El dolor que da a luz el gozo

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EL EVANGELIO EN MARCHA

MENSAJES PARA DAR ALIENTO

El dolor que da a luz el gozo

(JUAN. 16:20-22)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia

 

 

INTRODUCCIÓN: Es difícil la enseñanza que Jesús dio a sus discípulos poco antes de su muerte. ¿Cómo pudo él decirnos que lloraríamos y lamentaríamos  mientras el mundo se alegría por eso? Y es que no son pocos que frente a la pérdida de un ser querido han llorado profundamente diciendo que Dios les ha abandonado o rechazado en esos momentos. Aquí es donde algunos pudieran encontrar una contradicción en la Palabra de Dios. Sin embargo, la promesa que Jesús les dejó a ellos mismos es que, si bien es cierto que en el mundo tendréis aflicción, ellos deberían confiar, pues él había vencido al mundo. Dios nunca nos ha prometido que no tendríamos problemas, pero si nos ha dicho que nos  daría su paz. Dios no ve nuestro luto y duelo como una pérdida sino como un proceso de nacimiento de un niño. Cuando los problemas se intensifican es porque  Dios está viendo el alumbramiento de una gran bendición. ¿Sabe usted lo que significa la llegada de un hijo? Ciertamente un hijo es  una bendición, es un regalo agradable y admirable. Pero la llegada de un hijo es un proceso doloroso. Tiene que saber del dolor que esto trae, sudoración,  perdida  de mucha sangre… Pero hasta ahora, ninguna mujer después que acaba de dar a luz puede decir que se arrepiente de haber dado a luz o que no es justo por lo que pasó. Por el contrario, la gente se gozará y dará sus felicitaciones. Todos hablarán del bebé que ha nacido. Así que cuando sienta que está pasando por una prueba interminable, sepa que su dolor se tornará en gozo. Para los discípulos, las palabras de Jesús todavía eran incomprensibles. Su muerte no podía verse como una ganancia, pero su muerte se ha constituido en la fuente del mayor gozo. No veamos, pues, la muerte de Jesús como un luto cristiano, sino como el alumbramiento de la vida. De esto hablaremos hoy.

 

I.CONSIDERMOS EN PRIMER LUGAR LA MUERTE DE JESUS COMO UN TEMA DE PROFUNDA TRISTEZA

 

Aun cuando nuestro tema lo estamos dirigiendo al gozo, tenemos que presentar la muerte de Jesús como una razón de tristeza, sobre todo para todos aquellos que jamás pensaron en una muerte prematura de parte de su líder y Maestro.

 

1. Una tristeza por una pérdida personal. Nadie tuvo mayor privilegio de estar tan cerca del Señor como los discípulos. Para ellos, él era su padre y su Maestro. Pensar que ya no escucharían su indistinguible voz ni su imponente presencia que infundía poder y respeto, aun entre sus enemigos, era un pesar que traería llanto y dolor justificado. ¿Quién podía negar el deleite que  significa Jesús para aquella pequeña familia? El hecho que Jesús no estuviera con ellos para responder a sus preguntas, para asegurarles el futuro que habían acariciado, sobre todo el poder reinar con él en un reino cercano, su tristeza era justificada. A nadie más estaban dispuestos a darles su amor y afecto. Jesucristo era, de acuerdo a la declaración de Pedro, “el Hijo del Dios viviente”. La tristeza de los discípulos tenía sentido. Porque, ¿Cómo reaccionaría usted si de un momento a otro le quitaran a uno de sus mejores amigos? Para ellos Jesús era su todo, por lo tanto nadie podía sustituir a su líder y Maestro. El anuncio de su muerte no podía ser de gozo.

 

2. Una tristeza porque ya no hay esperanza. Los discípulos, como el resto de los judíos, esperaban un reino terrenal. La venida del Mesías traía consigo la idea de un gobierno que enfrentaría a los enemigos de su pueblo. Y si bien es cierto que Jesús reiteró que su reino no era de este mundo, los discípulos mantenían la esperanza que Jesús restauraría el reino de Israel, pero ahora no está; eso traía tristeza. Por otro lado, el pensar que su Rey fue sometido al escarnio público, escupido, maltratado y finalmente crucificado, con lo que se esfumaba la posibilidad de un reinado para ellos y con ellos, hacía que sus esperanzas se fueran, llegando a ser inundados de una gran tristeza. El llanto de María Magdalena era justificado. Su pregunta al “hortelano” sobre dónde habían puesto a su Maestro era una obligada tristeza. Ciertamente la esperanza se había ido al momento de la muerte de Jesús. Los discípulos se encontraban ahora como los pobres seguidores de un monarca muerto. Cómo seguir adelante si ya no había razones. Todo se había derrumbado. El regreso de los discípulos a su antiguo oficio parece ahora justificarse.

