La oración en el Espíritu

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EL EVANGELIO EN MARCHA

La oración en el Espíritu

(EFESIOS 6:10-19)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia

INTRODUCCIÓN: En la guerra espiritual no es suficiente ponerse la armadura, hay que involucrarse en la pelea. A lo mejor nos ponemos una reluciente armadura, pero nos quedamos cómodamente sentados. La verdad que estamos estudiando es que no tenemos lucha contra sangre ni carne sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas. Nuestro adversario lo hemos identificado como alguien que ha preparado todo un arsenal para combatirnos, por lo tanto debemos estar firmes contra sus asechanzas. De esta manera debemos ceñirnos el cinturón de la verdad, hablamos aquí de la integridad. Hay que ponerse la coraza de justicia, lo cual significa nuestra pureza. Hay que ponerse el calzado de la paz, que equivale a nuestra tranquilidad. Hay que protegerse con el  escudo de la fe, eso es, la certidumbre. Y hay que ponerse el yelmo de la salvación, que significa tener cordura y pensar con la mente de Cristo. Y toda esta parte de la vestidura representa a Jesús. Esto significa que cada pieza que me pongo tengo que hacerlo en oración porque me estoy vistiendo con el Señor Jesucristo. Si esto hago entro en la seguridad de la victoria. ¿Qué debo saber para la victoria? En primer lugar que debo permanecer firme porque esta batalla ya fue ganada por Cristo. El texto repite varias veces la palabra “estad firmes”. Nosotros no peleamos por la victoria, sino que lo hacemos desde la victoria. También hay que empuñar la espada. De qué sirve estar protegido sino usamos la  espada. Pero después de esto, y por encima de todo, necesito buscar la provisión del Espíritu para que la batalla sea consumada (v. 18). Esa provisión viene de la oración en el Espíritu. Cada soldado necesita provisiones. Necesita de alguien que lo dirija. Tenemos un Comandante que sabe lo que el enemigo está haciendo, de allí la necesidad de depender de él. La oración nos pone en contacto con él.  Veamos cómo.

 

I. ES LA QUE SE HACE EN TODO TIEMPO

 

1. Regular y constante. Es un hecho que la oración no es un asunto para un “de vez en cuando”. No es que la hago hoy, la dejo por algunos días y después la tomo. ¿Qué pasaría si decido comer el lunes y después lo hago el miércoles o el domingo? La Biblia no da lugar para un tipo de oración temporal, sino que nos exhorta a: “Orad sin cesar”. Tenemos que reconocer que el asunto que más descuidamos es la oración. Con razón se le llama la “cenicienta de nuestras vidas”. Siempre me impacta aquella ilustración que habla de la cita que Dios quiere tener todos los días con nosotros, pero en no pocas ocasiones se ha quedado esperándonos. ¿Cómo se siente usted cuando le han dejado esperando para una cita? ¿Sabe usted las veces que el Señor se ha quedado esperándonos? Debemos orar en todo tiempo porque el Señor nos espera todo el tiempo. La oración no tiene vacaciones. Mas bien debemos crecer en la oración.

 

2. En los  momentos de gran adversidad. Nadie sabe cuándo llegarán los momentos de adversidad. Las pruebas son el asunto más impredecible en la agenda del creyente. Pero lo que sí sabemos es que vienen. Vienen en diferentes “paquetes”, pero su fin será el mismo: quebrantar nuestra paz y romper con nuestra armonía. Y es aquí donde la oración tiene que cobrar un valor único en la vida del creyente. Nuestro Señor Jesucristo oró en todo tiempo, pero sin duda que la oración donde derramó su alma delante de su Padre fue la que hizo en el Getsemaní y la que la que pronunció desde la cruz. El salmo 34  fue el resultado de una terrible persecución a la que fue sometido David por parte del rey Saúl. Sin embargo, en lugar de quejarse o protestar delante de Dios, él dijo: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo, su alabanza estará de continuo en mi boca” (Sal. 34:1). Cuando Pablo y Silas fueron metidos en el calabozo de más adentro, después de haber sido azotados con vara, se dice que oraban y cantaban a media noche al Señor, tanto así que los presos le oían (Hch. 16:25). Las adversidades son ocasiones para orar intensamente.

 

3. Cuando todo marcha bien. Una de las tentaciones más sutiles del adversario es hacernos ver que si todo anda bien no hay  por qué orar tanto. Pero es al revés. Por cuanto son los estados de comodidad los que nos llevaban al conformismo, al sueño espiritual y a la dejadez de nuestras más importantes responsabilidades, es cuando más debemos esforzarnos a la vida de oración. Los ataques más certeros del adversario se dan cuanto hay descuido en la oración. Los apóstoles no habían entendido la magnitud del sufrimiento que estaba enfrentado el Señor en el Getsemaní. Port alguna razón  pensaban que todo andaba bien con su Maestro por cuanto siempre  les había dado muestra de coraje, valentía y de gran poder. Sin embargo, fue por estar durmiendo que cayeron en tentación. Pedro le cortó la oreja a alguien esa noche, y luego todos huyeron, dejando al Maestro solo. No puede haber descuido en la oración. “Velad y orad para que no entréis en tentación”, fue la recomendación que Jesús dijo aquella noche fatídica.

