fueron al cielo y regresaron nos cuentan que esa gloria venidera es el mejor estado al que será llevado el hijo de Dios. Pablo nos dice que cuando fue arrebato hasta el tercer cielo, al que él llama el paraíso, “oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (2 Cor. 12:4). Y es que no se puede expresar en palabras humanas lo que Pabló oyó concerniente a la gloria venidera. Por otro lado Juan nos da su gran visión celestial en su Apocalipsis con el misterio revelado de la patria que nos espera con sus nuevos cielos y la nueva tierra donde vamos a vivir. De esta manera las aflicciones del tiempo presente no podrán ser comparadas con todo lo será la gloria venidera que será manifestada a los hijos de Dios. Previo a esa gloria hay tres gemidos que deben ser considerados. Veamos cuáles son.
- LA CREACIÓN ESTÁ EN UN GEMIDO POR SU LIBERACIÓN
- Una creación con dolores de parto v. 22. Los gemidos de la creación están relacionados con los llamados dolores de parto. Observe que es un gemido universal: “la creación gime a una”. En esto debe entenderse lo que está arriba, en la tierra y debajo de la tierra. Pablo utiliza una figura en forma de símil para hablar de la condición desesperada y dolorosa en la que se encuentra nuestra bella creación. Cuando uno lee un texto como este tiene que ponderar los terribles efectos que ha causado el pecado. Los terremotos, incendios, huracanes, tornados, maremotos y el recalentamiento global forman parte de esos dolores de parto. ¿Existían estos fenómenos climáticos antes que el hombre pecara? Nos parece que no. Pero una madre sabe mejor que a pesar del dolor indescriptible que produce un parto, el gozo de la llegada del hijo de sus entrañas hace olvidar esos sufrimientos. Jesús ya había hablado de eso (Jn. 16:21). El ver que la creación esté en esa condición es el acto previo porque ella también aguarda “la gloria venidera” donde será protagonista de todo lo nuevo que viene. Esperamos cielos nuevos y tierra nueva donde vamos a vivir. Hay un “hijo” nuevo que viene.
- El anhelo ardiente de la creación v. 19. ¿Qué es un gemido? El gemido es una profunda respuesta interior al sufrimiento. Es a la vez personal e intenso, una agonía tan profunda que no se puede poner en palabras. Ahora usted tiene que observar cómo Pablo hace interactuar a la creación con el hombre. Es como si ella tomara una personificación reflejando sus sentimientos. Y uno de ellos tiene que ver con un “anhelo ardiente”. Que todos sepamos, somos los hombres los que tenemos este tipo de anhelo. ¿Qué es lo que Pablo nos está mostrando acá? Mis amados hermanos, nadie más ha sido testigo de la caída y degradación del hombre como la creación. Bien puede uno imaginarse como era ella antes que el hombre pecara. La creación fue hecha para que el hombre se enseñoreara de ella y esta fue la orden que se le dio desde el principio. Antes de la caída toda la creación estaba al servicio del hombre y su regocijo era para con él por ser él su propia corana. Es como si el hombre fuera su rey y toda la creación le rindiera pleitesía. Pero el hombre pecó y la afectó y ahora ella anhela el regreso a su estado original. Su ardiente deseo es que él vuelva al paraíso de Dios.
- EL CREYENTE ESTÁ EN UN GEMIDO POR SU REDENCIÓN
- Nosotros que tenemos las primicias del Espíritu v. 23. Cuando hablamos de primicias nos referimos a un término relacionado con los primeros y mejores frutos de la cosecha. ¿Cuál es la primicia que posee el creyente? Bueno Pablo nos dice que es la presencia del Espíritu Santo como el anticipo de lo que será la “gloria venidera”. A diferencia de la creación que está gimiendo con la sola esperanza que llegue el día de la manifestación gloriosa de los hijos de Dios, el creyente también gime, pero tiene en su ser la poderosa presencia del Espíritu Santo. Lo que hace gemir al creyente es la condición en la que está su cuerpo. Dos cosas espera el creyente por la cual gime: la adopción y la redención de su cuerpo. La “adopción” es la relación legal del creyente como resultado de la gracia a través de la fe y la redención de su cuerpo que significa liberar, soltar o emancipar a cambio del pago de un rescate. El creyente aguarda con un deseo ardiente también al igual que la creación, por ese día cuando se manifiesten lo hijos de Dios en lo que será el rapto de la iglesia y en la transformación que tendrá su cuerpo con el cual entrará a esa gloria venidera. Pronto cesará nuestro gemir.
