EL EVANGELIO EN MARCHA
(GÁLATAS 5:22-26)
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor
INTRODUCCIÓN: De los “nueve sabores de un mismo fruto”, que es la esencia del fruto del Espíritu y el tema general de tres sermones, proponemos el segundo de estas virtudes: El Fruto con Sabor a Prójimo. Si las primeras virtudes (amor, gozo, paz) tienen que ver con Dios, las próximas tres tocan especialmente nuestra relación con el prójimo. Las últimas tres tendrán que ver directamente con nosotros mismos. Una pregunta que siempre está en la mente de todo buen cristiano es ¿cómo puede ver la gente a Cristo en nosotros? Esto lo decimos porque a veces no sabemos cómo entender o explicar la presencia de Cristo en nosotros. Seguramente sentimos su presencia, pero nos cuesta poder explicarla. Bueno, la Biblia dice que el Espíritu Santo vino para glorificar a Cristo. ¿Cómo puede suceder esto? Si bien es cierto que el Espíritu sabe todas las formas cómo ha de glorificar a Cristo, una de esas maneras es a través de su obra en nuestros corazones. Así, pues, una vez que el Espíritu está en nosotros su tarea será de glorificar a Cristo y él lo hace por medio de la manifestación del fruto que ha colocado en nuestros corazones. ¿Cómo vemos todo esto? Las primeras tres virtudes (amor, gozo, paz) tienen la función de glorificar a Cristo por medio del cual él, como Hijo, glorifica al Padre. La segunda parte de estas virtudes (paciencia, benignidad, bondad) tienen la misión de glorificar a Cristo delante de nuestro prójimo. Y la última parte de estas virtudes (fe, mansedumbre y templanza) tienen la misión de glorificar a Cristo en nosotros. Consideremos hoy “el fruto con sabor a prójimo” en la segunda parte del fruto del Espíritu.
- LA PACIENCIA COMO LA VIRTUD DE LA ESPERANZA
- El largo sufrimiento por otros (Lc. 21:19). La palabra griega para paciencia es “makrothumia” y la palabra en inglés es “longsuffering”. Lo primero que hay que decir es que esta palabra no se encuentra en lo absoluto en el griego clásico y, muy raramente, en el griego koiné, el popular. Por lo tanto, era una palabra netamente cristiana, porque para los griegos la paciencia no era una virtud. Y tan cristiana era esta palabra que aparece unas 24 veces en el NT. ¿Por que los griegos desconocían esta palabra? Porque la asociaban con el sufrimiento por otros y último que ellos querían saber era del sufrir por otros. Curiosamente, la palabra en inglés significa: soportar largamente una situación o alguna persona. Es la virtud que nos permite sobrellevar resignadamente las adversidades de la vida. Sin esta virtud jamás podremos soportar todo lo que sufrimos diariamente. Literalmente significa sufrir y tolerar las pruebas, enfermedades, reveses, penas, etc. Un pensador americano (1859-1952), escribió: “La más útil de las virtudes es la paciencia”. Creo que esta gracia del Espíritu es la que más necesitamos para los demás y para nosotros mismos. Se me ocurre inventar esta palabra al abordar este tema: “Pacientémonos” los unos a los otros.
- El espíritu que nunca sede (He. 6:15). Esta virtud, además de lo arriba expuesto, tiene que ver con ese espíritu que jamás sede, que nunca se doblega. ¿Conoce a alguien así? Los novios la tienen al principio, después se les olvida. Un hombre en la Biblia que conoció muy bien esta virtud fue Abraham. Él recibió la promesa porque había “esperado con paciencia”. Esta virtud es lo que más se espera que tengamos para con nuestro prójimo. Es la que más se requiere para soportar a aquellos que muchas veces no soportamos. Crisóstomo definió a la “makrothumia” como el espíritu que podría vengarse si quisiera, pero al final no lo hace. En este sentido, la paciencia es requerida para tratar a los demás. Al pastor se le demanda que tenga paciencia para tratar a sus ovejas (2 Tim. 3:10). Nadie que no tenga esta virtud podrá dirigir una congregación. Pero sabe usted que esta es una de las cosas que más se espera de cada creyente. Pablo lo requirió de sus hermanos al hablarle sobre la necesidad de ser pacientes para con todos (1 Ts. 5:14). En resumen, no puede existir un real compañerismo sin “makrothumia”. Cultive usted la paciencia hacia los demás como Dios la tiene con usted.
- Es la característica de Dios (2 Pe. 3:9, 15). Cuando hablamos de esta virtud, ningún ser tiene tanta paciencia como lo tiene Dios. Y lo que más nos sorprende de su paciencia es la que tiene para la salvación del hombre porque, en efecto, él no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento. Observe su paciencia desde el principio. Dios pudo haber acabado con el hombre cuando pecó, pero tuvo paciencia y lo dejó por más de 900 años antes que muriera. Dios tuvo paciencia en los días de Noé hasta que el arca se construyera, esperando que los hombres se arrepintieran (1 Pe. 3:20). Cuando Abraham decidió interceder por Sodoma y Gomorra, Dios espero para ver si había un justo que le buscara y no destruyera aquellas impías ciudades. Su paciencia lo llevó hasta que se cumplieran las Escrituras respecto a la venida del Mesías.
