Los frutos del Año Nuevo

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Los frutos del Año Nuevo

Por: John Piper

Comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año (Josué 5:12)

  La peregrinación de Israel había ya concluido y el prometido reposo había llegado. No más traslado de carpas, no más serpientes ponzoñosas, no más fieros amalecitas ni yermos desiertos. Llegaron a la tierra que fluía leche y miel y comieron el añejo grano de la tierra. Quizás este año, lector, éste sea tu caso o el mío. Gozosa es esta esperanza; y si la fe se muestra activa nos dará inmaculado placer. Estar con Cristo en el reposo que queda para el pueblo de Dios es, en verdad, una esperanza gozosa, y esperar esta gloria tan pronto es doble gloria.

La incredulidad se estremece ante el Jordán que aún corre entre nosotros y la hermosa tierra, pero estemos seguros de haber experimentado ya mayores males que los que la muerte, en el peor de los casos, nos puede causar. Desechemos todo temor y regocijémonos con gran gozo en la esperanza de que este año empezaremos a estar con el Señor. Una parte del ejército permanecerá este año en la tierra para servir al Señor. Si ésta fuere nuestra suerte, no hay razón por la que este texto no sea verdadero aun en este caso. Entramos en el reposo los que hemos creído.

El Espíritu Santo es la garantía de nuestra herencia; la gloria que él nos da comienza aquí. Los que residen en el cielo están seguros, y los que estamos en la tierra somos preservados en Cristo. Allí ellos triunfan de sus enemigos, aquí nosotros también obtenemos victorias. Los espíritus celestiales tienen comunión con el Señor, nosotros también la tenemos. Ellos cantan sus alabanzas, nosotros también gozamos de este privilegio.

Recogeremos este año frutos celestiales en la tierra, donde la fe y la esperanza han hecho el desierto semejante al jardín del Señor. El hombre comió antiguamente el alimento de los ángeles, ¿y por qué no ahora? ¡Que la gracia nos enseñe a alimentarnos de Jesús, y podamos este año comer fruto de la tierra de Canaán!

 

Gracia para el nuevo año

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí. (1 Corintios 15:10)

 

La gracia no solo es la disposición de Dios para bendecirnos cuando no lo merecemos. Es el poder de Dios que, en efecto, obra y hace que ocurran cosas buenas en nosotros y para nosotros. La gracia de Dios en Pablo era la obra de Dios en él que lo hacía trabajar arduamente. Por eso, cuando Pablo dijo que nos ocupemos de nuestra salvación, luego añadió: «porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses 2:13). La gracia es el poder de Dios que produce buenas obras en nosotros y para nosotros.

Esa gracia es del pasado y del futuro. Está siempre cayendo, como una cascada, sobre la catarata infinitesimal del presente: proviene del inagotable río de la gracia que viene a nosotros del futuro hacia la siempre creciente reserva de gracia en el pasado.

En los próximos cinco minutos, recibiremos la gracia que fluye a nosotros del futuro para nuestro sustento, y acumulará otros cinco minutos de gracia en la reserva del pasado. La respuesta adecuada por la gracia que hemos experimentado en el pasado es gratitud; y la respuesta adecuada por la gracia que Dios promete para nuestro futuro es fe. Estamos agradecidos por la gracia que hemos recibido este último año, y confiamos en que contaremos con gracia venidera para el nuevo año.