- Porque en esperanza fuimos salvos v. 24. El creyente es la única persona que sabe que al momento de su salvación entró en la dimensión de la esperanza viva como lo dijo Pedro (1 Pe. 1:3). Nadie como él para saber de su sufrimiento acá mientras se prepara lo que será su gloria venidera. Este tipo de esperanza debe destacarse. Por lo general la gente sin Cristo tiene un tipo de esperanza pero no segura. Cuando usted le pregunta a un no creyente si va a ir al cielo, por lo general hay en sus palabras un dejo de inseguridad, mientras algunos pocos llegan a decir que “para el cielo vamos todos”. Ese estado de pasividad respecto al destino eterno es el más peligroso en el que se encuentra el hombre sin Dios.
- Aguardando con paciencia lo que esperamos v. 25. ¿Qué es lo que necesitamos para esperar lo que no vemos? Pues una especial paciencia. El cristiano fue dotado con el fruto del Espíritu y entre sus manifestaciones aparece la paciencia. Es esta virtud la que nos ayudará a mantenernos fieles hasta que veamos lo que esperamos. Con este texto se levanta ligeramente el velo para que el cristiano vea uno de los propósitos en su presente sufrimiento y gemido. Dios nos hace gemir sobre las condiciones actuales bajo las cuales ahora vivimos para que nuestra esperanza esté dirigida hacia el reino venidero de Dios. Nuestro presente sufrimiento y gemido se basa en nuestra propia experiencia, en nuestra propia condición. La gloria futura se basa en la obra de Cristo en el Calvario y nos hace anticipar ansiosamente su regreso para gobernar sobre la creación.
III. EL ESPÍRITU ESTÁ EN UN GEMIDO POR TODOS NOSOTROS
- Un gemido a causa de nuestra debilidad v. 26. El salmista tiempo atrás le había dicho al Señor que se acordara de él que era polvo (Sal. 103:14). Con esto manifestaba que su naturaleza era débil y necesitaba de su creador para su sustento. Ahora encontramos otro recordatorio de nuestra condición y esta vez la hace el Espíritu Santo. Este es un texto lleno de esperanza y de gran consuelo. Me llama poderosamente la atención que nuestra debilidad se manifieste en la vida de oración. ¿Había pensado que es en la oración donde somos fuertes o débiles? Bueno, eso es lo que nos dice el texto. Nuestras oraciones son un claro reflejo sobre el material del que somos hecho. Por qué muchas veces lloramos, nos quebrantamos y hasta nos enojamos con Dios cuando oramos. Porque nos sentimos impotentes frente a situaciones que las quisiéramos ver resueltas. Pero la buena noticia de este texto dice: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad…”. Note que el texto no dice que son mis conocimientos, mi escuela, mi iglesia o mi pastor. Es el Espíritu Santo. Su ayuda es suficiente. Qué bendición saber que él gime también al conocer que soy débil.
- Un gemido que lleva a la intercesión v. 27. Mis amados, muchos de nosotros no sabemos orar como conviene. Ya Santiago lo había dicho de otra manera: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Stg. 4:3). Analice sus oraciones y se dará cuenta que la gran mayoría es lo de repetir lo mismo. Algunas veces el nombre “Señor” es el que más repetimos como una muletilla en lugar de una genuina y sincera adoración. Es allí donde entra la labor intercesora del Espíritu Santo. Observe lo siguiente. Jesucristo es nuestro gran sumo sacerdote que intercede delante del Padre en lo que respecta a nuestra salvación y cuidados delante su trono de gracia. Sin embargo, el Espíritu Santo es quien intercede delante del Señor respecto a nuestras peticiones.
CONCLUSIÓN: Mis amados, alguien ha dicho: “Cuanto mayor es el gemido mayor es la gloria”. Creo que esa es la revelación que Dios nos hace. Como usted vio este texto nos muestra los tres grandes gemidos antes que se la “gloria venidera”. La creación gime aguardando su liberación y la manifestación de los hijos de Dios. ¡No es maravilloso esto! El otro gemino es el nuestro. Hay sufrimientos presentes que nos llevan a ese gemir diario. La promesa es que nunca serán comparados con la “gloria venidera” que será manifestada. Y en medio de estos dos gemidos aparece la intervención del Espíritu Santo quien lo hace para interceder por nosotros porque no sabemos pedir como conviene. ¿Cuál es el gemido de tu vida? ¿Estás tratando de soportarlo solo? ¿Es tu carga tan pesada que ya no la soportas? ¿Estás buscando a alguien donde poner tu hombro para llorar o descansar? ¿Por qué no se la entregas al Salvador? Cuál es el único requisito. Es tu propia necesidad, tu herida, tu dolor, tu sufrimiento todo lo que te preciona en la vida. Recuerda que la creación anhela tu redención total y el Espíritu Santo intercede delante de Dios por tu gemir. Ven a él ahora.
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