- LA BENIGNIDAD COMO LA VIRTUD DE LA GENTILEZA
- Es el tener un genio apacible (Fil. 4:5). La benignidad es una de las cualidades que ponen a prueba nuestro carácter cristiano. Si bien es cierto que luchamos todos los días con la carne y sus deseos, le dijo que la otra lucha que tenemos los creyentes es con el carácter. Yo no se de donde salió la frase “tienes un carácter de perro”, como si todos los perros fueran malos, pero debo suponer que hay perros que no son tan buenos amigos. La más grande contradicción cristiana es tener un mal carácter. Lo contrario a lo benigno es lo maligno. Y la benignidad tiene que ver con todo lo bueno. Pablo nos trae a este sabor del fruto del Espíritu y nos hace pensar en el reto de lo que significa poseer un genio apacible. Y es obvio que el único que puede darnos un genio así es el Señor. ¿Qué tal es su genio? ¿Qué opinan los demás? Moisés tenía un genio muy malo, tanto que llegó a matar a un egipcio, sin embargo, después se nos dice que no hubo un hombre más manso que él sobre la tierra, después que caminó en el Señor. Uno de los discípulos de Pablo se llamó Epafrodito. Su nombre significa “atrayente”. Este era su testimonio (2 Cor. 8:18). ¿Qué tan gentil soy?
- La benignidad es parte del vestido nuevo (Col. 3:12, 13). ¿Sabía usted que cuando creyó en el Señor se cambió de vestido? En la historia del “hijo pródigo” hay una parte que nos toca hondamente. Entre tantas cosas que hizo el padre que aguardaba por el hijo que se había ido lejos, y al confesar su pecado, lo primero que hizo el padre fue pedir que se le vistiera. Esto dijo: “Sacad el mejor vestido, y vestidle…” (Lc. 15:22). Mis hermanos, esto sucedió también con nosotros. Pablo nos recuerda cuál es el vestido de un “escogido de Dios”, y uno de los adornos que lo distingue es precisamente la benignidad. La benignidad debe ser demostrada sin distinción de raza, color o idioma. Un hotelero rechazó a un hombre por su vestimenta. Más tarde aprendió que el hombre había sido Thomas Jefferson, ¡vicepresidente de los Estados Unidos! Envió en seguida una tarjeta al patriota famoso, invitándole a una habitación gratis en el hotel. Jefferson dijo al mensajero: “Dile que ya he tomado otra habitación. Valorizo sus buenas intenciones, pero si no tiene lugar para un sucio cultivador americano, tampoco lo tiene para el vicepresidente de los Estados Unidos.”
III. LA BONDAD COMO LA VIRTUD DE LA CORTESÍA
- Fuimos creados para buenas obras (Ef. 2:10). Pablo nos ha hablado en todo el capítulo 5 de gálatas acerca de las obras de la carne. Al ver cada una de ellas las reconocemos como malas, incluyendo las del carácter. Pero el creyente fue salvado para manifestar las buenas obras. Siempre afirmamos que nadie puede ser salvo por las obras que hace, pero no se concibe a un creyente que no haga buenas obras. Observe que el presente texto nos da una información muy relevante cuando nos dice que Dios, anticipadamente, como todas las cosas que él hace, había preparado las buenas obras para que cada uno las hiciéramos. La bondad como una virtud del Espíritu es lo que hace que el creyente manifieste esas buenas obras. La “bondad” se define como la virtud que hace a una persona que sea buena, simpática, genuina y recta en todos sus procederes. Pablo nos aconseja diciendo que no nos olvidemos de hacer el bien, especialmente a nuestros hermanos. La bondad se expresa en la cortesía de las palabras, de los actos y de los modales. La bondad es la señal de un cambio radical y profundo en nuestras vidas. Es la cara del nuevo nacimiento que se dio en el corazón.
CONCLUSIÓN: Una de las cosas que nos llama la atención de este pasaje es la manera contrastada con la que Pablo nos presenta el asunto de los deseos de la carne y el fruto del Espíritu. Pablo habla de una lista larga de pecados que produce ese lado oscuro en la vida que es controlado por los deseos de la carne y los pone a la par de lo que hace el Espíritu, adornando la vida del creyente con nueve virtudes con lo que hacen de él una persona que anda y es guiada por el Espíritu. De esta manera podemos decir que los que caminan en el Espíritu experimentan la paciencia, la benignidad y la bondad. Pero los que se complacen en la lujuria de la carne experimentan contenciones, envidias y ambiciones egoístas. Qué preferiríamos tener una vida que desarrolle la paciencia, la benignidad y la bondad con el ayuda del Espíritu Santo, o una vida devastada por las contiendas, la envidia y las ambiciones egoístas, debido guiadas por los deseos carnales. ¿Está viendo prójimo esas virtudes en mi?
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