La queja enojada

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(JONÁS 4)

POR: REV. JULIO RUIZ*

De todo lo tratado hasta ahora acerca de las quejas contra Dios, la de Jonás es como la cumbre de todas ellas. Este es el profeta más extraño y difícil de entender de todos en la Biblia. Es, como alguien lo definió, “un hombre en fuga”. Comienza su ministerio huyendo, porque fue llamado para ir predicar a Nínive, pero descendió a Jope, y hasta pagó su pasaje para luego irse a Tarsis (Jonás 1:1-3). Su desobediencia, y las acciones de Dios para cambiar de parecer, es uno de los casos más emblemáticos de las Escrituras. Jonás pensó que Dios estaba solo en Israel, pero al final descubrió su soberanía en todas partes, cuando vio las 5 cosas que Dios tenía preparadas para cambiarle de parecer.  Reconoció ser el culpable del “gran viento en el mar”, y después de confesar a los marineros la razón de su huida, y darles la salida para calmar la tempestad, fue lanzado “y el mar se aquietó de su furor” (1:15). Pero al profeta le espera otra sorpresa por su desobediencia, pues Dios tenía preparado “un gran pez” v. 17, y a partir de allí comenzará a vivir una aventura de tres días en un “submarino” (un gran pez) dirigido a control remoto. Fue en ese lugar donde Jonás hizo una de las oraciones más conmovedoras por humano alguno (capítulo 2), al arrepentirse y decidir ser obediente; pero, sobre todo, fue una oración hecha al Dios (Jehová) de la salvación (v. 9). Al final, Dios le ordenó al pez vomitarlo al frente de Nínive (2:10). Una vez afuera, en el capítulo 3, comenzó la gran campaña evangelística con un predicador mojado, oliendo a pescado fresco, y su mensaje “de aquí a 40 días Nínive será destruida” tuvo el más sorprendente resultado. Bien debe decirse que este es el éxito más grande de un predicador en toda la historia. Pero ahora vamos al capítulo 4, el más impensable del libro. Aquí tenemos a un profeta enojado, apesadumbrado y quejándose porque Dios es bueno. Al no ver que Dios lo complació en destruir la ciudad, le dijo: “Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida” v. 3. ¿Por qué al final Dios no complace los deseos de los hombres? ¿Qué se oculta detrás de un carácter iracundo quejumbroso delante de Dios?

I.               LA QUEJA ENOJADA TERMINA CULPANDO A DIOS

1. A través de una actitud egoísta v. 1. Observe la forma cómo el autor nos presenta este versículo. Qué distinto sería este texto si comenzara diciendo algo así: “Pero Jonás se alegró en extremo” porque los ninivitas se arrepintieron. Pero la Biblia no dice eso. Este hombre, dominado por un sentimiento egoísta, porque no quería la salvación de estos pecadores, “se apesadumbró en extremo, y se enojó”. La palabra enojarse con sus derivados, aparece cuatro veces en este pasaje. Esta palabra viene de un verbo que significa “estar caliente o prenderse”. El enojo era como fuego dentro de Jonás. Veamos este asunto de otra manera. Nada llena más el corazón de un predicador como el ver a los hombres arrepentirse. De hecho, la Biblia nos dirá que hay gozo en el cielo cuando un pecador se arrepiente. Sin embargo, este pasaje nos muestra todo lo contrario. Jonás no tiene gozo por la gran cosecha de almas como resultado de su corto mensaje. Este hombre está enojado en extremo. Cómo entender todo esto. El enojo tiene un compañero inseparable llamado egoísmo. ¿Qué significa esto? Que si no se hacen las cosas como yo quiero, o pienso, hago un “berrinche”.

2. Porque Dios no cambia de parecer v. 2.   Se ha dicho que una persona a los 20 años puede enojarse hasta cinco veces por día. A los 30 años tres veces y después de los 50 una o dos veces. Pero si usted se enoja a los 60 varias veces al día, es posible que tenga el síndrome de Jonás, quien al parecer nació enojado por los 9 meses de encierro en el vientre de su mamá. Una oración enojada es el colmo de las contradicciones.  Jonás oró bien dentro del pez, pero ahora ora mal (Santiago 4:3). El primer asunto visto en esta oración enojada fue la frustración y su impaciencia al darse cuenta que Dios es “clemente y piadoso” v.3. Jonás en su estado de rabia y de desánimo le recuerda a Dios la razón por la que le ha desobedecido. Observe lo que dice: ¿no te dije antes de salir de casa que tú harías precisamente esto? v. 2.  Esta es la parte más difícil de entender en este pasaje. Jonás sabía muchas cosas de Dios. Él conocía muy bien su carácter. Como profeta estaba bien familiarizado con los atributos de sus misericordias y sus piedades. A veces el egoísmo nos ciega y no nos hace ver a nuestro Dios obrando en el corazón de los demás. Jonás es como el niño que se enoja con su padre porque no lo satisface lo que quiere y por eso le manipula. Así quiso tratar Jonás a su Dios.

