Desvío y disciplina

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EL EVANGELIO EN MARCHA- PERLAS DEL ALMA

Desvío y disciplina

Por: Francisco Aular (faular @hotmail.com)

Yo solía desviarme, hasta que me disciplinaste; pero ahora sigo de cerca tu palabra. Salmo 119:72 (NTV)

  Esta estrofa del Salmo 119, no enseña la verdad de que Dios nos ama, y a menudo, al desviarnos de Sus caminos, nos hace pasar por la disciplina de la aflicción, de las pruebas que son juicios temporales para que volvamos a Él.

El misionero cristiano enviado al Medio Oriente estaba compartiéndole el Evangelio a un hombre, pero éste no entendía como un Dios bueno podría ser, al mismo tiempo, un Dios que repudia al pecado y disciplina, por medio de juicios temporales a Sus hijos, para que se mantengan en el camino; y además, cómo un Dios manso podría enojarse. “Dígame usted que sigue a la Biblia, ¿cómo puede ser esto?” El cristiano, le respondió por medio de una ilustración: “Vivían dos comerciantes en Alejandría.

Ambos mandaron a sus hijos a Éfeso para educarse. Aquella ciudad pagana ejerció una influencia funesta sobre aquellos jóvenes, quienes renegando de su religión, se hicieron idólatras en el templo de Diana de Éfeso. Uno de los padres se conmovió profundamente al enterarse de lo ocurrido y ardiendo en cólera le dijo al otro: “De buena gana, le daría un buen castigo a mi hijo, sería una disciplina por haberse desviado de su fe, y los valores aprendidos en nuestro hogar, y no lo soltaría hasta hacerlo volver…” “-Pero ¿que importa eso? –contestó el otro-. Lo importante para mí es que mi hijo sepa hacer buenos negocios. Lo demás me  tiene sin cuidado.”

-Dime preguntó, el cristiano-: ¿Cuál de los padres te parece que amaba más a su hijo? –Aquel que se enfadó- respondió de inmediato. _”Tienes razón. Este padre no estaba airado con su hijo. Lo que le irritaba era ver su ruina y perdición, le dolía que su hijo perdiera el verdadero propósito de su vida. Quería disciplinar a su hijo, no para gozarse con su dolor, sino para regresarlo al sendero correcto mediante aquel castigo temporal. Ahí pues tienes la respuesta a tu pregunta”.

Pues bien, esta sección del Salmo 119, nos enseña que la corrección divina es nuestra esperanza de una vida mejor, y que, Dios está profundamente interesado en que nosotros Sus hijos, andemos conforme a Su propósito eterno, y crezcamos hacia la madurez cristiana conforme a Su voluntad. No toda prosperidad viene de Dios, no todo sufrimiento proviene del maligno. Aunque es incómodo y doloroso recibir la corrección divina, el beneficio y bienestar de todo nuestro ser cuando la recibimos y con humildad, la aceptamos produce en nosotros “la apacible cosecha” de una vida consagrada a Dios: “Ninguna disciplina resulta agradable a la hora de recibirla. Al contrario, ¡es dolorosa! Pero después, produce la apacible cosecha de una vida recta para los que han sido entrenados por ella.” (Hebreos 12:11 NTV).

¿Cuál es la cosecha espiritual que recibimos cuando, humildemente, aceptamos la disciplina del SEÑOR, según el salmista? Surge una acción de gracias de nuestros corazones por la corrección divina: “SEÑOR, has hecho muchas cosas buenas a mi favor tal como lo prometiste.” (v65); facilita una mejor comprensión de la Palabra de Dios, un carácter enseñable: “Creo en tus mandatos; ahora enséñame el buen juicio y dame conocimiento.” (v.66) Nos da una dimensión de los atributos divinos, porque comprendemos que Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros, Sus hijos: “Tú eres bueno y haces únicamente el bien; enséñame tus decretos.” (v.68). El corazón de ellos es torpe y necio, yo, en cambio, me deleito en tus enseñanzas.” (vs.69, 70); nos permite cosechar un mayor cuidado en nuestro andar, y fortalece el valor que se merece Palabra de Dios: “El sufrimiento me hizo bien, porque me enseñó a prestar atención a tus decretos. Tus enseñanzas son más valiosas para mí que millones en oro y plata.” (vs.71, 72). Todo desvío de un hijo de Dios va a traer como consecuencia la disciplina del Señor porque Él nos ama.

PERLA DE HOY: Dios nos ama, y menudo, al desviarnos de sus caminos, nos hace pasar por la disciplina de la aflicción, de las pruebas que son juicios temporales para que volvamos a Él.