La transición hacia un nuevo año

0
490

EL EVANGELIO EN MARCHA

MENSAJE PARA COMENZAR EL AÑO

La transición hacia un nuevo año

(FILIPENSES 3:13-14)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia

INTRODUCCIÓN: Si el gran apóstol Pablo dijo “yo mismo no pretendo haberlo alcanzado”, qué podríamos decir nosotros al comparar los resultados del trabajo hecho. Sabido es que la vida de ese singular apóstol estuvo marcada por el servicio y consagración al Señor. En otra ocasión habló de la intensa geografía de su trabajo: “De manera que desde Jerusalén…hasta Ilírico, todo lo he llenado con el evangelio de Cristo” (Ro. 15:19).  Habló de un trabajo lleno de sacrificios, enfrentamientos, hambre, persecución, desprecio por amor a la obra y su propio desgaste personal. Así que él fue muy modesto al referirnos este texto, pero a su vez con él trazó lo que debe ser la línea de acción de cada creyente. En la vida llegan los momentos de cerrar una página y comenzar otra. De olvidarse de lo que queda atrás y de extenderse hacia lo que está adelante. Esto es lo que pasa con el tiempo que termina y el que comienza. El año viejo y el nuevo son como la frontera que marca la pauta entre un pasado y un futuro. Es como la línea que divide lo antiguo de lo nuevo, un punto de partida para cambios, propósitos y fijación de metas, deseos o anhelos. En la mitología romana existía un dios llamado “JANO”, en latín “JANUS”, que tenía dos caras; una mirando hacia delante y otra mirando hacia atrás. Se le consideraba como el dios de las puertas, (entradas) de los finales y de los comienzos. De allí viene el nombre en inglés para el primer mes del año: January. Él era objeto de culto por quienes iniciaban un nuevo proyecto, los que contraían matrimonio o cuando nacía un bebé. Era el dios de la transición y de los cambios. ¿Tendría Pablo en su mente la figura de Janos, conocida por todos, cuando escribió “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante”? Por supuesto que nuestro Dios no es “enero”, pero si es el punto de partida para olvidar y para comenzar. Examinemos cuál debe ser nuestra actitud en la transición de cara a un nuevo año.

I. LA TRANSICIÓN HACIA UN NUEVO AÑO NO ESTÁ DETERMINADO POR PREDICCIONES Y SUPERSTICIONES

1. La ilusión de las predicciones (Lv. 19:31). La vida no puede estar guiada por las predicciones acerca del futuro. Pero es un hecho que los que consultan adivinos para satisfacer su curiosidad por el porvenir, va en aumento. Y el asunto es que como se trata de adivinación, algunas de las predicciones las pegan. Tome el caso de los que vaticinan un terremoto en aquellos lugares donde con frecuencia tiembla. O el caso del aumento de violencia en países donde esto es noticia diaria. Qué tal el caso de los que pueden “predecir” que este año Fidel Castro pudiera morir. Bueno, después de sus ochenta años eso es perfectamente factible. Las predicciones son todas engañosas. Les ofrecen un mundo de posibilidades a los incautos lectores, y muchos de ellos se lo creen. Tome en cuenta el siguiente ejemplo de las predicciones del horóscopo para el nuevo año: “Usted tendrá una gran confianza para llevar sus actividades. Sus obras se reunirán con su destino deseado. Usted tendrá muchas oportunidades de aumentar sus ingresos. Las predicciones 2012 sagitario nos informan que podrá darse el lujo de ir más allá del presupuesto, como un aumento de beneficios también será posible. La racha de mala suerte en el frente romántico desaparecerá, y harás largos viajes de placer”. Qué bueno es saber que la transición a otro año no está regida por otra cosa que no sea Dios y su palabra. Esto no falla.

2. El engaño de las supersticiones. Mucha gente saca las maletas a la puerta de la casa, porque creen que harán muchos viajes. Otros piensan que el sentarse y volverse a parar con cada una de las doce campanadas de la medianoche del 31 de diciembre trae consigo matrimonio. Otros dicen que recibir el año nuevo con dinero dentro de los zapatos, le dará muchísima prosperidad económica. Si usted quiere tener mucha ropa nueva, entonces usted debe usar la ropa interior al revés el último día del año. Otros sostienen que comer una uva, con cada campanada de las doce de la noche, a la vez que pide un deseo, hará que todos se le cumplan. Por supuesto que todo esto es mentira. Cuando la gente practica la predicción o superstición, lo que está mostrando es una confirmación de temor, inseguridad, incertidumbre y una gran falta de esperanza. Sin embargo, cuando usted se ha encontrado con el Señor, todo cambia (Mt. 6:33, 34). Ahora tiene una gran confianza, pues sabe que el destino de su vida y el de su familia no están en las manos de la astrología, ni los adivinos de turno, sino en el Dios Todopoderoso.

 

II .LA TRANSICIÓN A UN NUEVO AÑO REQUIERE QUE OLVIDEMOS LO QUE QUEDA ATRÁS

 

1.No más recuerdos (Is. 43:18, 19). Isaías nos exhorta a no acordarnos de las “cosas pasadas” y no traer “a la memoria las cosas antiguas”, porque Dios “hace nueva todas las cosas”. Él puede abrir camino en el desierto y ríos en la soledad. Somos nosotros los que nos empeñamos en vivir en las cosas viejas. El año viejo se ha ido y con él deben irse los recuerdos. Un funeral debe ser hecho antes de comenzar el nuevo año. Hay que reconocer que el único ser que tiene la capacidad de olvidar, se llama Dios. Este es otro de sus grandes atributos. El profeta Miqueas al referirse a nuestros pecados, y el tratamiento que Dios le ha dado, dijo: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad?” (Miq. 7:18).

