Ámense unos a otros con alegría

0
418

EL EVANGELIO EN MARCHA

Ámense unos a otros con alegría

  Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti, sino solo practicar la justicia, amar la misericordia y andar humildemente con tu Dios? (Miqueas 6:8).

  Nunca nadie se ha sentido menos amado porque se le dijo que el logro de su felicidad hizo feliz a la otra persona. Jamás se me acusó de ser egoísta por justificar un acto de bondad en base al deleite que me trae el hacerlo. Al contrario, los actos de amor son genuinos en la medida en que no involucran malos sentimientos.

  Y una buena alternativa para el resentimiento no es la neutralidad ni las acciones motivadas únicamente por el cumplimiento del deber, sino la alegría. El amor auténtico «ama la misericordia» (Miqueas 6:8), no solo ejerce la bondad. El hedonismo cristiano nos obliga a reflexionar sobre esta verdad.

  En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios: cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos. Porque este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. (1 Juan 5:2-4).

  Lea estas oraciones en el orden inverso y preste atención a la relación lógica entre ellas. Primero, ser nacido de Dios nos da un poder que vence al mundo. Ese es el fundamento (el «porqué») de la afirmación de que los mandamientos de Dios no son gravosos.

  Por lo tanto, ser nacido de Dios nos da un poder que vence nuestra resistencia mundana a hacer la voluntad de Dios. Sus mandamientos ya no son «gravosos», sino que son el deseo y el deleite de nuestro corazón. Este es el amor de Dios: no solo que obedecemos sus mandamientos, sino que además no nos resultan gravosos.

  Luego el versículo 2 afirma que la evidencia de la autenticidad de nuestro amor por los hijos de Dios es el amor de Dios. ¿Qué nos enseña esto sobre el amor por los hijos de Dios? Si el amor a Dios consiste en hacer su voluntad con alegría en lugar de hacerla con pesar, y si el amor a Dios se mide por la autenticidad de nuestro amor por los hijos de Dios, entonces nuestro amor por los hijos de Dios también debe manifestarse con alegría y sin resentimientos. El hedonismo cristiano se basa completamente en el servicio del amor, porque nos lleva a la feliz obediencia.