EL EVANGELIO EN MARCHA
La guerra de los deseos
GÁLATAS 5:16-18
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor
INTRODUCCIÓN: En estos últimos tiempos la palabra “guerra” tiene muchos significados que necesariamente no tienen que ver con aviones, bombas o balas. Y aunque ciertamente todavía se habla de guerras y de rumores de guerra, tanto que algunos líderes de países cuando ven que sus intereses pueden ser atacados hablan de la “madre de las guerras”, esta palabra ha llegado a tener otro uso que pareciera ser el más común entre nosotros ahora. Así, pues, empresas como la de cine han sabido explotar la serie de la “guerra de las galaxias”. En el campo de las competencias entre los hombres y las mujeres se habla de la “guerra de los sexos”. En el campo de la economía es tan común justificar esos males al hablar de una “guerra económica”. De igual manera se habla de “guerra de los sentidos”, “guerra de comunicaciones” y un largo etcétera. Interesante que en el presente pasaje Pablo nos va a presentar una guerra que no se ve, que no se oye, que no se planifica, pero que se siente en todo momento. Es una de las guerras más fuertes, las que más se lucha, las que más nos mantiene o en derrota o en victoria. Es una guerra que tiene como su campo de batalla el corazón del creyente. Estamos hablando de la guerra entre la carne y el Espíritu. Esa guerra también tiene su nombre, nos referimos a la “guerra de los deseos”. Por qué la llamamos así. Porque ambos entes luchan por implantar sus deseos. Pero ambos deseos son antagónicos. Ambos son asociados con el bien y el mal. La Biblia nos ofrece varios pasajes para hablarnos de los deseos de la carne y en su mayoría se asocian con eso malos deseos, pecaminosos y destructivos. Mientras que al hablar del deseo del Espíritu lo que él desea para nosotros es el bien, el gozo, el bienestar y la felicidad que tanto deseamos. En el mensaje anterior Pablo comenzó este capítulo hablando de permanecer en libertad con la que Cristo nos hizo libres (5:1). Pero al estudiar esta otra parte, nos damos cuenta de que, si bien es cierto que Cristo pagó el precio de nuestra libertad con su sangre, nosotros debemos pagar el precio de esa libertad obedeciendo al Espíritu en lugar de la carne. De eso se trata este tema.
- EL CAMPO DE ESA GUERRA ES EL CORAZÓN DEL HOMBRE
- El corazón inconverso vive sin esta guerra. En el planteamiento que ha hecho el apóstol descubrimos que la presente “guerra de los deseos” nada tiene que ver con el hombre que no ha conocido a Dios. La razón es muy simple. Esta persona está dominada por tres grandes poderes que lo han inhabilitado para luchar. Si usted alguna vez había considerado el terrible estado de un alma sin Cristo, tiene que recordar cuando usted vivió en esa condición. Pablo no lo pudo explicar mejor de acuerdo a Efesios 2. Lo primero que él destaca es que toda persona que no tiene a Cristo está muerta en “sus delitos y pecados” v. 1. Que todos sepamos, un muerto no siente nada, no tiene conciencia y no puede hacer nada. Está muerto. Los delitos y pecados forman parte de su naturaleza y ellos le dominan; por lo tanto, no tiene guerra. El otro dueño de su vida es el mundo v. 2. La persona sin Cristo sigue automáticamente toda la corriente del mundo. La otra razón por la que en ese corazón no hay una guerra es porque está controlado por “el príncipe de la potestad del aire”. La Biblia dice que él ciega el entendimiento. Además, él es quien hace que los deseos de la carne sean malos v. 3.
- El corazón creyente es un terreno de batalla v. 16. Lo anterior escrito por Pablo nos dice que eso éramos nosotros, pero que ya no estamos al servicio del pecado, que ya el mundo no es mi hogar, porque fui traslado de ese reino al del amado Cristo, que ya Satanás no se enseñorea más de mi, pero que todavía tengo un enemigo feroz que combate dentro de mí y ese enemigo se llama la carne. Se ha preguntado alguna vez por qué cuando creí este enemigo no fue vencido de una vez. ¡Qué bueno sería que no tuviera que luchar con él! Por qué si morí a mi vieja vida todavía sigo batallando con la carne. Note que Pablo habla en este pasaje de la carne como algo real, activa y en plena batalla.
- EL OBJETIVO DE ESA GUERRA ES LA LUCHA POR LA SATISFACCIÓN
- La satisfacción que propone la carne v. 16. Hemos dicho que la presente guerra de este texto se está dando en el corazón del creyente. La persona que no tiene a Cristo no tiene esta batalla porque está controlado y dominado por el poder del pecado, del mundo y del diablo. Ciertamente el creyente ya es un hombre libre, pero la carne está activa en él. Su alma ha sido redimida, pero su carne no. Esta es la lucha que confronta todos los días. ¿En qué consiste el deseo de la carne? Es todo aquello que apela al apetito carnal o físico. Aunque los deseos naturales del cuerpo no son estrictamente malos (la necesidad de comida, bebida y satisfacción sexual), al final el diablo puede usar estas cosas lícitas (lícitas dentro de sus límites) para esclavizar al hombre (1 Cor. 6:12). En esta categoría de tentación, el maligno usa los deseos internos lícitos para producir pasiones carnales ilícitas. El mejor aliado que él tiene son los deseos de los ojos. Observe que por esta causa vino el primer pecado (Gn. 3:6). El creyente tiene que saber que el diablo trabajará en los deseos lícitos de su carne para convertirlos en su propia caída. Lo hizo con Eva y Adán y lo hizo con Jesús (Mt. 4:3).
