Farol en la calle, oscuridad en la casa

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EL EVANGELIO EN MARCHA

“Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz.” (LUCAS 8 : 16)

 

¿Se ha dado cuenta  querido lector que muchos varones en el trabajo nos mostramos condescendientes con  el resto; acatamos sin chistar, y hacemos favores sin condición? Eso no tiene  nada de malo, dirá usted…¡Claro que no!. El problema es que, una vez llegados a  casa, no somos capaces ni siquiera de alzar del suelo nuestro par de calcetines, peor ayudar a nuestra esposa con el resto de tareas domésticas. Esa buena voluntad mostrada en otro sitio, dentro del hogar se nos esfumó automáticamente.

De igual forma ¿se ha percatado que con la compañera de trabajo somos detallistas y gentiles al máximo (saludos, flores, chocolates, galanterías), pero en la casa jamás tenemos frases de cariño, ternura o aprobación para nuestra consorte?.. Después del raudo beso en la mejilla, si acaso la miramos con ojos de costumbre.

 

Pero no solo a los varones nos pasa ¿O no se han percatado que muchas esposas, cuando se trata de ser visitadas, se levantan temprano a “darle la vuelta” a la casa; colocan el mejor mantel en la mesa, estrenan vajilla y utilizan sus mejores atuendos? mas cuando se trata de los suyos, se la pasan en chanclas y con ruleros todo el día, siguen sirviendo en la  mesa de la cocina,  con el mantel de siempre (para no ensuciar el nuevo) y con la misma vajilla vieja (la otra es para las visitas).

 

A este tipo de actitudes nuestros mayores denominaban: “Farol en la calle, oscuridad en la casa”. ¿Se han fijado ustedes que algunos padres somos más tolerantes con los hijos ajenos, pues les disculpamos sus faltas, compartimos sus juegos, charlamos amenamente con ellos, etc. mientras en casa con los nuestros, las arengas más comunes son: cállate, siéntate, duérmete, no tengo tiempo, sal de aquí, pobre de vos que rompas esto o aquello…

Amigo y amiga: de poco sirve una casa cuya fachada esté hermosamente pintada, si en su interior hay desorden, suciedad, caos. De poco sirve una alfombra persa, si debajo de ella usted esconde la basura. De poco sirve un hermoso armario confeccionado con la mejor madera, si dentro de él hay ropa sucia, mal olor y polilla.

De igual forma, de poco o nada sirve que salgamos a la calle, debidamente aseados, perfumados y acicalados, si nuestro corazón sigue cargado de  vanidad, orgullo, intolerancia, ira, murmuración,  lujuria, avaricia… y más. Alguien mencionó: “¿Un  féretro de ébano y oro, para guardar restos humanos en  descomposición? … parece  no tener sentido.”

Cuidado con que nuestra lámpara brille únicamente en el exterior, buscando incrementar el ego, la reputación, el orgullo, y que casa adentro en lugar de proyectar esa misma luz, nos escondamos en la oscuridad  del egoísmo, la tiranía, y la soberbia, por solo citar tres falencias..

  La Sagrada Escritura dice claramente que  somos la luz del mundo, pero que la misma no se pone debajo de un cajón, sino sobre el candelero, y que  alumbra a TODOS LOS QUE ESTÁN EN CASA.(Mateo 5: 14-15-16) (Por: William Brayanes)