Las tres filosofías de la vida

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Las tres filosofías de la vida

(LUCAS 10:25-37)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia

INTRODUCCIÓN: Cuando Jesús comenzó a hablar en parábolas, citó al salmista (Salmo 78:2), quien anticipadamente había predicho el método de enseñanza que usaría el Mesías prometido, declarando a través de él asuntos escondidos desde la fundación del mundo. (Mat.13:34-35). “34 Todo esto habló Jesús por parábolas á las gentes, y sin parábolas no les hablaba: 35 Para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, que dijo: Abriré en parábolas mi boca; Rebosaré cosas escondidas desde la fundación del mundo”. Fue el instrumento pedagógico con el que reveló verdades escondidas para sus discípulos, pero que al mismo tiempo permanecieron ocultas para los que tenían un corazón engrosado, según la profecía de Isaías 6:9, 10. Los discípulos preguntaban: “¿Por qué les hablas en parábolas?” v.10. Las parábolas han sido motivos de escándalo porque tienen como fin transformar la visión que se tenga del mundo. La presente parábola tiene esa intención. 9 Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. 10 Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad.

Ocupa el segundo lugar en popularidad y difusión entre nuestra gente. Ha sido fuente de inspiración para obras filantrópicas y fundaciones con carácter caritativo. En ella encontramos los distintos rostros que tiene el amor. Es sin duda una de las parábolas con el mayor contenido ético de todas las que Jesús pronunció. Nos dice mucho del interés que sentimos por las demás personas. Nos habla de la clase de religión que practicamos y ser movidos a misericordia por “el  hombre echado en el camino”. Nos confronta cómo estamos usando nuestra vida y nuestros bienes. Nos habla de una tarea no concluida. Este hombre representa al desamparado, al dolor en su máxima expresión, a la tragedia, al abandono y a la tristeza en que la viven muchas personas. “¿Quién es mi prójimo?”, es la pregunta del pasaje que surge del deseo de justificarse de un hombre que conocía el texto sagrado de Lev. 19:18 y Dt. 6:5 (puesto que lo recitó), pero desconocía lo sagrado de su misión. La hizo un escriba, un intérprete de la ley, un maestro de la palabra. La intención era probar a Jesús. Pero fue él quien terminó siendo probado y confrontado. La parábola no dice quién es mi prójimo sino de quien puedo ser yo el prójimo. La respuesta que Jesús dio a través de parábola es una clase magistral que pretendía evaluar muy hondamente el tamaño de nuestro amor por las personas necesitadas. Porque el evangelio no consiste en una serie de códigos legales, caracterizado por los “haga” y  los “no haga” al estilo de los fariseos, sino que es el amor puesto en práctica. Los personajes que nos presenta la parábola tienen como fin mostrarnos cuál es la filosofía de vivir y la manera de responder a ella.  Conozcamos esta filosofía de vida.

 

I. LO TUYO NOS PERTENECE POR ESO TE LO QUITAMOS: Los Ladrones

 

1.El hombre que descendía de Jerusalén a Jericó fue sorprendido en alguna parte del camino por una banda de ladrones. Aquel era un camino peligro, conocido como “camino de sangre”, por los continuos asaltos a los viajeros. Al principio parece haber mostrado resistencia, toda vez que lo dejaron despojado de sus bienes, de su ropa,  herido y medio muerto, v. 30.  Aquí está “el modus operandi” de los ladrones. Lo primero que hacen es despojar a sus víctimas de sus pertenencias. Si hay resistencia, le despojan de su vida. Esto último sucede a menudo. Jesús confirmó ese proceder al decir: “El ladrón no viene sino para matar, hurtar y destruir…” (Jn. 10:10b)  La visita de un ladrón no tendrá otro propósito fuera de este.

 

2. La filosofía de los ladrones es vivir de lo que otros producen. Toda la estrategia, así como sus maquinaciones, tienen que ver con la invasión de la propiedad ajena. Los ladrones jamás aplican el texto bíblico que señala: “No codiciarás la casa de tu prójimo… ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”. Ellos cosechan lo que nunca sembraron; ellos obtienen dinero por lo que nunca trabajaron. Ellos buscan en sus víctimas lo que ellos más altamente aprecian.

 

3. Pero, ¿quiénes eran los ladrones que despojan a esta persona? Cristo llama ladrones en varias ocasiones a los dirigentes de las religiones, que se enseñorean de las almas y someten a las personas a servidumbre espiritual. Él llamó de esta manera a aquellos que en nombre de la religión, habían convertido lo que era su  “casa de oración” en “cueva de ladrones”.

 

4. En la vida tenemos hombres echados en el camino  porque otros le han  despojado. Cuántas víctimas con sentimientos robados, cuántas víctimas con la paz robada, cuántos hogares con la armonía robada, cuántos hijos con el propósito robado, cuántas vidas con la esperanza robada.  Algunos estarán diciendo: “Mi locura me despojó de mi familia”. O el “vicio me despojó  de mi salud”. Para otros alguna  pasión le robó su dignidad. Para otros el pecado le robó la vergüenza. Mientras que a otros el temor o el mal  carácter le  robaron la paz y la felicidad. Para otros, sin embargo, la incredulidad ha sido el mayor ladrón.

 

II. LO MIO ES MÍO NO TENGO POR QUE COMPARTIRLO: El sacerdote y el levita

A estas alturas de la parábola el intérprete de la ley tuvo que haber sentido el impacto de la descripción. El escándalo tuvo que producirse en su mente. Él estaba muy ligado al mundo del sacerdote y del levita. Ellos eran los encargados de hacer la “hermenéutica” para que estos dos ministros la presentaran al pueblo. Jesús les habló de su misma familia; de lo que ellos hacían.

