Navidad: El poder de la esperanza

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Navidad: El poder de la esperanza

Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)

 

PAG 17Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Isaías 9:6 (RV60)
“Este año el horizonte de la esperanza se oscureció (…) parece que el mundo se está derrumbando mientras se acumulan las crisis y se extiende la enfermedad”.  Así se expresó hace un par de años el Secretario General de las Naciones Unidad Ban Ki-Moon, ante 140 jefes de estado de los países que componen esta máxima organización, sobre el oscuro panorama de la situación mundial. Por eso podemos afirmar contundentemente que lo que el mundo necesita es el verdadero mensaje de la Navidad: ¡el poder de la esperanza!

Ahora bien, ¿qué es la esperanza? El diccionario RAE, entre otras acepciones, nos dice: “En la doctrina cristiana, virtud teologal por la que se espera que Dios dé los bienes que ha prometido”. Pero, la esperanza es más que eso. Ciertamente, la Navidad es el encuentro de muchas escenas en pocas horas, pero, todas ellas en cumplimiento de las profecías predichas en el Antiguo Testamento mucho antes de la Encarnación de JESÚS: “Alaben al Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. Nos envió un poderoso Salvador del linaje real de su siervo David, como lo prometió mediante sus santos profetas hace mucho tiempo” (Mateo 1:68-70, NTV). De esta manera  pudiéramos decir que todo el fundamento de nuestra fe cristiana se resume en la esperanza, al lado de la fe, y el amor (1 Corintios 13:3).

Usted no puede leer las profecías de la Biblia sobre el nacimiento del Mesías sin la esperanza de su fiel cumplimiento. Porque dicha promesa fue hecha en medio de situaciones muy parecidas a las que confrontamos es estos días en el mundo: “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Isaías 9:2, RV60). Nunca como hoy una densa oscuridad se desplaza trayendo sobre la humanidad, dolor y angustia; hay un clima sombrío que amenaza con llevarnos a la depresión y destrucción final como seres humanos.
La Biblia nos habla de cuando nosotros no habíamos experimentado el nuevo nacimiento: “En esos tiempos, ustedes vivían apartados de Cristo. No se les permitía ser ciudadanos de Israel, y no conocían las promesas del pacto que Dios había hecho con ellos. Ustedes vivían en este mundo sin Dios y sin esperanza” (Efesios 2:12, NTV). ¡Es imposible que los dirigentes mundiales de ayer, hoy y mañana nos den de lo que no tienen, esperanza! Solamente los cristianos nacidos de nuevo pueden ser optimistas con relación al mundo y a su futuro: “Anunciando el misterio que se ha mantenido oculto por siglos y generaciones, pero que ahora se ha manifestado a sus santos. A éstos Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:26,27; NVI).

Por otra parte, la esperanza no es solamente sentarse a esperar que Dios nos ayude, ¡la esperanza cristiana no es algo sino Alguien: JESÚS! Es más que una fe subjetiva porque es actuar en hechos concretos como lo hicieron los cristianos nacidos de nuevo del primer siglo. Ellos emprendieron grandes cosas en el nombre de Dios y se lanzaron a la conquista de un mundo en tinieblas, porque creyeron a la verdad bíblica: “Cristo en ellos, la esperanza de gloria”. En otras palabras, como lo dijo un hombre de Dios: “La esperanza se nos da a favor de los que no la tienen”.

Le confieso que la presentación que Dios hace en la profecía del nacimiento de su Hijo JESÚS me deja sin aliento por lo asombrosa: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6, RV60). Sí, ¡JESÚS es la única esperanza! Así, que por todo esto soy optimista a tiempo completo. Por ello, hoy viviré con la esperanza que vive en mí y se la mostraré a los que no la tienen.

Hoy renuevo mi fe, amor y esperanza que me conducirán a un mundo nuevo. Utilizaré la esperanza como la llave que me abre el futuro. Dios no me sembró en su viña para la queja, la crítica o el desánimo, sé que no solamente tengo esperanza, sino que soy la esperanza; mostraré con mis hechos y actitudes que esta única vida humana que poseo y la vida zoé que vive en mí, valen la pena vivirla.
Hoy, en medio de la aflicción más profunda sacaré fuerzas desde el santuario de mi alma, pondré en mi rostro la mejor de mis sonrisas mientras agradezco a Dios en una breve oración: ¡Gracias Eterno por darme nueva vida y nueva esperanza! Porque a pesar de todo, la Navidad muestra en un humilde pesebre: ¡El Poder de la esperanza!

PERLA DE HOY: La Navidad muestra en un humilde pesebre: El Poder de la esperanza.