La fórmula del fracaso

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EL EVANGELIO EN MARCHA

  Los proyectos, emprendimientos, nuevos ministerios, una nueva relación, nuevas puertas que se abren, nos emocionan y nos incentivan a poder seguir adelante. Y hay algunos que funcionan y otros que no. El éxito no está en todos ellos, ni en todas las cosas que comencemos. Pero la diferencia entre el éxito y el fracaso depende de quién esté en tu barca.

Mateo 8:23-27

 “Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: !!Señor, sálvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”

El primer interesado en que aprendas algo es Jesús. Y en el viaje de tu aprendizaje el primero es Jesús: “entrando él en la barca sus discípulos le siguieron.” Asegúrate que Él entre primero en cualquier cosa que emprendas.

Él exige de nosotros que tengamos confianza en cualquier cosa que hagamos y que Él vaya primero. Si Él no va primero, no lo dejes a cargo cuando no le invitaste a subir en tu barca. Cuando los fracasos se avecinan.  La profesión de muchos de ellos era ser pescadores, era lo que mejor hacían. Pero aun ahí Jesús les enseño esta valiosa lección: Detrás de los límites de lo que tú sabes comienza la obra poderosa de Jesús.

En medio del desespero cuando las cosas se salen de nuestro control, en medio de los pensamientos que nos avecinan con miles de opciones para “salir de esta”, nos olvidamos que ÉL ESTÁ EN NUESTRA BARCA.  Esa es la fórmula del fracaso. Olvidar que Él está ahí. Recordarlo, te volverá a traer paz y te asegurará un mejor camino. (Por: Yasmin Teme, CVCLAVOZ)

 

No descuides tu relación con Dios

Cuentan que antes de la colonización del Oeste, en Norteamérica, había un gran número de caballos salvajes que pastaban en las praderas. Mientras lo hacían, no era raro que los lobos se juntaran en la  lejanía. Detectando su presencia por su agudo sentido del olfato, los caballos estaban sobre aviso y alerta. Mientras continuaban así, estaban seguros, pues los caballos podían correr más rápido que los lobos si éstos empezaban a acercarse.

Los lobos, sin embargo, tenían un método muy astuto para atacar a los caballos. Dos o tres de los más viejos iban andando cerca, descuidadamente, saltando y jugueteando. Los caballos, engañados por la apariencia inofensiva que presentaba la manada de lobos, disminuía la vigilancia. Entonces, llegaba el momento fatal. Los lobos escogían al más desprevenido y lo atacaban sin piedad. Lo que había sido una escena de paz se convertía en una escena de carnicería y muerte.

Una infidelidad, un robo, un asesinato, no ocurren de la noche a la mañana. De alguna forma, en algún momento dado, permitimos que el pecado vaya infiltrándose, le damos tan poca importancia, subestimamos tanto el poder que tiene que vamos dándole espacio y cuando nos percatamos de lo que está ocurriendo el divorcio es la opción que se maneja sobre la mesa, la cárcel, la ruptura de familias y otras tragedias que nunca hubiéramos imaginado están afectando nuestras vidas y familias.

En muy raras ocasiones el enemigo se presenta de frente, casi siempre lo hace de forma sutil y va introduciéndose en nuestras actividades, nuestra vida, con pequeñas cosas que aparentemente no tienen importancia y que parecen inofensivas, como los lobos.

No descuides tu relación con Dios. Por algo encontramos en la Biblia varios versículos en los que se nos exhorta a velar y estar atentos. “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”;1 Pedro 5:8

Nadie está libre de pecar, aunque tengamos el propósito de permanecer en santidad, la sola intención no basta, debemos cuidar nuestra relación con Dios para que no estemos débiles en el momento de la prueba ni permitamos que el enemigo nos engañe con sutilezas.

Si has caído en alguna trampa, no te desanimes, Dios puede perdonar tus pecados, sanar tus heridas y darte una nueva oportunidad, pero no descuides tu relación con Él, es la única forma en la que podrás mantenerte a salvo. (Por: Ana María Frege Issa)