Cumpliendo toda justicia

0
533

(MATEO 3:13-17)

Por: Rev. Julio Ruiz

INTRODUCCION

Hay tres momentos únicos en la vida de Jesús. Su nacimiento, su bautismo y su muerte en la cruz. Con su nacimiento comenzó el camino de la redención, con el bautismo se inauguró el plan de la redención y con la muerte se selló el ministerio de la reconciliación. Pero fue con el bautismo cuando el Padre hizo su más amoroso reconocimiento desde el cielo, haciendo oír esa voz entre los testigos de esta manera: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.

  No siempre los hijos son la complacencia del padre, de allí el profundo significado de estas palabras.  ¿Por qué fue tan importante esa declaración? Veámoslo de esta manera.  Jesús no había hecho hasta ahora algunas cosas impresionantes. Nada se supo de los milagros anteriores. Todavía no había sanado a nadie ni había resistido a Satanás en el desierto. Tampoco había sido crucificado o resucitado.

  Ese anuncio fue hecho más bien por un Padre orgulloso, anticipando el glorioso ministerio que su Hijo haría posteriormente. Entonces, ¿por qué esas primeras palabras justo al momento de ser bautizado? ¿Cuál era su significado? Es durante ese momento cuando escuchamos la primera palabra de gracia y de aprobación impartida de parte del Padre celestial a través de la iglesia para quien decide obedecer a Su mandato por medio del bautismo.

  Jesús es nuestro ejemplo de vida y de obediencia. El bautismo para un nuevo creyente es la prueba de su identidad con él. En esta historia, Juan el Bautista había rechazado bautizar a los fariseos por falta de arrepentimiento, pero ahora se niega a bautizar a Jesús porque no tiene pecados. Sin embargo, Jesús dijo: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:15). De esas palabras tomamos las verdaderas razones para bautizar a un creyente.

I. EL BAUTISMO ES UN ACTO DE OBEDIENCIA

  1. “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mateo 3:14). Juan reconoció la ironía de aquel difícil momento. Jesús no tenía nada de qué arrepentirse, y sería más apropiado que Jesús bautizara a Juan. Nada hubiera sido de mayor gozo y privilegio para el “bautizador” que ser bautizado por Jesús. El comentarista France lo expresó así: “Yo necesito tu bautismo de espíritu y fuego, y no tú mi bautismo de agua”.

  Por cierto, no hay un caso bíblico donde se vea a Jesús bautizando, porque eso lo hacían los discípulos (Juan 4:2). ¿Por qué Jesús pidió a Juan para bautizarlo? Por lo que estamos haciendo en este acto hoy. Porque nosotros sí somos pecadores y es a través del bautismo donde obedecemos al Señor en lo que él dijo: “Para que se cumpla toda justicia”.

  2. Id y haced discípulos (Mateo 28:18-20). Después de la resurrección de Cristo, él dejó a sus discípulos tres instrucciones que siguen siendo el corazón mismo de nuestra obra evangelística y misionera: hacer discípulos, bautizar a los que creen y enseñarles sus mandamientos. Hay otras religiones que bautizan a su gente como parte de sus rituales, para los propósitos de sus cultos, pero la razón por la que nosotros bautizamos responde a este imperativo bíblico dejado por Cristo.

  Él seguramente capacitó a los discípulos para hacer otras cosas, pero la Gran Comisión fue su imperativo mayor.  Bien podríamos hablar de otras razones para bautizar, pero la nuestra es porque Jesús nos dijo que lo hiciéramos. La Gran Comisión tiene dos imperativos para ser cumplidos. El primero es “id”. Esto habla de salir, de buscar y encontrar a alguien para hablarle de Cristo.

2. “Enseñándoles todas las cosas que os he mandado”.  En ese acto de obediencia, Jesús habló de la necesidad de enseñar todas las cosas con la finalidad de hacer discípulos estables, sólidos y preparados para toda buena obra, pero también para estar firmes frente a las tormentas de la vida.

Se cuenta que un equipo de camarógrafos de noticias de televisión estaba asignado en el sur de Florida filmando la destrucción generalizada del famoso huracán Andrew.

  En una escena, en medio de la devastación y los escombros, una casa permaneció levantaba sobre sus cimientos. El dueño estaba limpiando el jardín cuando un reportero se le acercó, y le preguntó: “Señor, ¿por qué su casa es la única que quedó en pie?” preguntó el reportero. “¿Cómo te las arreglaste para escapar de los severos daños del huracán?”. “Yo mismo construí esta casa”, respondió el hombre. “La construí de acuerdo con el código de construcción del estado de Florida.

  Cuando el código requería armazones de techo de 2×6, usé armazones de techo de 2×6. Me dijeron que una casa construida de acuerdo con el código podría resistir un huracán. Lo hice, y la casa resistió la prueba del huracán. Supongo que nadie más por aquí siguió el código”. Eso es obediencia. La obediencia es la primera característica de un discípulo de Cristo. 

II. EL BAUTISMO ES UN ACTO PÚBLICO

  1.Los testigos de este acto (Mateo 3:17).  El bautismo de Jesús fue en el río Jordán donde se dice que había muchas aguas, pero también mucha gente. Jesús fue bautizado teniendo como testigos a fariseos, soldados y la gente del pueblo. Jesús tuvo como testigo a la gente que después le condenaría y a soldados romanos, los encargados de las ejecuciones de la cruz.

