EL EVANGELIO EN MARCHA
(SOMOS PIEDRAS VIVAS/SALMO 93:5)
Por: Rev. Julio Ruiz
INTRODUCCIÓN: Qué es lo que le conviene a la Casa del Señor. ¿Poseer, por ejemplo, con sus cómodas instalaciones, áreas recreacionales para el disfrute de todos o un ambiente para la buena música? ¿Le conviene tener un compañerismo donde todos se sientan bien estimados? ¿Le conviene tener un gran presupuesto que satisfaga todas las necesidades? ¿Le conviene tener un gran prestigio dentro de su comunidad? Sí, seguramente que esto es bueno, pero ¿es eso lo más importante? De acuerdo con el salmo de hoy, lo que más le conviene a la casa del Señor es la santidad, aunque su aspecto físico sea muy humilde. Cuando la Biblia nos habla de la pureza y la santidad puso como punto de comparación a la nieve. ¿Por qué lo hizo? Cuando Dios estaba convenciendo al patriarca Job de su ignorancia sobre él y su poder, le hizo esta pregunta “¿Has entrado tú en los tesoros de la nieve”? (Job 38:22). Entre esos tesoros están los nutrientes con los que empapan la tierra y los copos de nieve, todos ellos inigualables en comparación y belleza. Después que David pecó contra Dios, él tuvo este anhelo: “Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve” (Sal. 51:7). Y cuando el profeta Isaías describió la condición pecaminosa en el hombre, diciendo que “desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga…”, comparó el resultado de esa vida corrompida, con una vida limpia, diciendo que nuestros pecados serían “emblanquecidos” como la nieve (Is. 1:6, 18). Cuáles serían algunas razones por las que la santidad es lo más importante para la iglesia del Señor.
POR EL CARÁCTER SANTO DE DIOS
1. El carácter de Dios es único en Santidad (Ex. 15:11). La raíz griega de la palabra “santo” es quadash, y significa cortar o separar. Bien se ha dicho que esta es una de las más prominentes palabras del Antiguo Testamento, aplicada en todos los contextos a Dios. Cuando hablamos de la santidad de Dios estamos diciendo que él es absolutamente distinto de todas sus criaturas, pero a su vez que él ha quedado exaltado sobre todas ellas en infinita majestad. En el canto que Moisés le compuso a Dios por sus hechos poderosos, manifestados con la salida del pueblo de Israel de Egipto y la total derrota a los egipcios, hizo la pregunta de Éxodo 15:11. El énfasis de las Escrituras es que él es santo en todas las cosas que lo revelan. Los filisteos cometieron un gravísimo error dejando consigo el arca del pacto después que los hijos de Elí murieron.
2. El carácter de Dios es santo tres veces (Is. 6:3). A dos hombres en la Biblia se les ha conferido el privilegio de ver el trono de Dios y de escuchar de las mismas criaturas (serafines con seis alas) el mismo canto. Uno de ellos escuchó: “Santo, santo, santo Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de tu gloria” (Is. 6:3). Setecientos años después uno de los discípulos de Jesús escuchó lo mismo: “Santo, santo, santo es el Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir” (Apc. 4:8). Cuando estos dos hombres vieron la santidad de Dios tuvieron un profundo temor. Isaías dijo: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto los ojos del Rey, Jehová de los ejércitos” (Is. 6:5). En el caso de Juan cuando vio a Jesucristo, de acuerdo con la descripción del capítulo uno de Apocalipsis, cayó como muerto a sus pies (1:17). Semejantes experiencias nos hacen ver lo que debe significar para nosotros el que adoramos a Dios tres veces santo. Necesitamos recuperar esta reverencia y solemnidad.
3. El carácter de Dios no tolera el pecado (Hab. 1:13). La pureza de la santidad divina no puede tolerar la maldad humana. La limpieza de sus ojos tiene que ver con su luz, por lo tanto, ningún tipo de tinieblas prevalecen en su presencia. Dios no podrá ver el pecado sin odiarlo. Los ojos de Dios son muy puros para mirar la maldad en forma complaciente. De esto afirmamos que Dios y el pecado serán eternamente enemigos. La razón por la que Dios destruyó por primera vez a la tierra tuvo que ver con la maldad de los hombres. Sus ojos no podían tolerar los designios del corazón del hombre. El pecado no puede estar en su presencia. Y por cuanto Dios no podía mirar el pecado entonces tenía no solo que aborrecerlo sino destruirlo. Fue por eso por lo que un día decidió enviar a un Cordero puro y sin mancha para que a través de su sangre expiara de una vez y para siempre el pecado que aborrecía. De modo, pues, que cuando eso sucedió, y por cuanto sus ojos son muy limpios para ver el mal, se ocultó por tres horas para no ver a su Hijo cubierto de todos nuestros pecados. Es posible que nunca entenderemos aquel grito de dolor: “¡Dios mío, Dios mío, ¡por qué me has desamparado!”. El pecado es lo que más odio el Señor.
