Los regalos de la Navidad

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Los regalos de la Navidad

(MATEO 2:1-12)

 

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor

 

INTRODUCCIÓN: Otra vez la Navidad. Tiempo de luces, adornos, colores, música y la oportunidad del gran negocio que ocasiona la fecha. Lo que no se logró vender en el año se hace  en Navidad. Ninguna época es tan movida, agitada y cogestionada como esta. La Navidad de estos tiempos plantea una “búsqueda”, pero no por el “niño que nació en el pesebre” sino por lo que produce la celebración de esta fecha. La “búsqueda” que emprende la gente es para ver donde se consigue el regalo, donde hacer la cena, donde pasar esta época, dónde tener las  fiestas, parrandas y festejos con los que se pueda dar satisfacción a lo sensual, banal y pasajero. Así es como el mundo celebra la Navidad. El asunto es que la búsqueda de la Navidad de hoy dista mucho de la que emprendieron aquellos personajes, conocidos como los sabios del oriente debido a tan largo viaje, así como la misteriosa estrella que les guio durante aquellos días y noches que emprendieron su búsqueda. Pero, ¿quiénes fueron esos hombres? ¿Por qué eran sabios, magos, reyes y ricos? ¿Eran tres o eran más? ¿Se llamaron  “Melchor”, “Gaspar” y “Baltasar como la iglesia le asignó tales nombres?”.  Bueno lo que nos importa de esta historia es que estos hombres iniciaron una búsqueda de la primera Navidad y no descansaron hasta que la encontraron.  La vida de estos hombres, su fatigoso viaje y los regalos que trajeron, nos muestran que la Navidad, más que recibir regalos, es la ocasión para reconocer al que ha nacido para traerle sus regalos. Pero vea bien los regalos, porque el niño que ha nacido también es rey.  ¿Cuál sería un regalo para un rey?  Los sabios de oriente escogieron lo mejor. Al llegar donde estaba el niño “abrieron sus tesoros”. Por la vía de la deducción, consideremos cuál es el mejor regalo con el que debemos llegar a Jesús en esta Navidad.  Que nuestra búsqueda en esta Navidad no sea otra sino de encontrar a Jesús.

 

  1. EL SEÑOR ES DIGNO DEL REGALO  DE MI TIEMPO
  2. Un tiempo para buscarlo v.1. Hay una tradición que dice que aquellos  sabios  duraron nueve meses desde sus lejanas tierras hasta Belén. Eso incluyó el tiempo de la revelación del nacimiento hasta que se dio el momento de la salida. El asunto es que estos hombres no estimarían  cuánto tiempo tendrían que invertir para el viaje, pues se trataba de lo más importante que les había revelado. Si fue un ángel que se les apareció, les tuvo que dar las mismas introducciones que les había dado a María, José y los pastores. La noticia que han escuchado se refería al  niño que nació en Belén, quien era el salvador del mundo. Amados hermanos, ningún tiempo será mejor que aquel que invirtamos para buscar al salvador, que ya se nos ha revelado.  Pero los afanes de la Navidad serán tantos que lo último que vemos es al “niño que ha nacido”. ¿Se ha dado cuenta del tiempo  que perdemos en cosas tan triviales, en lugar de invertirlo en conocer a Cristo? Pablo había determinado  no malgastar el tiempo  porque lo que  era para él ganancia, lo tenía por basura “a fin de conocerle” (Fil. 3:3-12). La única manera de conocer a Cristo es gastando tiempo con él.
  3. Un tiempo para hablar de él v. 2. La búsqueda de aquellos viajeros estaba definida. El gozo de su corazón era hallar al Mesías para confirmar la revelación dada. Así que estos hombres gastaron tiempo para llegar a Belén, tiempo en ver a  Jesús con sus padres, y luego gastaron tiempo  en regresar para dar a conocer la noticia.  En aquella noche escucharon a José hablar sobre la decisión que había tomado respecto al embarazo de María, sin que fuera de él. No sabemos más nada de aquellos sabios, sino lo que dicen las tradiciones que vinieron después, pero de una cosa estamos seguros, esos hombres, al igual que los pastores, tuvieron que regresar hablando a todo el mundo del niño que había nacido. ¿Sabía usted que en Navidad de quien menos se habla  es de Jesús? ¿En qué se gasta más el tiempo y el dinero en la Navidad?  Y los creyentes, ¿hablaremos de él como lo harían los sabios al regreso? ¿Hablaríamos de él como lo hizo Simeón, Ana, los pastores, los ángeles? El tiempo que gastes hablando del Señor en la tierra, contará para el resto de tu eternidad con los redimidos.  Si no hablamos de Jesús en Navidad, no vale la pena su celebración.

 

  1. EL SEÑOR ES DIGNO DEL REGALO DE MI ESFUERZO
  2. El esfuerzo del largo camino v. 2. El primer asunto que nos plantea el largo viaje de estos hombres, era el desafío del camino mismo. No  era un camino cómodo, sino que era un camino peligroso e inhóspito. Había bandas que se dedicaban a robar y a matar en el desierto. Por otro lado, considérese que el desierto durante el día puede superar las temperaturas de cincuenta grados y por la noche descienden hasta menos cero grados. La Biblia no nos dice, pero la preparación física de estos hombres tuvo que ser excepcional para aguantar un viaje de miles de kilómetros. A ellos no les importó la distancia ni los riesgos hasta encontrar al recién nacido rey. En esto hay mucho que aprender. La verdad es que cuando se trata de los asuntos del Señor no siempre somos dados a esforzarnos para dar lo mejor de nosotros.