III. LOS PODERES DE ESA GUERRA SE OPONEN TOTALMENTE
- El deseo de la carne es contra el Espíritu v. 17, 19-22. Este texto revela la guerra que libran estos dos poderes dentro de nosotros. Pablo reconoce que ambos se ponen por la naturaleza antagónica de los dos. Uno se convierte en malo el otro es santo. No hay pacto posible entre los dos. No hay paz ni compromiso posible entre los dos. Los deseos de la carne tienen una sola misión: crear un estado desordenado en la vida. Pablo nos presenta en este texto a la carne como algo personificado, tanto así que la pone en una confrontación con el Espíritu. La carne acá se presenta con vida propia, que incluye la mente, las emociones y hasta la misma voluntad. Bien uno pudiera decir de inmediato que la carne no tiene ni el poder ni la capacidad para enfrentar al Espíritu, porque no solo son poderes opuestos, sino desiguales en a la hora de compararlos. Y la verdad es que la única manera que los deseos de la carne venzan sobre el Espíritu será cuando cada uno de nosotros decida dejarse dominar este poder que está en nosotros. Todo esto se podría resumir así: los deseos de la carne llevan al creyente a pecar otra vez contra Dios, y el pecado fue la causa de la muerte de Cristo.
- QUÉ SUCEDE SI EL ESPÍRITU SANTO GANA ESTA GUERRA
- Para que andemos en el Espíritu v. 16. La vida está determinada por los caminos que tomamos. En efecto, somos el producto de esta decisión. Esto lo fue en el tiempo cuando no conocimos a Cristo, pero también lo es ahora cuando ya le conocemos. Si andamos según los deseos de la carne, de la carne cosecharemos corrupción. Pero cuando andamos en el Espíritu la cosecha será bendición. Pero ¿qué significa andar en el Espíritu? Significa que el Espíritu Santo te provee instrucciones absolutamente claras y hasta detalladas para andar en él y con él. Lo planteamos de esta manera. El que anda en el Espíritu no vive una vida de confusión. La confusión la tenemos porque andamos en según la carne. Cuando andamos en el Espíritu todas nuestras decisiones son claras y rectas. Los creyentes del primer siglo andaban sin confusión. El Espíritu les hablaba y los dirigía en todo. En no pocos casos el mismo Espíritu le prohibía hacer algo y ellos obedecían. La nota distintiva de esos creyentes fue que estaban llenos del Espíritu. Cuando caminamos en el Espíritu ponemos bajo control los deseos de la carne. Cuando andamos en el Espíritu, el deseo de agradar a Dios es lo que más domina.
- Para que seamos guiados por el Espíritu v. 18. ¿Hay alguna diferencia entre andar en el Espíritu y ser guiados por el Espíritu? Al parecer es un mismo tema, pero la palabra guiar y guiado tiene la idea de dirección más precisa. No lo es lo mismo caminar solo por algún destino no conocido que ser guiado por alguien que ya conoce bien. En esta vida ninguna guía podrá ser mejor que la nos sumistra el Espíritu Santo. La profecía de Jesús respecto al Espíritu Santo decía que cuando él viniera nos guiaría a toda verdad (Jn. 16:13). A veces pienso que los creyenetes no le hemos hecho mucho caso a este texto de la Biblia. Observe su vida, cómo vive o cómo actúa. Las decisiones que toma todos los días ¿las dirige el Espiritu Santo? ¿Anda confundido aun siendo un creyente? ¿Le ha pedido al Espíritu Santo que lo guíe a toda verdad? Joven que estás buscando conocer la voluntad de Dios para ti ¿le has pedido al Espíritu Santo que te guía a toda verdad? Pablo nos dice en este texto que la santidad del creyente no se vive bajo los reglamentos de la ley, sino siendo guiados por el Espíritu. ¿Quién desea que guíe su vida, la carne o el Espíritu? Ya sabemos cuáles son los dos resultados. Deje que la guerra de su corazón la gane el Espíritu. Nada lo hará más feliz.
CONCLUSIÓN: Una ilustración cuenta de un pescador esquimal que venía todos los sábados por la tarde a la ciudad. Siempre traía consigo a sus dos perros, uno blanco y otro negro. Les había enseñado a pelear cuando le ordenaba hacerlo. Cada sábado por la tarde en la plaza del pueblo, se juntaba la gente para ver pelear a sus perros, y los pescadores hacían sus apuestas, mientras que los dos perros peleaban. A veces, ganaba el perro blanco, y otras veces el perro negro, pero el pescador siempre ganaba las apuestas. Sus amigos comenzaron a preguntarle cómo lo hacía. Él dijo: para que gane el perro negro, dejo de alimentar al perro blanco, o dejo de alimentar al perro blanco para que gane el perro negro. Así doy de comer a quien quiero que gane. El perro que está bien alimentado gana, porque es más fuerte. Esto es exactamente lo que pasa con nosotros. Mis hermanos, hay una guerra en nuestro ser interno que la llamamos “la guerra de los deseos”. Esto tiene que ver con dos naturalezas que se oponen entre sí. El cristiano verdadero tiene una guerra interna, una lucha de dos poderes. ¿Cuál de ellas dominara?, pues podemos decir que ganara aquella área de nuestra vida que mejor alimentemos. En esta guerra de los deseos usted decide a quien alimentará mejor.
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