EL EVANGELIO EN MARCHA
Sean sus “palabras” nuestra guía y nuestro consuelo
Por: John Piper
Palabra fiel es ésta (2 Timoteo 2:11). Pablo tiene cuatro de estas «palabras fieles». La primera está en 1 Timoteo 1:15, y dice: «Palabra fiel y digna de ser recibida de todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores». La segunda, en 1 Timoteo 4:8, y dice: «La piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera. Palabra fiel es esta, y digna de ser recibida de todos».
La tercera se halla en 2 Timoteo 2:11, y dice: «Es palabra fiel: … si sufrimos, también reinaremos con Él». Y la cuarta, en Tito 3:8, y dice: «Palabra fiel: … que los que creen a Dios procuren gobernarse en buenas obras». Podemos señalar la conexión que hay entre estas «palabras fieles». La primera pone el fundamento de nuestra eterna salvación, como se muestra en la misión del Gran Redentor.
La segunda afirma la doble beatitud que obtenemos por medio de esta salvación –las bendiciones de las fuentes de arriba y las de las de abajo– del tiempo y la eternidad. La tercera nos muestra uno de los deberes al cual el pueblo elegido es llamado. Se nos ordena sufrir por Cristo con la promesa de que «si sufrimos, también reinaremos con él». La cuarta expone la actividad del servicio cristiano, exhortándonos con diligencia a gobernarnos por buenas obras.
De este modo, tenemos la raíz de la salvación en la gratuita gracia; los privilegios de esa salvación en la vida presente y en la venidera, y, además, las dos grandes ramas (sufrir con Cristo, y vivir con Cristo) llenas de frutos del Espíritu. Atesora estas palabras fieles. Que sean ellas las guías de nuestras vidas, nuestro consuelo y nuestra instrucción. El apóstol de los gentiles comprobó que eran fieles, y siguen siendo fieles hasta ahora; ninguna palabra fracasará. Ellas son dignas de ser recibidas de todos. Aceptémoslas ahora y probemos su fidelidad. Que las cuatro palabras fieles sean escritas en las cuatro esquinas de mi casa.
La verdad, el mejor alimento para todos
A causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros (2 Juan 2)
Una vez que la verdad de Dios logra entrar en el corazón humano, sometiendo enteramente al hombre, ningún poder humano o infernal puede, después, desalojarla. No consideramos esa verdad como un simple huésped, sino como la dueña de la casa.
Éste es un requisito cristiano necesario. No es cristiano el que no piensa así. Los que sienten el poder del Evangelio y experimentan la potencia del Espíritu Santo mientras Él expone, aplica y sella la Palabra del Señor, preferirían ser deshechos antes que apartarse del Evangelio que les trajo salvación. En la seguridad de que la verdad estará con nosotros perpetuamente, hay miles de bendiciones. Esa verdad será para nosotros sostén en la vida, aliento en la muerte, canto en la resurrección y eterna gloria.
Esta verdad es, además, un privilegio cristiano, sin el cual nuestra fe poco valdría. Algunas verdades ya las hemos sobrepasado y dejado atrás, pues son solo rudimentos y lecciones para principiantes, pero no podemos considerar en la misma manera a la verdad divina, pues aunque es dulce alimento para niños, es también, en el más alto grado, sólida vianda para adultos. La verdad de que somos pecadores se nos presenta insistentemente para humillarnos y ponernos en guardia.
La verdad más bendita de que «el que cree en el Señor Jesús será salvo», permanece con nosotros como nuestra esperanza y nuestro gozo. Nuestra experiencia, lejos de hacernos soltar las doctrinas de la gracia, nos las ha hecho tomar más fuertemente. Nuestros motivos para creer en Cristo son ahora más poderosos y más numerosos que nunca; además, tenemos motivos para esperar que seguirá siendo así hasta que, al morir, recibamos al Salvador en nuestros brazos. Donde veamos este amor, estamos obligados a ejercer el nuestro. Ningún círculo estrecho puede contener nuestras simpatías.