 Pero, sobre todo, el bautismo de Jesús tuvo como testigos al Espíritu Santo en forma de paloma y al Padre quien afirmó desde los cielos su complacencia, diciendo: “tú eres mi Hijo amado”. Es una bendición para el nuevo creyente contar también con los testigos de ese acto. Los que acompañan hoy a estos nuevos creyentes están siendo testigos de la fe depositada de estos amados en Cristo y la decisión de decirles a todos que mueren a su vieja vida y se levantan para andar en vida nueva.

2. “Y en seguida se bautizó él con todos los suyos” (Hechos 16:33). Todos los casos de bautismo en el libro de los Hechos eran de conocimiento público.  Cuando el carcelero de Filipos respondió a la predicación de Pablo y Silas, él y los miembros de su familia fueron bautizados (Hechos 16). Él y toda su familia testificaron en presencia de los demás acerca de la experiencia de la salvación por medio de Cristo.

  Lo mismo pasó con Lidia de acuerdo con (Hechos 16). Cornelio con toda su familia y sus sirvientes fueron bautizados después de la predicación de Pedro (Hechos 10). Para todos ellos, el bautismo era un testimonio público de su decisión, una expresión externa de su nueva fe y forma de vida. Aun en el caso del bautismo del etíope hecho por Felipe, allí debió haber más de una persona, porque ese hombre por ser funcionario de la reina tuvo que andar con un séquito de personas que lo custodiaban.

  De esta manera, al bautizarte como estos hermanos citados, estás diciéndole al mundo que no te avergüenzas del evangelio. Que confiesan públicamente a Cristo como tu salvador y Señor.

III. EL BAUTISMO ES UN SÍMBOLO DE VIDA NUEVA

  1.”Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua…” (Mateo 3:16).  Este texto no es una casualidad. Jesús fue bautizado en el río Jordán donde había muchas aguas. Desde entonces se sabe que la “bautizar” significa “sumergir” al candidato. Jesús fue bautizado totalmente. Su cuerpo fue sepultado previo a su muerte física. He allí un símbolo muy importante para ser recordado, pero, sobre todo, para ser vivido.

  El bautismo es el momento cuando bajamos a las aguas para “ser sepultados”, pero también para ser resucitados. Allí confesamos nuestra muerte al pecado y nuestra identificación para andar en nueva vida. Así es, al momento de ser bautizados testificamos de la triple obra salvadora de Cristo: Su muerte, sepultura y resurrección.

  Como el bautismo es un símbolo, al momento que esto ocurre, nuestra imaginación se va a la sepultura, la tumba y su resurrección a la vida. La figura de un nuevo creyente caminando en el agua, sumergiéndose y saliendo, nos muestra lo que Jesús hizo para salvarnos. Eso es el simbolismo público del bautismo.

  2. Siendo parte de una nueva comunión (Hechos 2:42-47).  Con el bautismo de Jesús no solo aprendemos de su obediencia, su identificación con el pecador, sino también la futura vida en comunión con su iglesia. Después del Pentecostés podemos ver cómo se cumplió lo dicho a Juan “para que se cumpla toda justicia”. Con el bautismo el creyente entra a la iglesia como miembro, pero entra comprometido con su Señor.

  De los creyentes de la iglesia del primer siglo se nos dice que ellos perseveran en comunión en el templo, y en el compañerismo, “partiendo el pan en las casas”. También perseveran en la doctrina de los apóstoles y la adoración al Señor. La iglesia le da la bienvenida a ese nuevo miembro; esta es su nueva familia.

  Ahora le toca a la iglesia guiar y dirigirlo para que, de igual manera, él o ella, sea parte activa de la vida de la iglesia. Con esa bienvenida le estamos involucrando en sus actividades, donde él ahora será parte también. En la iglesia, el nuevo miembro utilizará sus talentos y sus dones; se comprometerá a ser un testigo del evangelio para que otros también conozcan a Cristo.

  Es en la iglesia donde se espera que el nuevo miembro va a crecer como un genuino discípulo y se va a convertir en un creyente maduro, poniendo todos sus dones y talentos al Señor. El bautismo es la puerta de entrada a la iglesia.

CONCLUSIÓN:Los tres evangelistas narran el bautismo de Jesús con la experiencia del descenso del Espíritu Santo en forma de paloma. Todo este cuadro habla de una de las doctrinas más importantes para la fe de un nuevo creyente: la Trinidad. En la Gran Comisión Jesús nos ordenó bautizar a cada discípulo en el “nombre del Padre, y el del Hijo, y del Espíritu Santo”.

 En el bautismo hay un compromiso de amor con Padre, por cuanto él es nuestro Creador y Sustentador; hay compromiso de obediencia para con el Hijo, por cuanto el nuestro eterno Salvador; y hay un compromiso con el Espíritu Santo, por cuanto a partir de ahora él es nuestro Consolador.

  Jesús se bautizó para cumplir toda justicia, por eso ahora nosotros también lo hacemos. Y al ser parte de esa justicia, tenemos como privilegio ser parte de Su cuerpo que es la iglesia.

Julio Ruiz es pastor de la Iglesia Bautista, Ambiente de Gracia, ubicada en la 5424 Ox Rd. Fairfax Station, VA 22039 Tel. 571-251-6590 (pastorjulioruiz55@gmail.com)