¡Hoy es mi turno!

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EL EVANGELIO EN MARCHA

¡Hoy es mi turno!

 Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)

Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien! (Salmo 139:13-14, NVI)

 

  ¡Hoy es mi turno! Millones de seres humanos poblamos este planeta convulsionado, pero ninguno tiene mis huellas dactilares ni el ritmo de mi corazón. ¡Soy único! Hay promesas de éxito en la vida cristiana, y por ello soy un  vencedor a tiempo completo. Imposible contar los millones de personas que llegaron, vivieron y se fueron, ellos tuvieron esta vida como una asignación temporal, al igual que yo, pero ya su tiempo pasó.

 ssfsdfs ¡Hoy es mi turno! Y quiero aprovechar la brevedad de mi vida en pensar mejores cosas, decir mejores cosas y hacer mejores cosas: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, en esto pensad” (Filipenses 4:8; RV60). Dios está conmigo, no puedo perder. Por mi nuevo nacimiento he llegado a ser un hijo de Dios; tengo su presencia en mí; mi vida tiene un propósito, y tengo paz con Dios porque me ha perdonado todos mis pecados. Así que,  teniendo a JESÚS, lo tengo todo. Estoy completo en Cristo, no tengo nada que buscar en este mundo pasajero y vanidoso, no tengo nada que perder, ya que “con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).  Mi vida y mi muerte están en las manos de Dios; nada ni nadie puede separarme de Dios, ¡ni yo mismo!… Eso explica por qué puedo contentarme cualquiera sea mi situación (Filipenses 4:11). Las circunstancias no me cambian, pero el Señor y yo sí las cambiamos. No soy un termómetro que nada más registra la temperatura, sino un termostato que la cambia: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13 RV60).

Si el éxito de la vida humana consiste en conseguir lo que se desea, entonces JESÚS vino a mi rescate, me encontró y me salvó, para eso nací. Por ello, teniendo a Cristo ya soy exitoso, mucho más de lo que me merezco. Si la felicidad es apreciar lo que se ha conseguido, entonces puedo decir que amo a JESÚS, Él y solo Él es el Comandante en Jefe de mi vida y viviré para su honra y gloria.
¡Hoy es mi turno! Asumo mi realeza como hijo del gran Rey. Levanto mi frente y salgo a la conquista del mundo utilizando como arma el amor de Dios que derramó en mi corazón (Romanos 5:5), hasta levantar un imperio para la gloria de Dios.

  ¡Hoy es mi turno! Soy un soldado de JESÚS: “Tú pues sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2 Timoteo 3; RV60), por lo tanto: “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (2 Timoteo 2:4; RV60). Ciertamente,  la vida humana es breve, pero la vida espiritual, que JESÚS da como un regalo es para siempre (Juan 10:10b); como dijo el gran misionero Jim Elliot: “No es ningún tonto el que cambia lo temporal por lo eterno”, pero hoy es mi turno para vivir ambas vidas con plenitud. Este paréntesis que ha abierto la eternidad a mi favor, lo cerraré con un extraordinario triunfo. Sé que no volveré a tener otro cuerpo como el que tengo en el presente. Conozco mi finitud, pero hoy es mi turno, Dios por su gracia me puso aquí y haré que este cuerpo sea hueso de sus huesos: “Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.” (Efesios 5:30, RV60).

  ¡Hoy es mi turno! Me levantaré desde las cenizas de mis derrotas y fracasos, una y otra vez: “Porque siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará; los malvados en cambio, se hundirán en la desgracia” (Proverbios 24:16; RV60). Porque todo lo puedo en Cristo; la victoria final me espera y no la haré esperar más, porque hoy es mi turno para triunfar. Pondré alas a la esperanza y con ella volaré a cumbres elevadas.

  ¡Hoy es mi turno! Y tengo un destino eterno y una misión histórica que cumplir. No estoy aquí para consumir nada más, sino para dar y gastarme en lo que soy, un hijo de Dios. Este momento histórico es único, no desperdiciaré ni un segundo de él. Soñaré grandes sueños. Me empinaré sobre ellos y simplemente: ¡Viviré! Porque: ¡Hoy es mi turno!

ORACIÓN: Digno eres Padre de mi alabanza en este día, gracias por permitirme ser el humano que has hecho de mí, y por hacerme un soldado de tu milicia; no puedo dividir mi lealtad y solo a ti serviré. En el nombre de JESÚS, amén.

PERLA DE HOY: Cuando naces de nuevo, llega tu turno para disfrutar a plenitud de ser un hijo de Dios.