 

3. Una tristeza por el dolor de la  cruz. Jesús fue a orar al huerto del Getsemaní en una terrible noche. La carga de su corazón le llevó aquel solitario lugar para lo que sería el momento más crucial de su vida. Al orar nos dice Lucas que su sudor era como “grandes gotas de sangre”. ¿A caso no era esto una razón de tristeza? Estuvo allí porque también era humano y quería saber cuál era la respuesta de su Padre para esos momentos de tanta agonía. Así que no fue raro que orara tres veces pidiéndole al Padre que quitara aquella amarga copa, pero sin ninguna respuesta. Toda esa experiencia del Getsemaní tuvo que llevar a una profunda tristeza a sus seguidores. Pero aquello no sería sino el preámbulo del más inexplicable e inenarrable dolor que comenzaría con el arresto de aquellos miserables hombres que descargaron su ira y se ensañaron contra él. Cuando Jesús fue llevado a la cruz para experimentar lo que el profeta había dicho que “él herido fue por nuestros pecados”, el corazón de aquellos hombres, amantes del Salvador, tuvo que quedar traspasado. Aunque fue cierto que muchos huyeron por su condición humana, en el fondo de sus almas habrían querido morir por su Señor. Amados, el abismo de dolor que nuestro Señor experimentó no tiene parangón para ser comparado. La verdad es que las palabras de Jesús cuando dijo “vosotros lloraréis y lamentaréis” fueron cumplidas en ellos. Los momentos de la pasión de su Salvador fueron horas de mucha angustia. Todos ellos lloraron. Cierto es que no se registran las lágrimas, pero ellos lloraron. Pero las de Pedro si fueron notorias y tuvieron que ser más sentidas, pues él negó con juramento al Señor. ¿Qué nos produce sus sufrimientos?

 

II.CONSIDEREMOS EN SEGUNDO LUGAR EL HECHO QUE LA TRISTEZA SE CONVIERTE EN GOZO
1. El milagro de la transformación. Hay cosas naturales que llegan a tener conversiones asombrosas. Detrás de una fea oruga que se arrastra por el suelo, surge una linda mariposa con variados y nutridos colores. El escultor toma una tosca roca y la convierte en una figura de galería, llegando a tener un valor incomparable. Las ostras convierten las piedras que se acumulan en su interior en hermosas perlas altamente buscadas y valoradas. Los hombres han podido convertir el agua salada, imposible de tomar, en agua dulce capaz de abastecer la sed de mucha gente. Pero nadie había podido convertir la tristeza en gozo como lo hizo nuestro Señor. Los afligidos discípulos habían caído preso en una gran pena y tristeza por el anuncio de la partida y la prematura muerte de su Maestro y Mesías. Sus corazones se habían cargado de angustia, dolor y pesar. Y es que la ausencia de lo que amamos entrañablemente causa tristeza a la hora de perderlo. Para muchos la tristeza se convierte en camino de luto, de desilusión y hasta de pérdida total. Pero para un hijo de Dios, la tristeza no es el fin de las cosas sino el camino que conduce al gozo. El creyente sabe que no está solo mientras pasa su dolor. La asistencia del Espíritu, cual “paracleto” eterno, torna la pena del alma en gozo del espíritu.

 

2. El gozo del nacimiento. Puede que haya lágrimas que oscurecen la esperanza y dobleguen el espíritu, pero Cristo enjugará toda lágrima de nuestros. Puede que haya un dolor muy intenso, una pena muy honda del cual no se ven salidas, pero tales circunstancias se convertirán en gozo. Jesús les dijo a sus discípulos que su tristeza se convertiría en gozo porque él había vencido. Así tenemos que la resurrección y el día de Pentecostés trajeron ese profundo gozo v.22. De esta manera la tristeza de la vida pudiera dar a luz un extraordinario gozo. Vea la manera como Jesucristo nos habla de ese gozo: “vosotros lloraréis y lamentaréis…pero vuestra tristeza se convertirá en gozo” v.20; “vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie quitará vuestro gozo” v. 22. Solo el creyente sabe de este gozo.

 

 

III.CONSIDEREMOS EN TERCER LUGAR QUE LA ALEGRÍA DEL MUNDO SE CONVERTIRÁ EN TRISTEZA

 

Al final de toda esta declaración de Jesús, aparece una frase que debe ser considerada; nos referimos a que “el mundo se alegrará”. Sí, que el mundo se alegraría por nuestro llanto y tristeza. Ahora observe lo que pasa entre el creyente y el incrédulo. Para un hijo de Dios, toda su tristeza es convertida en gozo, pero para los incrédulos, toda su alegría será convertida en tristeza. El asunto es que no hay ningún placer del impío que al final no resulte para su propia pena, congoja y vergüenza. El vicio que ahora le da su deleite, lo cual llega a ser “el vicio de la transgresión”, se tornará amargo hasta convertirse en una especie de vinagre que luego traerá remordimiento, cambiando de esta manera el placer momento por una condenación perpetua. Cada pecado, aunque parezca dulce, al momento de practicarlo se convierte en la amargura misma cuando es ejecutado.

 

CONCLUSIÓN: La muerte para el creyente no es una triste noticia, de hecho más bien es una noticia de gozo. La eventual muerte de Cristo produjo profundo dolor y una  marcada tristeza entre los más cercanos discípulos, lo cual era de esperarse. Sin embargo, al concluir este mensaje lo que más predomina con relación a la muerte del Redentor tiene que ser de una continuada alabanza  y una exaltada gratitud. Por lo tanto, las palabras de Jesús se constituyen para todos sus seguidores en una de las más consoladoras promesas. De modo, pues, que cuando su vida la sienta aburrida, sepa que su dolor se convertirá en gozo. Cuando haya relaciones quebrantadas,  causándole lloro, sepa que su tristeza se convertirá en gozo. Cuando, incluso, sea visitado por el luto, sepa que su tristeza se convertirá en gozo. Por último, cuando sienta que nada está bien en su vida, que no hay razones para seguir viviendo, sepa que aún ese momento sin sentido podrá transformase en gozo. “La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo” v. 21. Detrás de su tristeza hay una bendición que nace. El que dijo lo anterior fue Jesús. Él iba camino al calvario, pero también sabía que después iba camino a la resurrección. No deje que su tristeza o aflicción lo derrote. Hay un niño que está pronto por nacer que llenará de gozo a los sufridos padres. La tristeza se convertirá en gozo.

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