 

II.  ES LA QUE SE HACE CON TODA SÚPLICA

 

1. La oración con súplica es en el Espíritu. Abundan muchos tipos de oraciones. Cada persona tiene su forma de hacerlas. Pero a pesar de todo tenemos que reconocer, como lo hicieron los apóstoles, que no siempre sabemos orar. Cuando ellos vieron la forma cómo su Maestro oraba, le pidieron que les enseñara a orar como Juan el Bautista había enseñado a sus discípulos. Y esto hay que pedirlo porque nuestras oraciones pudieran constituirse en simples rezos, donde ya se sabe las palabras con las que comenzamos y con las que terminamos. Por otro lado, hay oraciones que son un simple saludo al Señor en la mañana y unas buenas noches  para acostarnos. Sin embargo,  un asunto muy distinto es la oración que se hace con la súplica del Espíritu. Esta es una oración muy seria. Es saber que estoy demandando los recursos divinos para enfrentar a un adversario muy poderoso. Es la oración no hecha al Espíritu, sino en el Espíritu. Eso es, en el poder y bajo la dirección del Espíritu. Es aquella donde al no saber que pedir como conviene, dejamos al Espíritu que interceda delante del Señor. Como la oración de Ana quien derramaba su alma delante de Dios. Cuando Elí  le vio, la confundió con una mujer borracha. La oración que suplica en el Espíritu es una oración que conmueve.

 

2. La oración con súplica se hace velando. Este tipo de oración tiene dos aspectos. Lo primero es que mientras oro debo saber lo que estoy diciendo. ¿Qué queremos decir con esto? Bien pudiera el enemigo tentarme a usar la oración para fustigar a alguien, o decir algo de alguien a quien no le puede decir en persona. O también usar vanas repeticiones sin sentido, al mejor estilo de los fariseos como lo dijo el Señor. Pero la súplica que se hace velando es aquella que mientras mis ojos físicos están cerrados, los ojos del alma están despiertos porque la sola oración no retira al enemigo, sino la vigilancia que se tenga de su ataca. La vigilancia y la oración son un binomio. Son disciplinas inseparables. El Señor les dijo a sus discípulos: “Velad y orad para que no entréis en tentación”. Recordemos que Satanás recrudeció el ataque contra el Señor precisamente mientras este oraba. Pero Jesús no solo oró sino que vigiló el ataque del adversario  cuando este vino y le hizo sus  propuestas, a aún usando la palabra de Dios.

 

III. ES LA QUE SE HACE CON TODA PERSEVERANCIA

 

1.Es la oración que no se deja. A veces nos preguntamos, ¿por qué Dios no nos responde tan pronto como le pedimos las cosas? Es más, ¿por qué a veces pensamos que él se olvidó de nuestra petición? Una de las cosas que necesitamos dominar en la vida cristiana es el valor de la perseverancia en al oración. Necesitamos saber que a Dios le agrada que perseveremos. Cuando hablamos de la oración que persevera la ilustramos con las palabras de Isaías 62:6, 7. El trabajo de los guardias sobre el muro de  Jerusalén era el permanecer allí hasta que la ciudad fuera restaurada. La oración es como un guardia que tiene que estar todo el tiempo allí hasta ver la obra consumada.

 

2. Es la oración que permanece hasta que “entre la llamada”. ¿Cuántas veces usted ha permanecido en la línea esperando que después de un largo rato le sea atendida la llamada? Bien podemos decir que nosotros debemos perseverar en la línea de oración hasta que entre la llamada, con la diferencia que quien nos va a responder desde los cielos ya conoce de antemano lo que estamos pidiendo. Con este tipo de oración no tendremos que ser pasados por diferentes “números” hasta que al final caiga la llamada. Sin embargo, si debemos perseverar porque no sabemos a la hora y el momento cuando nuestro Dios nos va a responder la oración.

 

IV. ES LA QUE SE HACE POR TODOS LOS SANTOS

 

En esta batalla nos necesitamos todos. Pablo era un guerrero, pero él sabía que no peleaba solo. Él sabía que necesitaba orar los unos por los otros, porque peleamos los unos con los otros. Y a veces los unos contra los otros. No somos un ejército de un solo hombre. Si usted se cree autosuficiente entonces tendrá que pelear solo. Se dice que cordón de tres dobleces no se rompe fácilmente. Peleamos no contra nosotros mismos sino juntos contra un enemigo común. Hay creyentes que andan solo refunfuñando y no se unen a la batalla. Piensan que están dándole duro a algún hermano con su actitud, pero están engañados. Aquí usted no puede ser neutral. Esta es una batalla hasta las últimas consecuencias y Jesús dijo que el que no está conmigo, contra mí es. La oración el Espíritu es una oración intercesora. Jesucristo y Pablo son modelos de orar por sus discípulos. Nada produce un corazón más lleno de amor por los creyentes que cuando intercedemos por ellos. La oración por todos los santos debe ser hecha para que, como dijo Pablo, “al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio” v. 19. Necesitamos orar los unos por los otros para que Dios nos use. De esa manera cerramos filas contra un enemigo que lo que quiere es vernos enemistados, en lugar de amarnos.

 

CONCLUSIÓN: La primera pelea a la que Israel se enfrentó en el desierto se ganó a fuerza de  intercesión. Se nos dice que cuando Israel prevalecía contra los amalecitas era porque Moisés mantenía los brazos en lo alto, pero cuando desfallecían por el cansancio, prevalecían los amalecitas; de modo que fue necesario auxiliar a Moisés unas piedras debajo de sus brazos, siendo levantadas sus manos por Aarón y Ur. Esto fue hecho hasta que hubo una derrota total (Ex. 17:8-16). Amados, la oración en el Espíritu es la más grande arma para derrotar al enemigo. Si queremos ponerlo en fuga, debemos hacer realidad Efesios 6:18. Es aquí donde el creyente o es derrotado o es  victorioso. ¿Qué escogemos? Levántate hoy como un verdadero guerrero espiritual. Usa la “Bomba O”, la de la oración, para lograr los propósitos divinos. Utiliza esta poderosa arma hoy mismo.

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