Un falso concepto de la fe

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Un falso concepto de la fe

Por: Moisés Evangelista

PAG 18Si las promesas de Dios no nos motivan a continuar viviendo de la esperanza, entonces tenemos un falso concepto de la fe. Lo esencial es tener la convicción de lo que se espera, “ver” con ojos espirituales lo que todavía está por suceder, pero en tal estado de gracia, que no quepan dudas que se hará realidad.

Lo que sucede (y nos consterna a menudo) es que el Señor no siempre cumple sus promesas conforme a nuestras expectativas. Aferrarse a las promesas de Dios sólo tiene sentido si te ciñes la fe como escudo espiritual (Efesios 6.16). Dios no nos da todo lo que promete de una vez. Como hemos visto en meditaciones anteriores, él espera de sus hijos obediencia a su Palabra, humillación, oración, una pasión por sentirse cada día dependiendo de una relación de amor mutuo.
Josué y el ejército del pueblo de Dios habían dejado tendidos a 31 reinados y a sus 31 reyes derrotados. Pareciera que el Señor traería ya la paz anhelada. Dios ordenó a Josué a distribuir la tierra conquistada entre las tribus; sus planes para dar continuidad a la conquista eran otros. También para Josué. Recordemos que la obra no es de nosotros, sino de Dios. Él es el autor y Señor de la obra. Nosotros, simples instrumentos de su gracia. El anciano Josué ya no tenía el vigor de años atrás.

Cuando Josué era ya bastante anciano, `…el Señor le dijo: “Ya estás muy viejo, y todavía queda mucho territorio por conquistar”` (Josué 13.1). El Señor le ordena entonces a repartir el territorio conquistado entre las tribus que protagonizaron la conquista hasta la fecha (Josué 13.7).

Dios modificaba su táctica; ahora las tribus se asentarían en su propia comarca y emprenderían desde allí la continuación de conquista de toda la tierra prometida que faltaba por someter. La ancianidad de Josué le impediría continuar con el liderazgo en la batalla. De ahora en lo adelante, el Señor tomaría las riendas de la conquista: “…A todos éstos yo los arrojaré de delante de los hijos de Israel”. (Josué 13.6). A Josué le faltan las fuerzas por su vejez, pero al Dios eterno le
sobran.
Es un mensaje esperanzador para la iglesia de Jesucristo. Los líderes envejecen, ya sus fuerzas no resisten el rigor de las batallas cotidianas e impostergables, pero la obra continúa, el avance del Reino no se detiene, las conquistas del pueblo de Dios son realidades…si dejamos descansar nuestras responsabilidades bajo la dirección del Señor.

Él debe señorear, él sabe cuál es el próximo líder que continuará su obra, él tiene una visión completa del alcance de sus propósitos, él ya ha preparado el corazón de aquellos que le van a servir en una nueva etapa.

Josué pasará a otra área de la iglesia a continuar sirviendo al Señor. A la consejería, tal vez, tan necesaria hoy como el discipulado; a preparar a los más jóvenes a aprender cómo se empuña la espada de la Palabra de Dios en un mundo que se desborda por lo material y por “lo que se ve” para creer. Todavía no. No hemos llegado a la tierra prometida, por tanto habrá que seguir conquistando.

La promesa de Dios sigue siendo promesa; todavía falta más de parte nuestra: más obediencia, más lealtad, más humillación, más consagración, más sacrificio y amor hacia los demás, más relación con Dios.

Aun así, podría existir un cierto espíritu de satisfacción por haber cumplido humildemente con la parte que nos tocó hacer. Otros vendrán detrás. Mejores que nosotros. Es funesto cuando el líder no es consciente de esto y se aferra al liderazgo como la hiedra a la pared, o cuando la iglesia se considera suficiente por sí sola para llevar adelante las conquistas que sólo Dios puede propiciar por ser el Señor de la historia y el Señor de la iglesia.

Iglesia, todavía queda mucha tierra por conquistar, pero Dios ha prometido que él se ocupará de su obra: “Yo los arrojaré…” (v.1). No somos imprescindibles en la obra, sino siervos, ministros, “remeros” del Galeón del Señor que navega los mares agitados del mundo con paciencia hasta traernos a puerto seguro.

Dios no retarda su promesa (2 Pedro 3.9) y es paciente. Nosotros debemos serlo también. Otros tomarán nuestras responsabilidades. Ya alcanzamos algunas metas en Cristo, pero habrá que teñir el cielo del color de la esperanza para ver, definitivamente, con la ayuda de los que vienen detrás, el rostro de nuestro Señor. ¡Dios bendiga su Palabra! (Lectura sugerida: Josué 13 Al final son tus promesas las que me sostienen y me dan fuerza cada día.)