Negociemos mientras el Señor regresa

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Negociemos mientras el Señor regresa

(MATEO 25:14-30)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana de Columbia, Falls Church, Virginia

 

INTRODUCCIÓN: La parábola de los “Talentos”, presentada para comparar a qué se asemeja el Reino de Dios, es una de las más elocuentes para hablarnos del compromiso al que fuimos llamados. Es, en efecto, una parábola que invita al trabajo, toda vez que la anterior, la de las “Diez Vírgenes”, fue de expectación. Porque la venida de Cristo plantea la necesidad de estar alertas, pero sobre, la necesidad de estar sirviendo. Jesús  refirió ambas parábolas para decirnos que su venida es una convocación a la vigilancia, pero sobre todas las cosas, a la perseverancia en el trabajo fiel. Tres asuntos se destacan en la parábola: el largo viaje que hizo el hombre; el largo tiempo para regresar y el valor de los bienes representado por un “talento”, equivalente al trabajo de un día hecho por seis mil hombres. A un hombre se le dio cinco, a otro dos, y al último un talento. Los “talentos” aquí representan todo aquello que recibimos de Dios. Por sus “bienes” podemos entender todo el conjunto de cualidades naturales y gracias espirituales que nos califican para hacer la obra del Señor. ¿Qué espera él de sus siervos? Que seamos fieles en administrarlos hasta que regrese. Que negociemos con sus bienes para que cuando  regrese de su “largo viaje” tengamos más razones para celebrar que excusas que ofrecer. ¿Qué deben saber y hacer los siervos mientras su amo regresa de su largo viaje?

I. NADIE QUEDA EXCLUIDO DEL NEGOCIO DEL REINO

Esta parábola comienza hablándonos de un hombre que decidió emprender un largo  viaje, pero antes de irse llamó a sus servidores para darles las instrucciones sobre cómo deberían atenderle su negocio. Se destaca en esta narración que el dueño y señor de los talentos no son los siervos sino el hombre que llama. Este hombre representa a Dios; los talentos representan todo aquello que nos ha sido encomendado: dinero, tiempo, salud, habilidades, dones y todo aquello que podemos administrar de una manera sabia. El hombre de la parábola llamó a todos sus siervos y de una manera confiada, le entregó a cada uno una particular responsabilidad. La verdad notoria en esto es que Dios llama a cada uno y le confía la tarea de negociar con sus bienes. Ningún privilegio supera el hecho de que el Señor nos involucre en el trabajo de su reino. Los ángeles quisieran hacer esta tarea, pero es nuestro privilegio. Lo único que Él espera es que seamos fieles.

 

II. LOS BIENES DEL REINO SE DAN DE ACUERDO A LAS CAPACIDADES

Se da por un hecho que algunas personas pueden hacer varias cosas más que otros de acuerdo a sus capacidades. Esta situación no debe crear un sentido de inferioridad en los que solo pueden administrar un talento. Por otra parte debe tomarse en cuenta que en este asunto de dar a unos cinco a otros dos y a otros uno, no es un mero capricho divino. Las personas que se esfuerzan por desarrollar más sus capacidades pronto descubren las tantas cosas que pueden hacer. En todo caso ha sido la  diligencia y responsabilidad la que hace la diferencia. Se sabe que la negligencia es enemiga del progreso. Ahora bien, en este tema lo importante no es cuántos talentos podamos tener, sino cómo podemos usarlos. Note que en esta parábola los elogios que salen del amo fueron lo mismos para ambos siervos. Lo que a un creyente debe importarle no es por qué algunos están en diferentes cargos, con distintas funciones, sino cómo puedo trabajar con lo que he recibido de una manera fiel  hasta que regrese mi amo. Dios no va a demandar de ti lo que no te ha dado, sino cómo has usado lo entregado. Está comprobado que a los creyentes diligentes y fieles en desarrollar sus dones, Dios les va añadiendo más. En la medida que somos fieles en las cosas elementales el Señor irá confiando asuntos aún mayores v. 29.