III.  EL SEÑOR ES DIGNO DEL REGALO DE MI HONOR

 

  1. La pregunta que reconoce su dignidad v. 2. ¿Quién era el bebé que nació en Belén? Nos llama la atención que los sabios del oriente no llegaron preguntando si el bebé que nació era  un maestro, pues ese hubiera sido un título que habría hecho honor a su doctrina inmaculada. Tampoco llegaron preguntando si el bebé era un profeta, pues eso hubiera hecho honor a su visión de predecir los acontecimientos más exactos de la profecía universal.
    Tampoco preguntaron si el bebé era algún sumo sacerdote, pues eso le hubiera dado el honor de ser el más competente intercesor entre Dios y los hombres. ¡No! Ellos no preguntaron por esos títulos. La convicción que habían en sus corazones, producto de la revelación especial, era que aquel bebé nacido en un humilde establo para animales, conocido como el “pesebre de Belén”, era un rey, pero no cualquier rey, sino el único que un día cabalgaría sobre los cielos en un caballo blanco, con un letrero en mayúscula en su muslo, que diría: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES(Apc. 19:16). Jesús  nació como Rey, gobierna como Rey y vendrá como Rey. Un día estaremos con ese Rey en la gloria dando nuestros honores.

 

  1. EL SEÑOR ES DIGNO DEL REGALO DE MI ADORACIÓN
  2. La adoración quebrantada vv. 10, 11a.La estrella que guiaba a los sabios finalmente se detuvo. Aquello fue objeto de gozo. Esto es lo primero que contiene la alabanza. Pero el gozo se hizo realidad  cuando al entrar en la casa vieron al bebé, objeto de su largo viaje. Note la actitud de aquellos sabios hombres. Ellos nos hablan que la adoración debe centrarse en Cristo, no en María ni en el pesebre como hace la gente ahora. El postrarse delante del rey que ha nacido es la verdadera adoración. Mis amados, el único que merece toda nuestra adoración desde que nació, hasta los siglos de los siglos, se llama Jesús. El recién nacido de Belén nos invita a una adoración diligente, quebrantada y jubilosa. Es una pena que la Navidad que celebramos en este tiempo no tenga el sentido de la adoración.  Ahora Jesús no es el bebé de Belén, sino aquel que le dio un nombre que es sobre todo nombre, y a él, como decía el apóstol, le debemos nuestra más sublime adoración, diciendo: Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, a Él sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”. (1 Tim. 1:17). La Navidad debe ser el tiempo de adoración al Rey.
  3. La adoración que ofrenda v. 11b.Los sabios del oriente no sabían del texto de Deuteronomio 16:16, que dice: “Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías…”. Sin embargo, ellos entendieron que entre todas las cosas que llevarían para ese viaje, no podían faltar los tesoros para el recién nacido rey. Ellos trajeron tres presentes de altísimo valor. La adoración de estos hombres contemplaba lo mejor que tenían: oro, incienso y mirra. Se dice que el oro tenía que ver con la realeza, Jesús es Rey. El incienso con el sacerdote, Jesús es el gran sumo sacerdote. Y la mirra  con el Mesías, Jesús moriría por nuestros pecados. Sin saberlo, estos hombres profetizaron los tres grandes oficios de Jesús. Adorarlo entonces significa darle al Señor lo mejor de mis bienes, lo mejor de mi tiempo de oración y mi más grato perfume representado en la mirra. ¿Sabía usted que la mirra era un ungüento que servía para limpiar  y perfumar al bebé nacido? ¿Le enseña algo eso?  Nuestra adoración debe ser un grato perfume en todo lo que respecta a nuestro Señor.

 

CONCLUSIÓN: Los sabios de oriente vinieron y abrieron sus tesoros para darle a Jesús lo mejor de lo que ellos tenían, eso es la Navidad. Durante todo el año recibimos todo de Dios. La Navidad, por lo tanto, nos recuerda que debemos darle a Dios  lo mejor de nuestro tiempo, de nuestros esfuerzos, de nuestro honor y sobre todo, lo mejor de nuestra adoración. No podemos conformarnos con darle al Señor lo que no tiene valor. Él es digno de mis mejores presentes. ¿Por qué? Porque de acuerdo a Juan 3:16, Jesús se dio como el mejor de los sacrificios, se dio como lo mejor para todos los crean en él, y se dio como lo mejor para obtener la vida eterna. En consecuencia, abramos hoy nuestros tesoros para ofrecerle al Señor lo mejor de lo que tenemos. En profunda humildad y adoración, vengamos para ofrecerle el oro que representa lo mejor de mis bienes materiales, el incienso que representa lo mejor de vida espiritual y la mirra que representa lo mejor de mi servicio. Haga de esta Navidad un verdadero acto de adoración. Pero sobre todas las cosas, busque a Jesús en la Navidad. Busque al cumpleañero de la ocasión en esta Navidad. Él debe ser la primera persona a quien usted le dé un regalo. Él espera el regalo de tu vida.  ¿Cuál será el suyo?

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