Fe aun con riesgos

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Fe aun con riesgos

Por: John Piper

 

  Y como no podían acercarse a Él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico (Marcos 2:4)

La fe hace muchos descubrimientos. La casa estaba llena; una muchedumbre había bloqueado la puerta, pero la fe encontró un medio para llegar al Señor y colocar delante de Él al paralítico. Si no podemos llevar los pecadores a Jesús por medios ordinarios, hemos de utilizar los extraordinarios. Parece, según Lucas 5:19, que hubo que sacar una teja del techo, lo cual habrá hecho caer polvo, y habrá representado cierto peligro para los que estaban abajo, pero, cuando el caso es muy urgente, no tenemos que temer correr algún riesgo, o sacudir algunas propiedades.

Jesús estaba allí para curar, y aconteciera lo que aconteciese, la fe lo arriesgaba todo, con tal de que el paralítico tuviese sus pecados perdonados. ¡Oh si tuviésemos una fe más intrépida! Querido lector; ¿no podemos, esta mañana, procurar esa fe para nosotros y para nuestros compañeros de trabajo, y no queremos intentar hoy algún acto de intrepidez en favor de las almas y para la gloria de Dios? El mundo está constantemente descubriendo.

Los genios sirven a todos los propósitos del deseo humano. ¿No puede la fe descubrir también y alcanzar, por algún nuevo medio, a los perdidos que están pereciendo en derredor nuestro? Fue la presencia de Jesús la que estimuló el coraje victorioso de los cuatro que llevaban al paralítico. ¿No está ahora entre nosotros el Señor? ¿Hemos visto esta mañana su rostro por medio de la oración? ¿Hemos sentido en nuestras propias almas su poder sanador? Si es así, entonces a través de la puerta, de la ventana o del techo, procuremos llevar las pobres almas a Jesús, venciendo cualquier impedimento. Todos los medios son buenos y decorosos cuando la fe y el amor se han puesto sinceramente a ganar almas.

 

Seamos, aquí, como Él es

Te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces (Jeremías 33:3)

Hay diferentes traducciones de estas palabras. Una versión las traduce así: «Te enseñaré grandes y fortificadas cosas». Otra versión, en cambio, las traduce así: «Grandes y reservadas cosas». Ahora bien, en la experiencia cristiana hay cosas especiales y reservadas. Todos los desarrollos de la vida espiritual no son tan fáciles de conseguir.

Existen formas y sensaciones de arrepentimiento, fe, gozo y esperanza que las experimenta toda la familia, pero hay un reino superior de éxtasis, de comunión y de consciente unión con Cristo que está lejos de ser la común habitación de los creyentes. No todos tenemos el alto privilegio de Juan de recostarnos en el pecho de Jesús, ni el de Pablo de ser arrebatado hasta el tercer cielo.

Hay alturas en el conocimiento experimental de las cosas de Dios que el ojo de sutil del águila y del pensamiento filosófico nunca ha visto. Solamente Dios puede llevarnos allí. Pero la carroza en la cual Él nos lleva, y los fogosos caballos que tiran de ella, son las oraciones poderosas. Estas oraciones vencen al Ángel de la misericordia: «Con su fortaleza venció al ángel. Venció al ángel, y prevaleció; lloró y le rogó; en Bethel lo halló, y allí habló con nosotros».

Las oraciones que prevalecen llevan al cristiano al monte Carmelo, y lo capacitan para cubrir el cielo con nubes de bendición, y la tierra con ríos de misericordia. Las oraciones que prevalecen llevan al cristiano a la cumbre de Pisga y le muestran la herencia reservada; nos llevan al Tabor y nos transfiguran hasta que, a la semejanza de nuestro Señor, «como Él es, así seamos nosotros en este mundo». Si quieres tener una experiencia más elevada que la común, contempla a la Roca que es más alta que tú, y mira con los ojos de la fe a través de la ventana de la oración constante. Cuando tú abras la ventana de tu lado no permanecerá cerrada del otro.