EL EVANGELIO EN MARCHA- PERLAS DEL ALMA
Por: Francisco Aular (faular @hotmail.com)
Hay una temporada para todo, un tiempo para cada actividad bajo el cielo. Eclesiastés 3:1 (NTV)
En el primer calendario romano, el año comenzaba en marzo, diciembre era el décimo y último mes del año, de allí su nombre. Después, el año pasó a ser de doce meses, intercalando los meses de julio y agosto, que tomaron sus nombres de los emperadores Julio César y Augusto. Así diciembre, se convirtió de décimo en duodécimo mes, pero conservó su mismo nombre a pesar de que no correspondía ya al lugar que ocupaba en el almanaque. ¡Un mes para celebrar a Emanuel, Dios con nosotros!
Ahora bien, la Biblia nos dice: “Hay una temporada para todo, un tiempo para cada actividad bajo el cielo.” En efecto, el sabio Salomón, autor de Eclesiastés, en el tercer capítulo de ese libro, nos habla sobre la elección del tiempo, usa un estilo personal, autobiográfico, para hablarnos de los afanes del ser humano en busca de la felicidad, del poder, la fama, la gloria.
Salomón había tenido todo esto en una vida de poder, de fama, de lujos, y de gloria efímeros, como es todo lo humano. Al final de su vida concluye señalando que todo es “vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 2:26 RV60). ¿Sugiere Salomón que pasemos por esta vida sin tomar en cuenta sus diferentes temporadas, y que no celebremos? No.
Lo que nos dice, es que descubramos el propósito de nuestra vida, concluye Salomón: “Sin embargo, Dios lo hizo todo hermoso para el momento apropiado. Él sembró la eternidad en el corazón humano, pero aun así el ser humano no puede comprender todo el alcance de lo que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin todo viene y pasa.” (Eclesiastés 3:11, NTV) Me gustan estos pensamientos: “Dios lo hizo todo hermoso” y, “Èl Sembró la eternidad en el corazón humano” ¡Disfrutemos sanamente y con nuestra familia y amigos, démosle importancia a las diferentes temporadas, que viviremos, en este: “Paréntesis de la eternidad” como alguien dijo, que es la vida humana.
Por otra parte, el mes de diciembre, para el mundo cristiano es el mes de la gran celebración de la Natividad del Señor JESÚS. Los anglosajones, más bíblicos que nosotros, lo llaman el “mes santo”, aludiendo al nacimiento de JESÚS. Ya sabemos que la fecha no tiene evidencia bíblica ni histórica, pero no será eso mi tema hoy, lo dejaremos para otra ocasión, lo cierto para nosotros es que en ningún otro mes del año nos damos a excesos como en este mes, y nos deja como saldo para el Año Nuevo, para enero, la certeza de que Salomón tenía razón, en cuanto a la “vanidad y aflicción de espíritu”…
Ciertamente, este debería ser un mes para darnos a los demás, tal y como JESÚS se dio por nosotros, sin esperar nada a cambio; este debería ser un mes de armonía familiar, de arreglar cuentas entre nosotros, de pedir perdón y perdonar; no debería ser un mes para dejarnos seducir por el consumismo y el materialismo en que hemos convertido las Navidades.
Este es un mes para contabilizar en qué invertimos nuestro tiempo este año. Mire a su alrededor, revise su cuenta bancaria y vea cuánto han aumentado sus riquezas; pero sepa de una vez, que lo que no ve allí es lo que definitivamente se llevará al salir; si usted es un cristiano nacido de nuevo, deberá escuchar la pregunta que JESÚS nos hace en un antiguo himno: “Mi vida di por ti, ¿qué has dado tú por mí?”…
Al comenzar el mes de nuestra máxima celebración de la cristiandad: el Nacimiento de JESÚS, les confieso que –no me lo están preguntando, pero debo decirles, que en este mes mi corazón disfruta al máximo este acontecimiento- poco me importa si JESÚS nació el 29 de septiembre, el 6 de enero o el 2 de abril, lo que me importa es que ¡JESÚS nació!
PERLA DE HOY: ¡Celebra a JESÚS en este mes! Dios inmortal se hizo cuerpo para que nuestro cuerpo se haga inmortal por nuestra resurrección y podamos vivir con Él para siempre.