EVANGELIO EN MARCHA
PERLAS DEL ALMA
Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)
Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante; por tanto, los que me persiguen tropezarán, y no prevalecerán; serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán; tendrán perpetua confusión que jamás será olvidada. Jeremías 20:11 (RV60)
El SEÑOR es un gigante a mi lado porque es inmutable es decir, no cambia: “Yo soy el SEÑOR y no cambio. Por eso ustedes, descendientes de Jacob, aún no han sido destruidos” (Malaquías 3:6; NTV). Contemplo las montañas que hace unos meses estaban blancas por la nieve del invierno, ahora se deshacen y se convierten en ríos; el océano, con sus poderosas corrientes, no resiste el llamado del sol y se convierte en nubes; los árboles, que hasta hace poco parecían esqueletos sin vida, ahora, en primavera, sus ramas están verdes y su polen anuncia, por los cuatro costados, su resurrección y su poder reproductor; los nidos, que hasta hace poco construían las aves, se convierten en el hogar de sus polluelos, los cuales pronto volarán, reiniciando el ciclo vital.
Todos los seres vivos cambian, da lo mismo si es un árbol, un animal o un ser humano. Ahora bien, me observo y veo en mí cambios revolucionarios, y me parece que hace poco, yo era un niño llevado de la mano por mi padre. Es seguro que físicamente hablando, no soy el mismo. Sé que tarde o temprano dejaré estas vestiduras que perecen y seré vestido de eternidad, ese es mi verdadero propósito. Sin embargo, mi poderoso gigante es perpetuo, sin cambios, ni variación: “Señor, en el principio echaste los cimientos de la tierra y con tus manos formaste los cielos. Ellos dejarán de existir, pero tú permaneces para siempre. Ellos se desgastarán como ropa vieja” (Hebreos 1:10,11; NTV).
El SEÑOR es un gigante a mi lado y me defiende: “Pero alégrense todos los que en ti confían; Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; En ti se regocijen los que aman tu nombre” (Salmo 5:11; RV60). Uno de los maravillosos gozos de ser un cristiano nacido de nuevo es saber que nuestro Padre, que está en el cielo, siempre vela por nosotros: “Pero el SEÑOR vela por los que le temen, por aquellos que confían en su amor inagotable” (Salmo 33:18; NTV). Aun, en medio de la enfermedad y de la soledad, podré enfrentar con valor cualquier prueba, porque le creeré a la Palabra de Dios y no a mis sentimientos: “Que el SEÑOR, Dios de Israel, bajo cuyas alas viniste a refugiarte, te recompense abundantemente por lo que hiciste” (Rut 2:12; NTV).
SEÑOR es un gigante a mi lado y nada ni nadie podrá separarme de Él: “Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios,ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8:38,39; NTV).
Jeremías fue un profeta, un ser humano con virtudes y debilidades; es llamado el profeta llorón, no sólo porque escribió sus Lamentaciones, sino, porque a lo largo de sus cuarenta años fue un atribulado espectador de los desvíos de su pueblo; fue un profeta sufriente, y en obediencia a Dios antes que los hombres, fue perseguido por su pueblo más que cualquier otro de los profetas de sus días, pero se mantuvo firme y confiando, porque conocía muy bien quién era su aliado, y en su angustia, sabía que no estaba solo. Así también nosotros, en nuestros momentos de sufrimiento, de los diferentes problemas que están haciendo fila para que les hagamos caso, debemos aprender esta verdad: Cuando una crisis me golpea, no debo enfrentarla solo, porque, ¡no estoy solo! Tal y como aquellos hombres y mujeres de Dios de la antigüedad, yo también tengo: Un Gigante a mi lado.
Perla de hoy: Nuestra mayor esperanza aquí abajo es recibir ayuda de nuestro Gigante desde lo alto.