El penetrante poder de la Palabra

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EL EVANGELIO EN MARCHA

El penetrante poder de la Palabra

  Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4:12)

  La Palabra de Dios es nuestra única esperanza. Las buenas nuevas de las promesas de Dios y las advertencias acerca de su juicio son tan cortantes, vivas y eficaces que penetran hasta lo más profundo de nuestro corazón y nos muestran que las mentiras del pecado de verdad son mentiras.

  El aborto no me hará tener un futuro maravilloso. Tampoco la infidelidad, ni la ropa provocativa, ni el desprecio por mi propia pureza sexual, ni el silencio ante los actos deshonestos en el trabajo, ni el divorcio, ni la venganza. Lo que nos libra de tales engaños es la Palabra de Dios.

  La promesa de la Palabra de Dios es como un gran ventanal que se abre de par en par ante el radiante sol de la mañana para echar luz sobre el repugnante pecado que habita en nuestro corazón, disfrazado de placeres satisfacientes. Dios nos ha dado sus buenas nuevas, sus promesas, en la Palabra, para protegernos del profundo engaño del pecado que intenta endurecer nuestro corazón, tentarlo, alejarlo de Dios, y conducirlo a destrucción.

  Levantemos el ánimo en la batalla por la fe: la Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que cualquier espada de dos filos; penetrará más que cualquier engaño del pecado, y revelará aquello que es en verdad valioso y digno de confianza.

 

El corazón del cristiano es la fuente reservada para Jesús

  Fuente cerrada, fuente sellada (Cantares 4:12). En esta metáfora, que se refiere a la vida íntima del creyente, tenemos expresada muy claro la idea del secreto: Es una fuente cerrada, como eran las fuentes de Oriente sobre las que se levantaba un edificio, de modo que nadie podía llegar hasta ellas, salvo los que conocían la entrada secreta.

  Así es el corazón del creyente cuando es renovado por la gracia; hay en él una vida misteriosa que ningún arte puede tocar. Éste es un secreto que ningún otro hombre conoce; más aún: que el mismo hombre que lo posee no puede revelarlo a su prójimo. El texto no solo incluye secreto, sino también separación. Ésta no es la fuente común de la que puede beber todo transeúnte, sino una fuente guardada y preservada.

  Es una fuente que lleva una marca, un sello real, de suerte que todos puedan conocer que no es una fuente pública, sino una fuente que tiene dueño, y, por eso mismo, está sola. Así pasa con la vida espiritual. Los escogidos de Dios fueron separados por decreto eterno; fueron separados por Dios en el día de la redención; son separados porque poseen una vida que los otros no tienen. Es imposible que se sientan cómodos en el mundo o que hallen satisfacción en sus placeres.

  Aquí tenemos también la idea de santidad. La fuente cerrada es preservada para uso de alguien en especial. Y lo mismo acontece con el corazón del cristiano, la fuente reservada para Jesús. Todo cristiano debiera saber que tiene sobre sí el sello de Dios, y debería estar en condiciones de decir con Pablo: «De aquí adelante nadie me sea molesto; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús».

  Otra idea prominente en el texto es la de seguridad. ¡Cuán segura es la vida interior del creyente! Aunque los poderes de la tierra y del infierno se combinaran contra ella, esa vida inmortal seguiría existiendo, pues el que la dio brindó su vida para que fuese preservada.