II.             LA QUEJA ENOJADA TIENE PENSAMIENTOS DESTRUCTIVOS

1. La oración que Dios nunca responde v. 3.  El enojo puede conducir una persona a pensar hasta en el suicidio. Cuando alguien está enojado, no solo cambia su rostro, sino su mente, y puede desembocar en acciones que después se arrepentirá. Jonás perdió el comportamiento y en su desesperación llegó hasta pedirle al Señor que acabara con su vida. Cuando uno ve esta acción del profeta, y la compara con el 2:2, pronto descubre la gran diferencia del hombre que clama a Dios por su vida en lo profundo del amor, y ahora le pide que se la quite. Y la verdad es que si alguien fue un candidato para morir por Dios fue Jonás. Jonás le dio todas las razones para que, en lugar de un pez “buena gente”, le enviara un tiburón comegente. Alguien en lugar de Dios diría: “Si eso es lo que quieres, te voy a complacer. Solo me has causado problemas y ya estoy harto de tu actitud negativa”. Pero no, Dios lo deja vivo y seguirá trabajando con su carácter obstinado. Es un gran alivio ver que Dios no responde esta oración para quienes llegan a este estado por un arrebato de su carácter.

2. Mucho me enojo, hasta la muerte v. 9. No entiendo mucho acerca de alguien quejándose hasta la muerte, pero aquí tenemos el caso en la vida del profeta. Estaba muy enojado por el éxito de su predicación. Ahora, veamos los cambios del profeta. Cuando todo iba bien a su alrededor, bajo la sombra de la calabacera preparada por el Señor para quitar el malestar del calor, “Jonás se alegró grandemente… (v. 8)”. Pero ¿qué pasó después? Cuando el gusano la hirió, y quedó otra vez sin protección, deseó morir. ¿Sabía usted que en este pasaje Jonás deseó cuatro veces morirse? Dios tuvo más problemas con el carácter del profeta que con la ciudad, donde todos se arrepintieron. El enojo afea el carácter cristiano. No en vano la recomendación de la palabra nos ayuda en este tema. Pablo después de tratar el asunto de los pecados de la carne, deja claro que el enojo es otro pecado que afea a la persona misma y aquellos que lo rodean (Efesios 4:26). ¿Se pone el sol sobre su enojo? 

III.           LA QUEJA ENOJADA CONDUCE A LA INDOLENCIA

1. Salirse del avivamiento v. 5. Jonás es una contradicción de términos. Como su interés no era la conversión de los perdidos de Nínive, prefirió salir de la ciudad y no escuchar a tanta gente que ahora está arrepintiéndose y clamando al Dios en el cual él ha creído. Salió del avivamiento enojado. No quiso escuchar los gritos de júbilo, el lloro y el quebrantamiento, y la manera cómo tantos pecadores están dejando sus malos caminos incluyendo hasta el rey. Esta actitud revela una verdadera indolencia hacia lo que Dios está haciendo en medio de los pecadores. Por cuanto Dios hizo otra cosa a la esperaba por Jonás, porque Él es clemente, piadoso, misericordioso, y que se arrepiente del mal, Jonás se sale de la ciudad como un hijo malcriado, y deja de gozar de la bendición de aquel avivamiento. Jonás es, exactamente, el hijo mayor de la parábola del Hijo Pródigo. Aquel joven en lugar de gozarse por el regreso y arrepentimiento del hijo menor se enojó y no quería entrar a la fiesta que el padre había hecho. El enojo nos ciega para no ver las bendiciones de lo que Dios está haciendo en la vida de otros. Cuando pienso solo en mí mismo me olvido de las necesidades de otros.