III. LOS BIENES DEL REINO ESPERAN GANAR DIVIDENDOS

La parábola no lo dice, pero fue obvio que los sirvientes escucharon las instrucciones sobre lo que tenían que hacer con los talentos entregados. El hecho de que el hombre se haya ido lejos, y que haya durado tanto tiempo en regresar, nos indica que los siervos tuvieron muchas  oportunidades para poner a producir lo encomendado. Se dice que un talento de oro podía pesar hasta 25 kilogramos. Eso representaba una cantidad muy grande de allí que el hombre dio suficiente tiempo para que todos ellos negociaran. Las cosas que el Señor nos da son de extremado valor. El Señor nos ha entregado una vida para que la administremos mientras él viene. Nos ha entregado el tiempo no para malgastarlo sino para aprovecharlo. Nos ha entregado una familia para que nos invirtamos en ella y le presentemos lo mejor de nuestros hijos a él. Nos ha entregado nuestro cuerpo no para ser instrumento del pecado sino para que sea una viva expresión como templo del Espíritu Santo. Nos ha entregado bienes para que los administremos de modo que haya alimento en su casa. En fin, nos ha entregado los dones, no para que se oxiden por falta de uso, sino que sean desarrollados en la vida de la iglesia. La única razón por la que Dios nos ha dado todo es para negociar mientras su Hijo regresa. Esta verdad nos dice que Dios nos llama para que seamos parte en la extensión de su reino.

 

IV. LLEGARÁ EL DÍA CUANDO EL QUE SE FUE DE VIAJE REGRESARÁ

El hombre que un día se fue lejos ahora ha regresado. Ha llegado para arreglar las cuentas con la esperanza que sus bienes hayan producido más de lo dejado. ¿Es mucho pedir esto al dueño de sus bienes? La mayordomía es exactamente esto. Dios nos ha dejado a todos por lo menos un “talento”. Cuando llegue el día, el Señor se acercará a cada uno y nos dirá: “Da cuenta de tu mayordomía”. Que bueno que para ese momento podamos decir con gozo y sin avergonzarnos: “Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos” v. 22. O como dijo el otro: “Señor, dos talentos me entregaste;  aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos” v. 23. ¿Cuántos de nosotros sabíamos que cuando el Señor venga será más para arreglar las cuentas sobre cómo usamos sus bienes que para determinar el asunto de la salvación? En esto consiste el “Tribunal de Cristo”, muy distinto a lo que será el juicio del “Gran Trono Blanco”. Cuando usted creyó en el Señor su nombre fue inscrito en el libro de la vida, nadie podrá cambiar ese estado. Pero cuando Cristo venga será para arreglar las cuentas de lo que hicimos con el talento dado. Hace dos mil años el Señor emprendió su largo viaje, pero ya está dándole sus “toques” finales para venir a encontrarse con sus siervos.

 

V. HABRÁ GALARDONES JUSTOS PARA LOS NEGOCIANTES DEL REINO

¿Qué fue lo que hizo el hombre de la parábola cuando escuchó el excelente reporte de los dos primeros hombres sobre el negocio de los talentos? Bueno, lo primero que hizo fue premiarlos. Mire lo que le dijo al primero: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” v. 21. Lo mismo hizo con el segundo v. 23. Note que el primer reconocimiento que hace el dueño es llamarles “siervo fiel”. Eso revela el carácter de este hombre, representado en Cristo. Déjeme decirle que todas las medallas, diplomas, reconocimientos que recibamos en esta tierra, por muy merecidos que sean, jamás podrán compararse con aquel que un día escuchemos de labios de nuestro Señor: “Bien, buen siervo y fiel…”. El Señor no está tan interesado en cuántos logros tú puedas tener sino en cuan fiel tú llegues a ser. Ahora vea la otra parte en este galardón: “Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré…”. En la economía de Dios siempre pareciera darse esta ecuación: el 10% la parte mía, el 90% la parte del Señor. No hay mejor inversión que la que hacemos para el reino del cielo. La recompensa de Dios supera con creces lo que hemos hecho para él. Lo importante es ser fiel. Note la última parte de este galardón: “Entra en el gozo de tu Señor”. Una cosa es tener el  gozo del Señor y otra muy distinta es entrar al gozo del Señor. ¿Puede imaginarse una recompensa mayor que esta por haber sido fiel en lo poco? ¡No se pierda esa recompensa!