POR LA NATURALEZA SANTA DEL CREYENTE
1. Porque así somos llamados (Ro. 1:6). El término “santo” cambió de forma radical después del año 300 de nuestra era cristiana con la llegada de Constantino al poder romano. A partir de esa fecha comenzaría un nuevo significado para catalogar a quiénes deberían llamárseles santos. Así tenemos que los que llegan a esta posición serán santos intercesores y santos milagreros. Pero no fue este el concepto que imperó por mucho tiempo en las iglesias del primer siglo. Cuando Pablo se dirigía a sus hermanos los llamaba “santos”. Al escribir a los romanos les recuerda que ellos son “llamados a ser santos” (Ro. 1:6). A los hermanos de corintios, los que más problemas le daban, les escribe: “A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos…” (1 Cor. 1:2). Y cuando escribió a filipenses y colosenses el saludo fue el mismo. La palabra “santos”, usada por Pablo, tenía el mismo significado: apartados, separados, elegidos…”. Tan extraordinario es este concepto que la Biblia nos habla de un llamamiento anticipado para ser santo (Ef. 1:4).
2. La santidad es aborrecer el pecado también (1 Tes.4:7) La santidad no es compatible con el pecado como tampoco lo ha sido para Dios. Hay una abundancia de exhortaciones bíblicas respecto a la necesidad de vivir vidas alejadas del pecado. Hay términos que son contundentes, verdaderos llamados para aborrecer el pecado, tales como: Despojaos, haced morir, que no reine el pecado, no practicar el pecado, no perseverar en el pecado, purificarse del pecado…La intención de la palabra es hacernos ver que, así como Dios aborrece el pecado y lo ha vencido a través del sacrificio de su Hijo, nosotros debiéramos tener una actitud muy seria respecto al pecado. No debe ser, por cierto, la actitud de Eva que se detuvo para ver, hablar, codiciar y hasta comer de lo que estaba prohibido. La búsqueda de la santidad será el mejor aliado de Dios para combatir el engaño y el poder del pecado. La actitud de Pablo para aborrecer el pecado y enfilarnos hacia esa santidad de vida es recomendable según 1Tesalónica 4:7.
PORQUE SIN SANTIDAD NADIE VERÁ AL SEÑOR
1. Guardados irreprensibles para su regreso (1 Tes. 5:23). La antesala de la venida de Cristo plantea un sin fin de acontecimientos mundiales, no solo para que veamos las señales de estos tiempos, sino para que nos preparemos en santidad para la gloriosa venida. Es por esto por lo que Pablo nos presenta una de las oraciones sobre la santidad que debiéramos vivirla y practicarla. En la carta que dirige a los Tesalonicenses, en la que aborda con abundantes textos el tema de la segunda venida, nos presenta el texto de 1Tesalónica 5:23. Note por un lado cuál es la meta en la santidad: “santifique por completo”. Esto significa que debemos dejar que Dios haga el trabajo completo en nuestras vidas.
2. La santidad para ver al Señor (He.12:14). Le presento lo siguiente: Supóngase que usted recibe una llamada de las oficinas de la Casa Blanca donde se le dice que el presidente quiere honrarle haciéndole una visita a su casa, ¿qué haría para recibirle? ¿Cómo prepararía su casa y que tipo de ropa se pondría? Ahora bien, si usted sabe que Jesucristo es más importante que el mismo presidente de la república, pues los reyes y gobernantes doblarán sus rodillas cuando venga, ¿cómo le gustaría recibirle? El apóstol Pedro, sabiendo que todo va a ser destruido cuando Cristo venga, nos ha dicho que la única manera para recibirle no será con algo que tengamos sino en la forma en que vivamos. Sus proféticas palabras que hablan del fin del mundo, y con ello la destrucción de la tierra lo llevan a esta demanda (2 Pe. 3:11). Y el énfasis del anciano apóstol era tan grande, a lo mejor reconociendo sus tiempos cuando su carácter lo llevó a negar a Cristo y sabiendo que le esperaba la muerte de acuerdo a la profecía del Señor, lanzó esta proclama en el versículo v. 14. ¿Cómo esperamos al Señor?
CONCLUSIÓN: La santidad pareciera ser un producto raro en medio de un mercado saturado de tantas ofertas para agradar los deseos de la carne. Nos gusta hablar de ella por el desafío mismo que trae. Hay un animalito llamado arminio, solo visto en las selvas de Asia y Europa, pero que protege celosamente su pelaje blanco. Se cuida mucho para no ser manchado, sobre todo en el invierno cuando su pelaje es aún más blanco. La forma como los cazadores lo agarran es que cubren la entrada de su cueva con lodo, de esta manera cuando el llega, en lugar de limpiar la cueva y entrar, prefiere enfrentar a los perros de caza y al final sale perdiendo porque lo matan. El armiño prefiere morir para mantenerse limpio. ¿No debiéramos actuar nosotros de la misma manera? Una de las bienaventuranzas que toca la santidad del creyente dice: “Bienaventurados los de limpio corazón porque ellos verán a Dios”. La santidad es lo que más le conviene a la iglesia.
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Julio Ruiz, es pastor de La Iglesia Bautista, Ambiente de Gracia, ubicada en 5424 Ox Rd. Fairfax Station, VA 22039 (pastorjulioruiz55@gmail.com)