Y los otros nueve, ¿dónde están?

0
454

EL EVANGELIO EN MARCHA

 Y los otros nueve, ¿dónde están?

LUCAS 17: 11-19

 Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia

 

leprososINTRODUCCIÓN: ¿Por qué cree usted que no regresaron los nueve leprosos limpiados para darle las gracias a Jesús? Bueno, imaginémonos la escena y pensemos en algunas de estas excusas   baratas. A lo mejor uno de ellos se acordó que había dejado a sus hijos muy pequeños cuando le comenzó la lepra y estaba ansioso por verlos. Otro se acordó que por su enfermedad había perdido su empleo y era hora de recuperarlo. Un tercero añoraba el día para ver a sus amigos de la infancia y no quería perder más tiempo para saber de ellos. Otro habría tenido una novia y ahora regresa para ver si todavía está allí y mostrarse que ahora está limpio para ella. El quinto de ellos reaccionaría, diciendo, que antes de esa enfermedad había comenzado a estudiar, por lo tanto era hora de regresar a clases. Es posible que el sexto fuera un deportista antes de vivir en esa condición, y como ahora está sano, quiere regresar para hablar con el manager para que lo acepte en su equipo. A lo mejor el séptimo era un hombre de negocios y no veía la hora de regresar allí. Es posible que el octavo hombre era un religioso, a lo mejor un levita, y que al verse ahora limpio, corre pronto para hablar con el sacerdote para recuperar su trabajo como ministro de Dios. Y finalmente, el noveno hombre pudo ser un agricultor que había dejado sus tierras abandonas por causa de la enfermedad, pero ahora quiere ir pronto para volver a cultivar y cosechar sus tierras. Bueno, la verdad es que no sabemos por qué no regresaron los nueves. Así que la pregunta de Jesús era necesaria, pues solo uno de ellos regresó para dar las gracias. Amados, esta historia se repite siempre. La humanidad busca el “favor” divino, pero una vez encuentra cómo satisfacer su condición, entonces no hay regreso para darle las gracias a Dios. Y el creyente no escapa a esta verdad. No somos tan agradecidos. La presente historia es única en la Biblia. Está llena del más grande asombro por los resultados. No hay otra escena que nos muestre la ingratitud como ella. Ser sanado de lepra, considerada como la peor enfermedad que haya existido, y no regresar al dador de la sanidad, nos revela ese lado tan incomprensible del ser humano. Respondamos la pregunta de Jesús en el mensaje de para hoy.

 

  1. LOS HOMBRES LLEGAN A SER IGUALES CUANDO SON TOCADOS POR LAS MISERIAS DE SU VIDA

 

  1. Unidos por el mismo dolor v. 12. La primera observación que hacemos de esta historia es que los sufrimientos de la vida nos ponen a todos en un mismo nivel de igualdad. No importa la posición del cual se goce, las tragedias de la vida nos unen, y nos hacen ver cuán poca cosa somos cuando pasamos por el valle del dolor y la miseria. ¿Quiénes conformaban aquel miserable grupo que salió al encuentro de Jesús? Pues al parecer eran nueve judíos y por lo menos un samaritano. No se sabe nada de esos diez leprosos. No hay registros de su trasfondo social. No sabemos quiénes eran antes de ser tocados por semejante enfermedad. Pero están unidos en su dolor.

 

  1. Unidos por el mismo clamor v. 13. Estos diez hombres habían oído hablar de Jesús. Alguien tuvo que contarles lo que él había hecho con otros enfermos. A estas alturas ellos tenían que saber acerca de la sanidad de otros leprosos (5:12-16), y cómo ahora estarían integrados a la sociedad por el toque de Jesús. Así que esta es la hora para ellos. No podían pasar este momento. Por cuanto Jesús se dirige a Jerusalén donde iba a ser crucificado, nunca más pasaría por allí. La desesperación de la lepra les lleva a unirse en un solo coro de clamor. ¿Por qué la miseria reúne a las personas y las confunde en un solo clamor? Porque el dolor humano, que no conoce barreras, lleva a niveles de desesperación y busca en oración audible y hasta desesperada por al Señor de la misericordia.

 

  1. LOS SUFRIMIENTOS NOS HACEN SER OBEDIENTES HASTA RESOLVER LOS PROBLEMAS DE LA VIDA

 

  1. Hay una obediencia a Jesús que no es absoluta v. 14a. Jesús usó muchos métodos para sanar a las personas. ¿Por qué no respondió en ese momento el clamor de todos ellos? ¿Por qué no les dio la orden directa de sanidad como los hizo en otros casos? Porque Jesús prueba los corazones. El busca en cada “paciente” fe para ser sanado y para ser salvado. Hasta esta parte podemos ver que los diez hombres salieron a ver al sacerdote. No sabemos que pudieran estar pensando. Si alguno de ellos fue como Naamán el leproso que se quejó contra Eliseo (2 Re. 5), a lo mejor dijo: “¿Por qué Jesús no nos sanó de una vez?”.

 

  1. Limpiados pero no salvados v. 14b. Esta historia es sorprendente. La manera cómo termina todo parece algo de película. Los diez hombres fueron limpiados. Observe la manera cómo Lucas le pone su sello de médico, al decirnos: “Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados”. Hubo un milagro colectivo. Jesús les sanó en la distancia. Después de mucho tiempo ahora esos cuerpos no hedían. Las ropas andrajosas fueron cambiadas por ropas limpias y lavadas, propia de un cuerpo nuevo. Jesús trajo sanidad a esos cuerpos casi podridos. Y es que así es la obra del Señor. Nada como su poder para sanar al enfermo y al despreciado. Estos hombres clamaron por misericordia y les fue dada, y en abundancia. Pero, ¿qué paso con ellos? La historia nos hablará después de nueve hombres limpiados, pero no salvados.

