La única felicidad duradera

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  Por tanto, ahora vosotros tenéis también aflicción; pero yo os veré otra vez, y vuestro corazón se alegrará, y nadie os quitará vuestro gozo. (Juan 16:22). Jesús dice «nadie os quitará vuestro gozo» porque es la comunión con él lo que nos da gozo, y la resurrección de Jesús significa que jamás moriremos. Jamás seremos separados de él.

  Como vemos, dos cosas tienen que ser ciertas para que nuestro gozo no nos sea quitado: la primera es que la fuente de nuestro gozo perdure para siempre, y la segunda es que nosotros mismos vivamos para siempre. Si nosotros o la fuente de nuestro gozo fuera mortal, entonces nuestro gozo nos sería quitado.

  ¡Y cuántos se han conformado solo con eso! Comamos, bebamos y celebremos, dicen, porque mañana moriremos, y eso es todo. La comida no dura para siempre, y tampoco yo viviré para siempre, así que aprovechemos la vida al máximo mientras podamos. ¡Qué tragedia!

  Si se ven tentados a pensar de ese modo ahora mismo, por favor, consideren seriamente que si su gozo estuviera en la comunión con Jesús, «nadie os quitará vuestro gozo» —no ocurrirá en esta vida, ni en la próxima.

  Ni la vida ni la muerte, ni ángeles ni principados, ni lo presente ni lo por venir, ni ningún otro poder, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada podrá quitarnos nuestro gozo en Cristo Jesús.

  El gozo en la comunión con Jesús es una línea ininterrumpida desde aquí hasta la eternidad. No se verá interrumpida ni por su muerte ni por la nuestra.

Nuestro privilegio indescriptible

  Y dijo Dios a Moisés: Yo Soy El Que Soy. (Éxodo 3:14). Una implicación del magnífico nombre, Yo Soy El Que Soy, es que este Dios infinito, absoluto e incondicionado se haya acercado a nosotros en Cristo Jesús.

  En Juan 8:56-58, Jesús responde a las críticas de las autoridades judías. Les dice: «Vuestro padre Abraham se regocijó esperando ver mi día; y lo vio y se alegró. Por esto los judíos le dijeron: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, Yo Soy».

  Jesús no pudo haber pronunciado palabras más elevadas. Al decir: «antes que Abraham naciera, Yo Soy», tomó toda la majestuosa verdad del nombre de Dios, la envolvió con la humildad de la servidumbre, se ofreció a sí mismo para expiar toda nuestra rebelión y abrió un camino para que pudiéramos ver la gloria de Dios sin temor.

  En Cristo Jesús, los que somos nacidos de Dios tenemos el indescriptible privilegio de conocer a Yahweh como nuestro Padre Yo Soy El Que Soy el Dios que existe; cuya personalidad y poder se debe únicamente a sí mismo; que nunca cambia; de quien fluye todo el poder y la energía del universo; a quien toda la creación debiera conformar su vida. Oh, que aquellos que conocen el nombre de Dios pongan su confianza en él.

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