2. Sentarse hasta ver la destrucción v. 5b. La verdad de este texto fue que Jonás tenía planes de quedarse por el resto de los cuarenta días para ver la actuación de Dios. Jonás no quería ver las bondades y misericordias de Dios para con los ninivitas, sino su juicio final   anunciado en el mensaje de destrucción. En los pensamientos del profeta bien pudo estar la conclusión que sería mejor la desaparición de Nínive, para llevar un buen “reporte” a Samaria, en lugar de su propia liberación. Sentarse y esperar qué va a suceder, es una actitud de indolencia e indiferencia condenable, cuando vemos a nuestro Dios demostrando su gran amor por aquellos menospreciados. Matthew Henry ha hecho un comentario bien interesante acerca de este texto: “Las personas de pasiones fuertes son proclives a decaer ante cualquier fruslería que les moleste o a elevarse con cualquier cosa vana que les guste”. Cuando dejo al enojo que gobierne mi vida, en lugar del amor, le doy lugar al diablo.

IV.          LA QUEJA ENOJADA MUESTRA VALORES INVERTIDOS

1. Darle más importancia a lo de poco valor v. 6. En este pasaje tenemos una de las más grandes ironías que se conozcan. Jonás sale de la ciudad, se hace una enramada y allí está feliz esperando la destrucción de la ciudad. Su prejuicio nacionalista lo llevó a protegerse, en lugar de ver lo que Dios está haciendo. Observe esta paradoja en el profeta, él se alegra grandemente de una calabacera, cubriendo su enramada, hasta estar totalmente protegido de la inclemencia del sol. Y ante este estado de depresión el Señor alivió su carga dándole tranquilidad. Así de grande es nuestro Dios. Siempre está soportando nuestras rabietas y malcriadeces. ¡Oh si el Señor tuviera que actuar con nosotros cada vez que dejamos que nuestro carácter se llene de enojo! El carácter al estilo de Jonás le da más importancia a una posición, a una idea, a algo que no tiene tanto valor como tienen las personas. No, definitivamente, una mata de calabaza no era más importante que los ninivitas.

2. Menospreciar lo que Dios más ama v. 11. Una actitud egoísta al final menosprecia lo que Dios más ama. Este fue el gran problema de Jonás. Él no entendió a Dios. Esto es lo que pasa al momento cuando actuamos igual que Jonás. La persona egoísta no entiende, algunas veces no razona, y termina haciendo o diciendo cosas que ofende lo que Dios más ama. Nos llama la atención que este libro termine con una pregunta. Es una pregunta de reflexión, de exhortación y de cambio. Su propósito es llevar a este hombre prejuiciado y con este carácter incontrolable a un auténtico arrepentimiento. Él no tuvo compasión de la gente de Nínive, aunque sí tuvo compasión de una mata que creció en una noche y al día siguiente fue destruida. En aquella ciudad había unos 120 mil que no sabían discernir entre su mano derecha y su mano izquierda (posiblemente eran niños), por lo tanto, la ciudad debió ser más grande, e iba a ser destruida. Jonás tenía invertido los valores. El colmo fue el no importarle el anhelo y la misericordia de Dios para con esos pecadores. ¿Nos importa la gente más que nuestro carácter? ¿Somos capaces de ver la urgencia de la salvación como Dios la ve 1:2?

CONCLUSIÓN: Dios no complació al profeta en su petición de matarle, sino que salvó a una ciudad completa, porque como dijo el mismo profeta: “tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal” (v. 4). Y tan real fue aquella salvación que Jesucristo habló después de ese arrepentimiento (Mateo 12:41). Pero hay algo más todavía, porque Jesucristo, además de comprobar la historicidad de este libro, habló de la más grande profecía respecto a su muerte, sepultura y resurrección con la experiencia de Jonás en el vientre del pez durante tres días tres noches de acuerdo con el v. 40. Y hay todavía en esto algo revelador. Jonás duró 40 días predicando después de haber “resucitado” como Cristo lo hizo después de su resurrección. Si Jonás escribió su propio libro, seguramente lo hizo ya viejo.  Imaginemos cómo “echaría el cuento”. Ahora en la quietud de su vida senil reflexionaría sobre esa etapa de su ministerio donde fue tan osado con su Dios y la manera cómo se enojó con él hasta desear la muerte. ¿Cuántos de nosotros sabíamos que antes que llegara Juan 3:16, ya Dios lo había hecho con la salvación de toda una ciudad como Nínive?  Que el Señor nos ayude a sanar este pecado del carácter, el pecado de egoísmo, del prejuicio por una total obediencia a Dios.

     Julio Ruiz es pastor de la Iglesia Bautista, Ambiente de Gracia, ubicada en la 5424 Ox Rd. Fairfax Station, VA 22039 Tel. 571-251-6590 (pastorjulioruiz55@gmail.com)