 

2. Inicie un nuevo calendario. El año viejo hay que dejarlo atrás; así debe ser con sus recuerdos o malas experiencias. No traiga sus fracasos, pecados, defectos de carácter o malograda vida al nuevo año; olvídelos, déjelos atrás junto con el año viejo. Olvidarse de lo que queda atrás es despegar la última hoja del calendario pasado. Es enrollarlo y soltarlo porque ya no es útil. No nos hace ningún bien traer todos estos fracasos y penas para escribirlas otra vez en el calendario que pronto comienza. En las nuevas páginas del año 2012 debemos escribir nuestra nueva historia. Pablo pudo ser un resentido por todas las cosas que le tocó pasar. Cuando uno lee la larga lista de sus padecimientos de 2 Corintios 11:23-27, se da cuenta que si alguien tuvo razones para quejarse fue Pablo. Sin embargo, es él es quien nos pide que olvidemos lo que queda atrás para que nada de esto nos atormente. Pero a su vez, cuando está pensando en el futuro, nos invita a pensar distinto: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil. 4:8). ¿Puede imaginarse una mejor forma de llenar el calendario del 2012 como esta?

 

III. LA TRANSICION A UN NUEVO AÑO DEMANDA EXTENDERNOS A LO QUE ESTA ADELANTE

1. Camino no transitado todavía (Jos. 3:1-4). Un año nuevo es parecido a la experiencia que Israel vivió antes de entrar a la tierra prometida. Ninguno de aquella generación sabía lo que les aguardaba en la tierra de la promesa. Los días que vendrían eran totalmente nuevos. La gente a las que se iban a enfrentar era nueva. Las batallas que tenían que librar eran nuevas. La comida que iban a comer era nueva. Las casas que iban a habitar eran nuevas. Los trabajos que iban a cometer eran nuevos. En fin, todo era nuevo para ellos. Josué reconoció que delante de ellos se abría un camino que jamás se había transitado. Esto es lo mismo que ocurre con el nuevo año. Dejar lo que queda atrás no es suficiente. Por cuanto tenemos un nuevo camino que recorrer, debemos esforzarnos por vivir lo que tenemos por delante, 52 nuevas semanas. Un camino tan largo, tan ancho y tan impredecible como un nuevo año, hay que encomendárselo a un baquiano. Jesucristo ha dicho: “Yo soy el camino…”. Nadie mejor que él para guiarnos.

2. Lo que tengo para ti (Jer. 29:11). El Señor le ha dicho a su pueblo sobre los pensamientos que tiene para con ellos. “Pensamientos de paz y no de mal”, es una manera de decirnos que podemos adentrarnos hacia el futuro persuadidos del Dios que consigna esta promesa. Ninguno de nosotros sabe lo que vendrá en los próximos días. Alguna noticia podrá robarnos la paz, pero el saber que nuestro Dios tiene planes de paz para sus hijos, nos llena de esperanza, seguridad y confianza.

 3. Prosigo a la meta (He. 12:1). La vida cristiana consiste en la carrera que tenemos por delante. No es una carrera de 100 metros planos, sino un maratón que dura toda la vida. Por la vía de la recomendación se nos exhorta que, mientras corramos, nos despojemos de todo peso del pecado que nos asedia. Que la carrera la hagamos con paciencia, para que no nos agotemos al comienzo de ella. Pero sobre todo, se nos exhorta a poner nuestra mirada en la persona correcta para que obtengamos la victoria. Al hacer esta carrera se nos recuerda la gran “nube de testigos” que tenemos por delante que ya cumplieron con su meta. Ellos desde el cielo nos aúpan a no fracasar, a esforzarnos por llegar también a esa meta. El año viejo ya se ha acabado. Si logramos o no las metas, ya es asunto del pasado. Se me ocurre pensar que las dos grandes metas a las que todos debemos proseguir, una tiene un carácter vertical y la otra horizontal. La vertical tiene que ver con nuestra relación con Dios. Ningún asunto puede ser más importante como el de asegurarnos que al comienzo de un nuevo año, el Señor sea mi prioridad en mi tiempo a solas con él. De eso dependerá mi éxito o mi fracaso. Y la horizontal tendrá que ver con el impacto de mi testimonio. Una característica del nuevo nacimiento es el fruto que doy en la conversión de otro.  Hacia allí debemos externos.

CONCLUSION: Ya entramos en las dimensiones  año nuevo, y si usted todavía no ha dejado atrás al viejo año, una cosa haga: olvídese de lo que dejó atrás y extiéndase a lo que está por delante. No se aparte del camino de Dios, siga en pos de su presencia, propóngase crecer y servir a Dios más que el año anterior y confíe su vida y la de los suyos al cuidado de Dios. En este nuevo año “prosiga a la meta” (v. 14), no la deje a medio camino. Recuerde que el premio a una carrera no se otorga a los que tuvieron buenas intenciones de llegar primero. Se entrega cuando se cruza la raya final. Mire cuál es el nuestro premio. No es por cierto las medallas y aplausos que el mundo busca. No es la promoción que te hagan por ser un buen obrero, soldado, profesional o un hombre de negocios. Es el “premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Nada en la tierra supera este premio. Pablo nos dice finalmente cómo correr y obtener ese premio (1 Cor. 9:24-27). Que Jesucristo sea continua meta en este año 2012 que ha comenzado. No podemos tener una meta menos que esta. Vivamos solo para él.

Si desea consejería o hablar con el Pastor Julio Ruiz, puede llamarle a los

 Tels.  (571) 271-6590 (cel); (703) 250-0118 (casa) y (703) 534-5700 ext. 240