EL EVANGELIO EN MARCHA
Los tulipanes de mi jardín
Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)
Mientras la tierra exista, habrá siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, y días y noches. Génesis 8:22 (NVI)
Vivimos siete años en una misma casa que por ser la primera casa que rentamos al llegar a este país, se metió en mi corazón; allí vivimos años muy felices, los años de nuestro comienzo y vimos a nuestros hijos salir del hogar para formar el suyo propio; guardo de ella muchos recuerdos, uno de ellos, el de cuatro hermosos tulipanes que nacían en nuestro pequeño jardín.
Los tulipanes nos anunciaban sin faltar que la cita con la primavera había llegado. La vida de aquellos cuatro tulipanes rojos era breve, quizás una semana y media. Algunas veces, aquí, el invierno se niega a marcharse, así que, una helada caía sobre ellos, otras veces, los sacudían las tempestades de finales de marzo o comienzos de abril, pero ellos, aunque maltrechos, seguían luciendo su traje impecable de color carmesí, adornando el frente de nuestro hogar.
Cuando los tulipanes morían, dejaban sus bulbos en la tierra, porque así, garantizaban su resurrección al año siguiente. Nos olvidábamos de los tulipanes, y plantábamos nuevas flores, las cuales duraban todo el verano, pero éstas, al caer el otoño, morían.
Un año mis suegros vinieron a visitarnos, justamente a comienzos del otoño, don Enrique era un amante y experto en la jardinería, preparó el terreno para la primavera siguiente, eso incluyó remover la tierra varias veces; se me olvidó decirle sobre los cuatro tulipanes. ¿Se habrían ido para siempre? No. Esa siguiente primavera y por siete años que vivimos allí, sus retoños se levantaban de nuevo para anunciarnos, llenos de alegría, que la primavera había llegado.
En efecto, en la primavera, todo reverdece, florece y prospera. Aunque los seres humanos no hemos tratado con cuidado la creación de Dios, Él permanece fiel a su promesa de que: “Mientras la tierra exista, habrá siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, y días y noches”.
Cómo los cuatro tulipanes de nuestro jardín, un día vendrá el duro invierno al final del otoño de nuestra vida; contrario a lo que pregonan algunas nuevas doctrinas, en cuanto al verdadero propósito de nuestra vida, ¡no hemos venido a este mundo para no sufrir! La vida humana sigue siendo breve y llena de muchas dificultades, aun para los seguidores de la fe cristiana.
Nunca el Fundador del nuestra fe nos prometió que las riquezas financieras y una excelente salud acompañarían a los que crean en Él. Aunque sus bendiciones temporales pueden alcanzar esos aspectos también, eso, no es lo fundamental.
JESÚS murió a los treinta y tres años, no en un hospital cinco estrellas, ni en las comodidades de una casa; sino en una despreciable cruz como un malhechor. Todos sus Apóstoles, exceptuando a Juan, murieron como mártires.
El cristianismo es un jardín y los cristianos somos las flores, que como los tulipanes, vivimos para otros y para anunciar la vida que nunca se acabará; aquí en esta tierra habrá siempre injusticias y con ella el dolor del ser humano, pero hemos venido a embellecer a este mundo, con nuestra presencia temporal, nuestra fortaleza de espíritu y, nuestro ejemplo en medio del sufrimiento, del dolor, los problemas y las circunstancias, pero ¡JESÚS en nosotros es nuestra esperanza de gloria! Un día, saldremos de este mundo, nos cambiaremos de dirección, nada más, porque vendrá el día de nuestra resurrección, sólo que en esa oportunidad: la primavera y nuestra belleza serán para siempre.
Perla de hoy: La esperanza no nos conduce a JESÚS, es JESÚS que nos conduce a la esperanza, a la fe, al amor y a la vida eterna.