¡Qué bella historia!

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Por: Francisco Aular (faular @hotmail.com)

Recuerden las cosas pasadas, aquellas de antaño; yo soy Dios, y no hay ningún otro, yo soy Dios, y no hay nadie igual a mí. Yo anuncio el fin desde el principio; desde los tiempos antiguos, lo que está por venir. Yo digo: Mi propósito se cumplirá, y haré todo lo que deseo. (Isaías 46:9-10 NVI)

  La historia de la Navidad es la más preciosa que jamás se haya contado. Uno puede oírla vez tras vez, y no cansarse de oírla. Nuestros abuelos nos las contaron y también nuestros padres. Hoy nos toca a nosotros contarla otra vez. Existe un poema anónimo que dice así:

  Hace más de 2000 años, nació un hombre contrariamente a todas las leyes de la vida en una pequeña aldea y en un humilde pesebre, entre animales y pastores, hijo de una mujer del campo. Este hombre vivió en la pobreza (…) ni siquiera tuvo una piedra donde recostar su cabeza. Trabajó en un taller de carpintería hasta que tenía 30 años, entonces durante tres años fue un predicador viajero.

  No poseía riquezas ni influencias. Sus parientes eran gente común, no fue al colegio, ni tuvo preparación o educación alguna. Pero, durante su infancia provocó pánico a un rey y en su niñez dejó asombrados a sabios y doctores, caminó sobre las aguas como en el mismo pavimento y aquietó al embravecido mar. Sanó a las multitudes sin medicinas y no cobró nada por sus servicios…, de hecho, ha sido el único que ha podido dar vida a los muertos.

  Este hombre no tenía otras credenciales que su propia persona. Cuando era joven y por predicar sobre Dios, la opinión popular se volvió en su contra, pasó ante la farsa de un juicio siendo inocente. Sus mejores “amigos” huyeron… Uno lo negó y otro lo entregó en manos de sus enemigos, que lo maltrataron, lo azotaron y golpearon hasta desfigurarle el rostro. Fue objeto de burla, además lo insultaron y escupieron; luego de enterrarle una corona de espinas, lo clavaron en una cruz entre dos ladrones y mientras moría, sus verdugos echaban suertes sobre la única pieza de su propiedad…, su abrigo. Al morir fue descolgado y puesto en una tumba prestada gracias a la caridad de un amigo.

  Nunca escribió un libro…, pero en todo el mundo no cabrían todos los libros que sobre Él se han escrito. Nunca fundó una escuela…, pero todas ellas juntas ni siquiera pueden jactarse de tener tantos estudiantes. Nunca escribió una canción…, pero Él ha provisto temas para más canciones que todos los compositores juntos. Nunca practicó la psicología, pero Él ha sanado más corazones quebrantados que todos los doctores juntos.

  Una vez a la semana en todo el mundo, las multitudes dejan todo para ir a las asambleas, cultos, reuniones para adorarlo; y en diciembre hasta los que no creen en Él celebran su Nacimiento. Este evento dividió en dos períodos nuestra historia. Casi 21 largos siglos han venido y se han ido…, pero Él sigue siendo la pieza central de la humanidad. Todas las guerras, ejércitos, reyes y grandes hombres han pasado, sin afectar la vida del hombre de manera tan poderosa como lo ha hecho aquella vida solitaria.

  Por ello, la Natividad del Señor JESÚS es la oportunidad que se nos presenta a los cristianos nacidos de nuevo de contar otra vez, la historia de la Salvación. Se nos manda a que, “recuerden las cosas pasadas, aquellas de antaño.” ¡JESÚS es el Centro de la historia! ¡Qué bella historia!

ORACIÓN: Amado Padre Celestial: ¡Gracias por darnos a tu amado Hijo y revelarnos el plan secreto de la redención al ser humano! ¡Qué bella historia! ¡Gracias por darnos la bendición de la Navidad, de tu Natividad como JESÚS!

PERLA DE HOY: Para experimentar la Navidad o la Natividad eterna en el proceso de nuestra salvación, debemos llegar a conocer a JESÚS, Él es la Vida Eterna.