 

III. LOS HOMBRES AGRADECIDOS SON LOS QUE REGRESAN PARA RECONOCER AL DADOR DEL REGALO

 

  1. El regreso del que se vio sanado v. 15ª. Cuando el samaritano se dio cuenta que había sido limpiado, retrasó su visita al sacerdote. El samaritano, como el resto de los judíos, sabía de ese rito. Los sacerdotes conocían muy bien las estipulaciones de la ley sobre el tratamiento de la lepra (Lv. 13). Sólo ellos podían declarar limpio e integrar a la sociedad al que se declaró inmundo por la lepra. Pero este hombre regresa primero a Cristo. Al final, fue él y no el sacerdote el que le había limpiado. ¿Y cómo no agradecer a la persona que hizo posible que renaciera la alegría, la esperanza y la integración a la vida que esta enfermedad le había negado? ¿Cómo no regresar a Jesús el único que tuvo misericordia de él? ¿Cuáles son los beneficios de reconocer siempre la fuente de nuestra gratitud? Una encuesta ha revelado que la gente que tiene el hábito de ser agradecido es más alegre, saludable, menos estresados, más optimista, y con más probabilidades de ayudar a los demás. El despreciado samaritano vino a darle honor al Dador de su nueva vida. Su regreso estuvo cargado de mucha adoración y profunda gratitud. El hombre que reconoce que todo lo que tiene proviene de Dios, regresará glorificando su nombre.

 

  1. El sanado también fue salvado v. 19. En esta historia queda demostrado que no siempre los hombres sanados, son hombres salvados. Al único que Jesús le dijo “tu fe te ha salvado” fue al despreciado samaritano. ¿Puede imaginarse la decepción de esos nueve hombres al final de sus días? Vivirían con un cuerpo sano, pero con un alma perdida. ¿Puede imaginarse al samaritano? Vivió con un cuerpo sano, pero también con un alma salvada y profundamente agradecida. Observe los verbos que revelan la conversión del samaritano. “Volvió”, eso significa que no se alejó del salvador. “Glorificando”, eso revela el acto más hermoso de un alma salvada. Es reconocer que Dios merece nuestra adoración por su trabajo de amor y perdón.

 

  1. LA QUEJA DE JESÚS PRESENTA EL REFLEJO DE UNA HUMANIDAD INDIFERENTE A SU OBRA DE AMOR

 

  1. “¿No son diez los que fueron limpiados?” V. 17. Las matemáticas del Señor son exactas. Él vio a diez hombres que salieron al su encuentro para ser sanados, pero ahora solo uno ha venido con gratitud. Los otros nueve que fueron sanados se habían saciado de las bendiciones de Dios, pero al final estaban tan perdidos como el resto de la nación de Israel (v. 17). En esta historia de ingratitud se cumple lo que Juan dijo en su libro: “A los suyos vino, y los suyos no le recibieron…” (Jn. 1:12). Aquel fue otro símbolo del rechazo de Israel. Note cómo el v. 18 es muy parecido a lo que Jesús expresó en el 7:9, cuando Jesús se maravilló por la fe expresada por el centurión romano, declarando que ni aún en Israel había hallado tanta fe. Y esa fe no sigue siendo tan común en nuestro tiempo. Los nueve leprosos limpios representan a esa humanidad fría e indiferente, que buscan su propio bien. ¿Qué es lo que mueve al buscar a Jesús? ¿Se quejará también el Señor de cada creyente por su falta gratitud y hasta indiferencia?

 

  1. Y los nueve, ¿dónde están?” v. 17b. Jesús no tolera la indiferencia. Los hombres están bien equivocados si piensen que él pasa por alto esa actitud de indolencia con la que muchos actúan frente a sus bondades y misericordias. Vea cómo Dios le ha rodeado de “favores y misericordias”. Pregúntese ahora mismo: ¿Puedo venir ante él y postrarme en gratitud, regresando a él parte de lo que me ha dado? Muchos hombres son como la historia de dos viejos amigos, Bob y Eddie, que se encontraron un día en la calle. Bob se veía miserable, y con las lágrimas en sus ojos, Eddie le preguntó, “¿Qué te ha hecho el mundo mi viejo amigo?” Bob dijo: “Déjame que te cuente. Hace tres semanas, mi tío murió y me dejó cuarenta mil dólares.” “Eso es un montón de dinero”, respondió Eddie. Bob continuó: “Hace dos semanas, un primo de quien no sabía murió y me dejó ochenta y cinco mil dólares.” “Pero eso es una gran bendición” respondió Eddie. “Usted no sabe nada todavía”, le interrumpió Bob. “La semana pasada una tía lejana falleció. Heredé casi un cuarto de millón de ella.” Ante esa extraña historia, Eddie dijo que estaba más confundido: “Entonces, ¿por qué te ves tan mal y tu semblante caído?” Bob respondió: “Bueno, porque esta semana nadie murió”. Los hombres nunca estarán satisfechos.

 

CONCLUSIÓN: Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila” (Sal. 103:1-3). ¿Con cuál de los diez leprosos limpiados se identifica usted?

 

  • Si desea consejería o hablar con el Pastor Julio Ruiz, puede llamarle a los
  • (571) 271-6590 (Cel.); (703) 250-0118 (casa) y (703) 534-5700 ext. 240