 

VI. LOS QUE NO NEGOCIAN LO RECIBIDO TAMBIÉN DARÁN CUENTA

Como era de suponerse el hombre esperaba, en vista de los resultados anteriores, que este último siervo le presentara por lo menos dos talentos. Sin embargo no fue así. Note la negligencia en la que incurrió. De una manera deliberada enterró el talento como si se tratara de algo que estaba muerto. Las cosas que se entierran son porque están muertas. Devolvió exactamente su talento, pero sin haber producido ninguna ganancia. Ahora vea la forma como se excusó delante de su amo. Por un lado hizo conjeturas sobre su carácter; le atacó en ese sentido, y descubrió que lo que tenía por él era un gran temor. Hay en esta actitud un asunto que debe ser subrayado. Todos debemos revisar cuáles son los móviles de nuestro servicio. Pero más aún, ¿cuál es el grado de confianza y amor que tengo por mi Amo? ¿Veo a Dios como un ser implacable a quien le sirvo más por miedo que por amor? ¿Mantengo la mentalidad de hacer un servicio más por obligación que como un mayordomo fiel? El problema de este hombre fue que no trató, y este es el problema de muchos. El hombre no perdió su talento, pero tampoco lo produjo. La vida cristiana es de riesgos. El Señor al final no aceptará las excusas por no haber hecho el trabajo. Será una gran pena comparecer ante el tribunal de Cristo para decirle: “Aquí tienes el talento que me diste,  no lo usé para tu reino”. Esta parábola comienza diciendo que el reino de los cielos “es como…”, para ilustrarnos la importancia del crecimiento. El Señor nos ha puesto para que vayamos y demos frutos y esos frutos permanezcan. ¿Cuál será el resultado final de todo lo que Dios me ha dado para que lo administre?

 

VII. NO PUEDE ESPERAR LO MEJOR QUIEN NO HIZO LO MENOR

El haber escondido el talento plantea el hecho que no hubo pérdida, pero tampoco ganancias. En el reino de Dios no puede permitirse una actitud tan negligente como la de  este siervo. De modo que la sentencia condenatoria vino por las propias palabras con las que este hombre recibió a su amo. Este hombre reveló que no tenía interés en el negocio de su amo sino en salvar su propio pellejo. La parábola revela un castigo ejemplar. Pudiera parecernos muy duro el destino final de este siervo, y hasta criticar la actuación del amo, pero nunca habrá un castigo a la infidelidad sin que no se haya dado primero la oportunidad de responder al amo sobre lo que él ha puesto en nuestras manos. “Enterrar el talento” es desconocer al “hombre que se fue lejos” y que me confió  sus bienes. Pero también es saber que con esa actitud el reino de Dios no crece. Según esta parábola hay personas que se les pide que sean fieles aun en lo que es menos que “poco”. El más ínfimo de los servicios cuenta para el reino del Señor. Muchos llorarán cuando Cristo venga por haber enterrado el talento recibido.

 

CONCLUSIÓN: Uno de los asuntos que distingue esta parábola es el largo viaje y el tiempo que duró en regresar aquel hombre. Esto habla de paciencia, benignidad, amor, misericordia y una larga espera hasta que los siervos produzcan los talentos. Hay un gran reconocimiento y una solemne sentencia en la parábola. Por un lado las palabras de elogio a los dos siervos fieles: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra el gozo de tu Señor”. La otra dice: “Siervo malo y negligente… quitadle, pues, el talento…”. ¿Cuáles de estos dos siervos representará mi vida al final de la jornada? ¿Habrá elogios o habrá reproches para cuando Cristo regrese de su viaje?

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