 

1.Presentó a  dos religiosos que eran los más indicados para socorrer al hombre echado en el camino. Ambos conocían la ley con sus demandas. Ambos habían leído Lev. 19:18 y Dt. 6:5. Venían de “cumplir” con Dios. ¡Que oportunidad más única para aplicar el sermón oído!, pero al parecer estaban cansados para cumplir con el hombre. Para ellos era suficiente presentar  los sacrificios y escuchar las lecturas del día. Paradójicamente las personas llamadas  a ayudar  al hombre echado en el camino “siguieron de largo”.

 

2. Los sacerdotes representan a la religión sin vida,  la que se preocupa más por el rito que por la misericordia. Personas que, aun asumiendo investiduras religiosas, pasan indiferentes al dolor del mundo. Un sacerdote o levita no podían acercarse a un cadáver, mucho menos tocarlo, porque se contaminaban. ¡Que distinto nuestro Señor que tocó leprosos y puso sus manos sobre los muertos!. El sacerdote y el levita pueden representar en algún momento a la religión que sólo se acerca, pero que por carecer de mensaje, sigue de largo; representa a  iglesia  que vive más como organización y no como un organismo que da vida a otros.

 

3. “Ver y pasar de largo” pareciera ser la norma de vida para muchos. La insensibilidad y la frialdad al parecer se han apoderado de los corazones que no hay tiempo para pensar en que otros me necesitan. Hay víctimas que esperan por una mano amiga, por una palabra de consuelo, por una ayuda restauradora.  Hay un clamor muy cerca de nosotros (un joven consumiendo drogas, una pareja en proceso de divorcio, un padre alcoholizado, un enfermo en el hospital, un hombre o una mujer comerciando con su cuerpo, etc.) que requiere ser atendido. Pareciera más fácil “ver y pasar de largo” que acudir con el pronto auxilio. Corazón insensible frente a la necesidad.

 

4.  La filosofía de algunos es: “Me acerco pero no me comprometo”; lo mío es mío, me costó trabajo conseguirlo y no tengo porque compartirlo; y así las víctimas siguen en el camino viendo con indiferencia como los que pudieran ayudar  siguen de largo. Todo esto porque su filosofía es: LO MÍO ES MÍO NO TENGO POR QUÉ COMPARTIRLO.

 

III. LO MÍO TAMBIÉN ES TUYO POR ESO LO COMPARTO: El Samaritano

 

1. Ver y ser movido a misericordia. Aquí comienza el camino del verdadero amor. Nadie podrá ayudar a otro hasta que no sea movido a misericordia. Solo un corazón tocado por la miseria de otro podrá ser movido hasta descender con el que padece. Eso fue lo que hizo Jesús por nosotros. Amor con los ojos y con los sentimientos.

 

2. Acercase y curar. Esta acción involucra un riesgo. Es poner nuestras  manos en el  hombre herido. El samaritano, el menos indicado para esto, seguramente rasgó su propio vestido para comenzar el trabajo de curar al herido. Con esto se muestra el amor con los pies.

 

3. Compartir el  aceite y el vino. Un herido lo que necesita es una cura. La labor de un médico y una enfermera se concentra en el uso de sus manos para atender al paciente. Lo uno servía para suavizar, cicatrizar y sanar;  lo otro servía para alegrar, fortalecer y levantar el ánimo.

 

4. Compartir  la cabalgadura. Esta acción nos habla de un paso más profundo cuando estamos compartiendo con otro. El poner sobre la cabalgadura significa sentar a otro en el lugar que solamente me corresponde a mí.

5. Compartió también su dinero. Se dice que dos denarios era una cantidad considerable de dinero, suficiente para pagar la pensión completa más de tres días. Pero note que además da lo que todavía no tiene, el dinero que espera ganar en Jericó. Corre el riesgo de una promesa abierta, sin poner límites. De esta manera, buscó una buena habitación en el hotel; dejó una cuenta abierta a favor del herido por si había algo que le faltara que se le cargara a su cuenta. ¡Asombroso, no es cierto!  Esto respondería a la pregunta, ¿quién es mi prójimo. Amor previsor y amor perseverante.

 

6. Tres cosas compartió el samaritano. Compartió su tiempo (no hay tiempo para los demás), compartió su comodidad (nadie quiere ser incomodado) y compartió su dinero (esto es lo mas difícil de compartir). En todo esto hay acción liberadora.

 

CONCLUSIÓN: En estas filosofías de la vida hay un punto central: “Hay un hombre echado en el camino”. Su filosofía es: Dios me dio la vida, nadie tiene derecho a quitármela. Es obvio que nosotros no encarnamos a los ladrones ni a la víctima. Pero obligatoriamente tenemos que ser alguno de los otros personajes: los religiosos o el samaritano. Tres asuntos se mueven en la parábola: Un ladrón (Satanás); el egoísmo (religiosos); Jesucristo (samaritano) ¿Con cuál de estos últimos me identifico cuando alguien me  pregunta quién es mi prójimo? La otra parte del más grande mandamiento dice: “… y a tu prójimo como a ti mismo”. El creyente es el “Buen Samaritano”, quien movido a misericordia, desciende de su cómoda “cabalgadura” para curar, vendar, traer a un lugar seguro y hasta pagar por la completa restauración. El creyente no debe seguir de largo cuando ve al hombre echado en el camino. Debemos recordar que Jesús, el Buen Samaritano, no pasó de largo cuando más lo necesitábamos. Jesús es el Buen Samaritano que quiere vendar hoy tus heridas. Ven a él.

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